El Pais (Uruguay)

Raids hípicos y heridas de vida en una película rural uruguaya

El empleado y el patrón, la película de Manuel Nieto que pasó por Cannes

- FERNÁN CISNERO

Los raids hípicos y su universo, la cosecha de soja, los lupanares del interior: ese es el universo de El empleado y el patrón ,la tercera película de Manuel Nieto Zas, un director que está en un estado de madurez y lucidez cinematogr­áfica que lo convierten en el más personal de los cineastas uruguayos.

Y eso ha sido reconocido internacio­nalmente. El empleado y el patrón se estrenó en la Quincena de los realizador­es, una de las más prestigios­as secciones de Cannes; la revista Variety la saludó como “una de las más grandes películas de América Latina en el festival”. Pasó además por San Sebastián, donde primero recibió un impulso económico para su producción y luego compitió en la también exigente sección Horizontes.

“En Cannes, la película tuvo una lectura bastante unánime que pasaba por el tema político”, le dijo Nieto Zas a El País, hace unos meses antes de irse a San Sebastián. “No es lo que yo me propuse aunque me hago cargo. Para mi es una película de personajes; no traté de meter mi discurso político”.

El conflicto de clases, sin embargo, aporta ya desde el título, una lectura inevitable.

En ese sentido a cada lado de esa dualidad están Rodrigo (el patrón interpreta­do por Nahuel Pérez Biscayart, un actor franco-argentino de creciente renombre internacio­nal) y Carlos (el empleado, Christian Borges, un trabajador rural sin experienci­a actoral) quien maneja un tractor para recoger la soja del campo del padre de Rodrigo que interpreta Jean Pierre Noher.

Son figuras opuestas pero similares (ambos son padres jóvenes y lidian con un destino impuesto por sus figuras paternas, por ejemplo), lo que en algún momento dará pie a una sororidad que una tragedia terminará haciendo imposible.

Igual, los orígenes de ambos son definitori­os: mientras el peón mira el cielo estrellado que atraviesa su rancho, el patrón está en trance en un concierto de rock.

Para hablar de cosas como esas a las que refiere El empleado y el patrón, Nieto Zas viene construyen­do un universo tan personal que, definir lo que hace como cine uruguayo, es una generaliza­ción que no lo contiene.

Para empezar transcurre en el interior profundo, un espacio virtual y real pocas veces retratado por el cine local más allá de algunos pintorequi­smos.

Ese mundo, para el director, puede estar en un balneario de la costa de Rocha (como en La Perrera) o en algún rincón del Uruguay agrícola-ganadero como en El lugar del hijo y que ahora repite como paisaje en El empleado y el patrón .Yanose puede ir más al norte: la película transcurre literalmen­te en la frontera con Brasil.

Se filmó, de hecho, en Minas de Corrales, Río Branco, Carlos Reyles y Paraje La Calera, locaciones poco recurrente­s para el cine nacional. “Era todo un acontecimi­ento para el lugar y siempre nos recibieron muy bien”, dijo Nieto. Muchos lugareños participar­on como extras.

“Lo rural tiene un montón de historias y personajes para descubrir y medio que me aburre ir por lo que ya sé”, dijo Nieto, cuyo vínculo con las tareas de campo se limitó a la explotació­n de un campo familiar en San Ramón, una tarea que heredó de su padre y que estaba reflejada en El lugar del hijo.

El interior para Nieto es un lugar ominoso, ganado por una tensión siempre al borde de irse para un lado horrible. Hay una incomodida­d que tiene que ver con que sus personajes, además, son (como sus espectador­es) forasteros en un territorio que les resulta hostil.

Esa fragilidad que contradice la contundenc­ia del paisaje, se refleja en las almas de Nieto. Son personajes en contraste con su ambiente, en un mundo siempre al borde del abismo moral. Hay algo de civilizaci­ón contra barbarie, un conflicto histórico que en su cine no tiene lados muy definidos.

Un guion (del propio Nieto) bien armado hace impúdico revelar algunos de los giros y acontecimi­entos que llevan a un raid hípico en Rio Branco filmado con mirada casi documental­ista.

“El mundo de los raids es vasto e increíble en cuanto a gente y todo lo que pasa”, dijo el director quien estudió esa manifestac­ión cultural durante cinco años y debió inscribirs­e en una carrera oficial y preparar un caballo, para filmar la notable escena final, todo un logro logístico y cinematogr­áfico que llevó un año de trabajo porque “en la película funcionaba todo menos la carrera”. Lo solucionar­on y quedó perfecta con música de Buenos Muchachos incluida.

Y aunque la película se apoya en un realismo feroz, la fotografía de Arauco Hernández consigue captar la belleza y la extrañeza del escenario con una planos generales con todo el esplendor de la pantalla ancha. Las figuras de los gauchos recortadas en el horizonte, el rojo oscuro de un burdel, la soberanía del campo sobre los personajes reflejan algunas de esas oposicione­s por las que se mueve la película.

Nieto, quien estudió en la Universida­d Católica y es parte de la promoción que se reunió alrededor de Control Z (fue asistente de dirección de 25 Watts, por ejemplo), repite el método y el paisaje propio de su obra pero lo hace revelando una solidez que se veía venir.

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ESCENA. Una historia de dos padres jóvenes que transcurre en el interior profundo de Uruguay.

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