El Pais (Uruguay)

China, Covid e ideología

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El gobierno chino enfrenta un desafío existencia­l. El presidente de ese país, Xi Jinping ha hecho de sus políticas de “cero Covid” un estandarte de su gestión. La aparición de varios brotes de la enfermedad a pocos meses de la cumbre del Partido Comunista de ese país, que planifica entronizar­lo en el poder por tiempo indefinido, desafía sus planes. Y su reacción puede impactar en el resto del planeta.

Las noticias de las últimas semanas explican que la ciudad de Shanghai, una urbe de 26 millones de personas y principal bastión económico del país, fue puesta en estricta cuarentena por un mes. Si bien en las últimas horas se habla de que se estaría controland­o ese foco, otro amenaza a la capital Beijing, lo cual hace temer a los operadores económicos que el gobierno tome una medida similar allí. El impacto económico de estas medidas es tremendo, y algunos analistas señalan que solo lo ocurrido en Shanghai podría hacer caer el PBI de China un 4%.

¿Por qué China toma estas medidas tan severas cuando el resto del mundo

Vicecancil­ler ya parece haber superado el impacto del coronaviru­s? Hay motivos sanitarios, políticos y estratégic­os.

Los sanitarios son que las estrictas políticas de “cero Covid” implementa­das por el gobierno han evitado que se desarrolle una inmunidad natural en la sociedad. Además, pese a que China fue de los primeros países en desarrolla­r vacunas, tan solo un 60% de sus personas adultos mayores han sido inoculadas. Lo cual, sumado a la menor efectivida­d de las vacunas chinas, hace que la población sea mucho más vulnerable al virus de lo que es hoy en países europeos o latinoamer­icanos.

Pero también hay motivos políticos. Como decíamos al inicio, el presidente Xi está en las puertas de un momento histórico de su liderazgo. Un liderazgo que ha hecho del combate férreo a la pandemia una de sus armas centrales de propaganda. Una explosión descontrol­ada de enfermedad y muerte puede ser un golpe gravísimo a su figura política, algo que no está dispuesto a aceptar bajo ningún costo.

Algunos analistas han señalado otro dato muy revelador. Después de los trágicos efectos del llamado “gran salto adelante” de los años 50, que significó la concentrac­ión absoluta del poder en un puñado de burócratas del Partido Comunista, las reformas posteriore­s a 1978 habilitaro­n una mayor descentral­ización. Uno de los lugares que más se benefició de esa apertura fue Shanghai, que creció de manera espectacul­ar, con tasas de hasta 28% anual, basada en sus políticas amigables hacia el resto del mundo, que la convirtier­on en el principal hub económico del país. Los habitantes de Shanghai son los más viajados, cultos, y ricos de China.

De hecho, esa mayor “independen­cia” política hizo que la ciudad nunca establecie­ra un “lockdown” sanitario en los años previos, a diferencia de casi todo el resto del país.

Pero la misma ha sido vista con desconfian­za por el liderazgo de Beijing, que ha puesto como uno de los grandes objetivos políticos de esta período el volver a una “re centraliza­ción” de la autoridad. Algunos vinculan este recelo al encierro forzoso impuesto a Shanghai por el poder central en este mes, pese a que solo han muerto 17 personas (de nuevo, en una ciudad de 26 millones).

Más allá del impacto económico y humano que todo esto genera, el resto del mundo tiene la oportunida­d de ver

“Debemos defender los principios del sector como forma de contribuir al bien del partido, del gobierno y de la República”. Carolina Ache

La crisis que vive hoy China en materia sanitaria permite percibir la crisis detrás de su modelo político, y es un experiment­o para el resto del mundo sobre el impacto del poder concentrad­o.

en directo un experiment­o político de proporcion­es únicas.

Uno de los grandes dilemas ideológico­s del mundo pasa por ver qué es más efectivo para un país, si tener un liderazgo central fuerte que decida sobre la vida y obra de las personas, como plantean en general las ideas socialista­s de distinto tenor. O si liberar el poder de decisión y acercarlo lo más posible a los individuos, entendiend­o que nadie mejor que ellos sabe lo que les conviene, como plantean los esquemas liberales. De nuevo, en sus distintos grados y variedades.

La caída del Muro de Berlín fue un hito que mostró las deficienci­as terribles de una planificac­ión centraliza­da, tanto en lo económico como en lo humano. Pero el resurgir de China volvió a poner de moda las ideas centraliza­doras, al ver como ese país con un liderazgo único y fuerte, crecía sin parar. Mientras los países occidental­es, presa de debates eternos, y falta de autoridad única, tenía mucho más problemas para delinear su estrategia de desarrollo.

El episodio en curso es una oportunida­d de ver qué pasa cuando algo tan ínfimo (pero tan letal) como un simple virus, pone en jaque a la autoridad política más poderosa del planeta.

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