El Pais (Uruguay)

La mujer de los huevos de oro

Emprendedo­ra, madre, mujer rural: Adriana Gutiérrez, la olimareña que moldeó su futuro

- MANUELA GARCÍA PINTOS

Como la fábula de la gallina de los huevos de oro, pero de acá. Olimareña, madre soltera y emprendedo­ra. Saca adelante su familia con la producción de sus 300 gallinas. Con sus ahorros pudo comprar una chacrita, cumplirle el sueño a su madre y proveer a su familia. Ella es Adriana Gutiérrez (44 años) y está es su historia.

Adriana Gutiérrez es hija de empleados rurales. Sus primeros años de vida transcurri­eron en campaña, pero luego, como no había escuela rural cerca, se mudó a la ciudad, a Treinta y Tres, con su abuela para poder estudiar.

Siempre tuvo claro que en la vida o se estudia o se trabaja. No terminó el liceo y comenzó a trabajar a temprana edad. Consiguió un buen empleo, en una tienda de venta de ropa de renombre. Su pareja de ese entonces tomó la decisión de irse a España a probar suerte. Ella lo apoyó, pero se quedó en tierras olimareñas porque tenía un buen trabajo. Sin embargo, una vez allá, él le aseguró que había trabajo y que era seguro vivir allá. Así, nueve meses después partió al viejo continente, pero con una meta clara.

“Mi madre toda la vida soñó con tener una chacrita, pero siendo empleada rural era imposible llegar con lo que juntaba para poder comprarla. Entonces, en el aeropuerto le dije a mi madre, que estaba muy angustiada: Me voy, pero te voy a juntar la plata para comprar la chacra. Dicho y hecho”, contó Gutiérrez a El País.

Estuvo en el exterior siete años. Obtuvo la residencia a los tres años y pudo viajar de visita. En ese interín le compró la chacra a sus padres, hoy su hogar y su centro de recursos. Sin embargo, se volvió con un trago amargo porque notó que su madre estaba muy avejentada.

Con el tiempo la pareja se disolvió, él volvió a Uruguay, pero ella siguió trabajando, en Europa, en un centro de personas adultas y discapacit­adas.

En esos tiempos vino la crisis de España pero, según contó, no fue como la uruguaya. “Daba para vivir perfectame­nte, pero no para ahorrar”, dijo.

Varias veces se le pasó por la cabeza volver, pero el trabajo era su principal limitante. En España, parte de su laburo consistía en acompañar a las personas y sacarlas a pasear. En uno de esas salidas, tomando un café, agarró un diario para leerle a su paciente y se encontró con un artículo que hablaba de gallinas de pastoreo criadas en libertad. “No lo pensé dos veces, esa era mi oportunida­d”, dijo.

Si bien sus padres trabajaron toda la vida en el campo y ella se crió en el medio, nunca estuvo involucrad­a y, por ese motivo, tampoco se proyectaba allí.

“Tenerlas libres, es eso lo que quería. No sé porqué, pero no lo pensé dos veces. Tengo una tía que tiene una historia parecida. Ella vive en Colonia, pero estuvo un tiempo en Australia. Cuando volvió se armó un criadero, pero en jaulas. No sé, quizás a veces se repitan las historias medio sin pensarlo”, explicó.

Llegó a Uruguay en 2013 y ocho meses después compró sus primeras 100 pollas negras y empezó a criarlas sin ningún tipo de conocimien­to, con todas las carencias y sin la infraestru­ctura necesaria, porque no tenía galpones.

“Con muchas dificultad­es y pocas certezas me fui haciendo. Con el tiempo me encaminé, hice algunos galpones y fui aprendiend­o sobre la marcha”, contó.

Al tiempo quedó embarazada y fue un segundo encontrona­zo en su vida. Recordó, emocionada, que estando internada, por dar a luz a su niña, le llegaron -en un pedido que estaba retrasado- las pollitas de su segunda camada.

La única ayuda que tiene es la de su padre, que vive junto a ellas en la chacra; mientras que su madre está en la ciudad.

Los primeros años de su niña, Irene, fueron “fatales”. Siendo madre soltera, los tiempos se complicaba­n muchísimo y atender las dos cosas fue muy difícil, dado que las pollas chicas dan trabajo, y un bebé a tiempo completo, mucho más.

De todas formas, los tiempos difíciles ya pasaron y actualment­e es una orgullosa productora rural. Con sus 300 gallinas, y algún vacuno, se considera una mujer rural y pertenece a la Cooperativ­a Agroindust­rial “Las Pampas”, que hoy trabaja, junto al Ministerio de Ganadería, para obtener una marca para los productos de sus socios. Hoy vende su producción -de seis cartones diarios en buena época- los sábados en una feria de Villa Sara, junto a los quesos de una vecina.

Cooperativ­a Las Pampas trabaja con el MGAP para ponerle marca a los productos que elaboran.

“Sí, soy mujer rural y me siento bien. Mucha gente me dice que fue una locura venir de España directo a vivir al campo. Quizás en su momento lo fue, pero el tiempo me dio la razón y siento tranquilid­ad, sobre todo, por la crianza que le estoy dando a mi hija”, contó.

La niña, que está por cumplir cuatro años, comenzó a asistir a una escuela rural ubicada a 12 kilómetros de la chacra.

Para finalizar, Adriana comentó: “Creo que Uruguay tiene fuentes de trabajo, pero hay que buscarlas y pensarlas. Hay oportunida­des. Siempre que se pueda hay que estudiar, porque así se abren muchas más puertas”.

 ?? ??
 ?? ?? Con este sistema, la gallina no está en una jaula ni en un galpón cerrado junto a otras gallinas comiendo, tomando agua y poniendo huevos. La gallina está suelta y sale al campo todos los días a pastorear, comiendo ración una vez al día. Esto hace que tenga todo lo que necesita la gallina en un comportami­ento natural.
Con este sistema, la gallina no está en una jaula ni en un galpón cerrado junto a otras gallinas comiendo, tomando agua y poniendo huevos. La gallina está suelta y sale al campo todos los días a pastorear, comiendo ración una vez al día. Esto hace que tenga todo lo que necesita la gallina en un comportami­ento natural.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay