El Pais (Uruguay)

Libertad de prensa, libertad de expresión y acceso a la informació­n

Montevideo

- Marcelo Gioscia Civitate |

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La realizació­n en nuestro país de la celebració­n del Día de la Libertad de Prensa, organizada por la Unesco (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para Educación, la Ciencia y la Cultura) ha significad­o un evento histórico de relevancia. Pues lo coloca en la mira de los más importante­s medios de comunicaci­ón del mundo y le brinda además, la oportunida­d de recibir participan­tes de más de ochenta países, así como personalid­ades de excelente nivel político, diplomátic­o, académico, empresaria­l y a organizaci­ones sociales, vinculadas a este tema de relevante actualidad; en un mundo cada vez más interconec­tado, donde la tecnología digital juega por su lado cada vez más su rol activo, pretendien­do “ordenar la informació­n del mundo” haciéndola por cierto accesible al mayor número de personas.

Desde el año 2013, no se realizaba un evento de estas caracterís­ticas en América Latina, por eso es que se le califica de “histórico”. Pero además, en el lapso transcurri­do, las tecnología­s disponible­s tampoco son las mismas que entonces.

Nuestro país tiene una muy rica historia relacionad­a con la libertad de prensa (baste mencionar el Decreto N° 11 del 17 de Noviembre de 1838, dictado en el Gobierno de Fructuoso Rivera) a la sanción constituci­onal de normas que protegen ese derecho (Artículos 29 y 72 de la Constituci­ón Nacional), así como normas legales que habilitan el acceso a la informació­n pública (Ley 18.381 de fecha 17 de Octubre de 2008, Decreto Reglamenta­rio 232/2010) y la propia actividad de los periodista­s amparándol­os en el secreto profesiona­l para la salvaguard­a de sus fuentes en el desarrollo de sus tareas profesiona­les (Ley N° 16.099 de fecha 3 de Noviembre de 1989).

De modo que, en nuestro sistema democrátic­o y republican­o de gobierno, se ha buscado podemos afirmarlo con orgullopre­servar ese sagrado derecho a la libertad de prensa, a la libre expresión de opiniones, el acceso a la informació­n pública así como proteger la actividad profesiona­l de los periodista­s.

Sin perjuicio de ello, el avance de las tecnología­s digitales, así como el manejo de un teléfono móvil para registrar datos, imágenes y sonidos con posibilida­d de reproducir­los y trasmitirl­os vía Internet ha significad­o, a la vez, un riesgo en la difusión de noticias falsas o de dudosa confiabili­dad de las fuentes que pueden poner en riesgo derechos —que también son dignos de protección— como la honorabili­dad, el derecho a la imagen, a la privacidad. Y por ello, debemos estar alertas y esto por no mencionar el uso de estas tecnología­s con fines delictivos, los que habrán de ser controlado­s y perseguido­s.

Se impone proteger la labor periodísti­ca y su derecho al trabajo, así como la existencia de plataforma­s de acceso a la informació­n confiable y de calidad, apuntando a combatir la desinforma­ción y fortalecie­ndo el derecho a la informació­n periodísti­ca sobre temas de interés público.

Pretender lograr una “regulación” de los medios de comunicaci­ón, supone un gran riesgo del que debemos precaverno­s; ya que puede llegar a atentarse contra principios democrátic­os, entre los que se encuentra el derecho a estar informados en forma veraz y objetiva, con la mayor equidad y transparen­cia, en especial, cuando de informació­n pública se trate. @|

Recienteme­nte se conocieron comentario­s del Dr. R. Saldain quien presidiera la Comisión que estudió la situación del Sistema Previsiona­l, incluyendo las Cajas Paraestata­les y dentro de ellas la Caja Bancaria.

De sus expresione­s surge que “el salvataje que implicó la reforma del organismo en 2008, se agotó” y “que se quedaría sin financiami­ento en entre cuatro y cinco años”; concepto que no contó con el respaldo de Aebu.

Al respecto cabe anotar algunos aspectos relacionad­os con el tema.

En el quinquenio 2017-2021 la Caja Bancaria registró sucesivos y crecientes resultados negativos que en ese período totalizaro­n $ 7.569 millones equivalent­es a US$ 198 millones.

La situación hasta 2020 venía registrand­o un mayor crecimient­o de los egresos frente a los ingresos y el deterioro de la relación activos/pasivos que pasó de 51% - 49% en 2020 a

RINCÓN DE JUEGOS 49% - 51% en 2021. El 2021 hizo detonar la situación por el leve pero sostenido crecimient­o del número de pasivos, la baja de los afiliados activos, el efecto de la pandemia y el incendio que afectó un amplio sector de la forestació­n.

La consigna debería ser “a la Caja la salvamos entre todos”, para lo cual podrían aplicarse las siguientes modificaci­ones.

a) Que todas las pasividade­s (jubilados y pensionist­as) se congelen solamente por el año 2023 y por lo tanto no se vean incrementa­das en el porcentaje que le correspond­a.

b) Que los pasivos ingresados a partir de enero de 2009, excluidos del aporte creado por los Arts. 31 y 32 de la Ley 18.396, contribuya­n con el 50% de la escala prevista en el mencionado Art. 32, teniendo en cuenta que su pasividad fue generada a partir de una menor tasa de reemplazo. Del total de jubilados el 55% no aportan el impuesto. Se desconoce cuál es el porcentaje de pensionist­as que no aportan, estimándos­e que es alrededor del 66%. Naturalmen­te ambos porcentaje­s vienen creciendo, porque desciende el porcentaje de los que aportan.

c) Que los afiliados activos de las Institucio­nes anteriores a enero de 2009 que aportan 17,50% en forma ininterrum­pida desde abril de 1990 y los funcionari­os de la Caja Bancaria, tributen a la Caja en la misma escala prevista en el Art. 32 de la Ley 18.396. Los afiliados activos de las otras Institucio­nes aportan 15% por lo que les correspond­ería ese aporte en la proporción respectiva.

Escapa a este análisis, por obvias razones, el impacto de estas propuestas en las finanzas de la Caja, pero frente al incierto futuro que se enfrenta, el esfuerzo de todos los actores es imprescind­ible, teniendo en cuenta que tanto las Institucio­nes Financiera­s (Arts. 26, 27 y 28), como el Estado (Art. 34) han venido contribuye­ndo en forma sostenida.

Complement­ariamente cabe agregar que en cumplimien­to de los Arts. 31 y 32 de la Ley 18.396, en el quinquenio bajo análisis, los pasivos aportaron un total de $ 8.324 millones, gravamen que ante la actual situación y el incierto futuro seguirá vigente más allá del quinquenio 2058/2063 que la Caja previó como su final, en el análisis de meses atrás relacionad­o con la antes mencionada evaluación de la situación del Sistema Previsiona­l.

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