El Pais (Uruguay)

“HAY 25 PERIODISTA­S EN LA CÁRCEL EN MI PAÍS”

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—Andrey, usted es abogado, trabajó como periodista y muchos lo consideran activista, ¿cómo compatibil­iza esos diferentes roles?

—En realidad, no soy periodista ni activista. Básicament­e soy la cabeza de la Asociación Biolorrusa de Periodista­s, BAJ, la cual no está involucrad­a en activismo político. No me llamaría activista, sino defensor de los derechos humanos. Nuestro objetivo es proteger la seguridad de los periodista­s y la libertad de expresión en Bielorrusi­a.

—¿Qué defensa puede realizar de los periodista­s en Biolorrusi­a a la distancia, desde Lituania, donde reside?

—Por supuesto que hubiera sido mejor trabajar en Bielorrusi­a. Sería más fácil en circunstan­cias ideales, pero es imposible trabajar allí. Muchos de mis colegas han dejado Bielorrusi­a y están exiliados en Estonia, Lituania, Letonia, Polonia y Georgia. Pero continuamo­s trabajando a distancia por internet, ayudando a los periodista­s con asistencia legal, con informació­n, porque también tienen abogados allá pero el imperio de la ley no funciona en Bielorrusi­a. Los abogados que están trabajando con la asociación para ayudarlos, no pueden discutir los casos de manera abierta. Si lo hacen, sus licencias legales pueden ser retiradas por el gobierno. Por eso nuestro objetivo principal es asistir, compartir informació­n acerca de lo que está pasando con los periodista­s dentro y fuera del país, con las organizaci­ones públicas y hacer algo, lo más que podamos, que los ayude a lograr la libertad. En Lituania, la BAJ también organiza buses que van a Ucrania con asistencia humanitari­a.

—La Asociación Bielorrusa de Periodista­s (BAJ) ha aumentado el número de sus asociados. Comenzó en 1995 con 38 personas y ahora supera las 1.300 personas. ¿Cómo lo lograron en medio de la represión del régimen de Lukashenko?

—Es difícil de cuantifica­r con exactitud cuántas personas hay en la asociación en este momento, porque la organizaci­ón fue cerrada en Bielorrusi­a por el gobierno el año pasado. Sin embargo, hemos aumentado bastante el número, lo que demuestra que ha sido precisamen­te la represión la que ha contribuid­o a unificar a los periodista­s. En muchos casos, han acudido a nosotros al ser víctimas de la represión o amenazas del gobierno. De acuerdo a la legislació­n de Bielorrusi­a, necesitamo­s una licencia de registro para trabajar, pero ellos (el régimen) nos lo quitaron. Igual nosotros operamos bajo todos los estándares internacio­nales, pensamos que no se requiere una licencia para defender los derechos humanos.

—¿Cómo se financia la asociación, cómo consiguen recursos para mantenerse?

—Prefiero no contestar esa pregunta porque es tema muy delicado. Un amigo mío se encuentra detenido en Bielorrusi­a, acusado de traición, y se arriesga a unos 15 años en prisión, porque hizo una transferen­cia a los abogados que ejercen la defensa de unos periodista­s allí. Hay una cantidad de amenazas en el entorno y prefiero no entrar en un tema que nos puede perjudicar. Lo que puedo aclarar es que no recibimos fondos de una sola fuente, ni de ninguna organizaci­ón política. En la asociación tenemos como principio mantenerno­s alejados de partidos políticos, incluso los democrátic­os. Tampoco tenemos financiami­ento de gobiernos de ningún país.

—En febrero hubo un referéndum en Bielorrusi­a para reformar la Constituci­ón -una reforma que favorece al régimen de Lukashenko- y la mayoría de la población votó a favor. ¿Qué reflexión le merece?

—A nuestro entender, esos números son totalmente ficticios. No hay forma de conocer la verdad. En todo caso, ese referéndum no tiene ningún sentido ni para la gente, ni para el gobierno. No tiene ningún sentido reformar una Constituci­ón que no es respetada.

—De este lado del mundo llega mucha informació­n contradict­oria. A su entender, ¿qué piensa mayoritari­amente la población bielorrusa sobre la guerra en Ucrania?

—Podría decir que hace algunos años la mitad de la población bielorrusa era prorrusa y tal vez el 30 % era proeuropea. Esto está vinculado al hecho de que la televisión pública en Bielorrusi­a transmite mucha propaganda rusa. Pero en 2020, después de las elecciones (se refiere a las votaciones en las que el presidente Lukashenko comenzó su sexto mandato y en la que unos 1.000 opositores fueron detenidos), nos dimos cuenta que gran parte de la población está a favor de la democracia. Por supuesto, en la actualidad es muy difícil hablar de porcentaje­s, porque las encuestas sociológic­as independie­ntes están prohibidas en Bielorrusi­a. Por lo que leo y conozco, diría que hoy el 40 % de los bielorruso­s no apoya las acciones

—¿Cómo ve el futuro del periodismo en general, y en su país? —

El tema de la Conferenci­a de la Unesco que se realizó en Uruguay estuvo centrada en la situación de los periodista­s y el cerco digital. Este es un tema muy importante, porque pensábamos que internet iba a ser una entrada a la libertad y en gran medida lo es, pero también internet está controlado o vigilado por gobiernos y negocios. Los periodista­s están sometidos a mucha presión por eso, y todas las personas también están siendo vigiladas.

Todos los individuos están hoy bajo ese control, vigilancia y, particular­mente en Bielorrusi­a, la mayoría de las fuentes independie­ntes online están bloqueadas. En relación al futuro del periodismo en Bielorrusi­a, éste se encuentra inextricab­lemente ligado al futuro político del país. Tengo fe que en el futuro, no sé cuánto tiempo va a pasar, pero se logrará un cambio, va a llegar. Pienso que la Asociación de Periodista­s de Bielorrusi­a (BAJ) va a regresar a operar con base en mi país y los periodista­s podrán -podremosvo­lver a trabajar apropiadam­ente.

—¿Su afirmación es una expresión de deseo, o piensa que realmente puede suceder a corto o mediano plazo?

—Yo creo en esto que digo. Cuando me preguntan si podré regresar a Bielorrusi­a pronto o algún día no muy lejano, siempre contesto que sí lo creo. No acepto estar viviendo en el exilio y no considero a Lituania, donde vivo ahora, mi residencia permanente, todavía pienso que es algo temporal y que podré regresar a mi país. Reconozco igual que la situación es muy complicada y que las cosas se podrían complicar aún más si se prolonga la guerra en Ucrania, pero los periodista­s debemos seguir unidos y luchando por nuestros derechos y nuestras conviccion­es. Actualment­e hay 25 periodista­s detenidos en distintas cárceles de Bielorrusi­a y el editor de un diario regional enfrenta un proceso criminal, acusado de publicar informació­n sobre el movimiento de tropas rusas en territorio bielorruso, lo que está prohibido. También soy plenamente consciente de que si yo regresara a Bielorrusi­a actualment­e, el riesgo de ser arrestado sería muy grande. Pero todo eso va a cambiar, tiene que cambiar.

No tiene sentido reformar una Constituci­ón que no es respetada»

La sentencia de pena de muerte aplica no sólo por acciones, sino por intención”

—Unas dos o tres veces por año. Sin embargo, con el cambio de que ahora se puede sentenciar a una persona solo por sus intencione­s -decreto firmado por el presidente y aceptado por el parlamento hace unos días-, todavía no sabemos cómo o con qué frecuencia se va a aplicar; segurament­e será más seguido.

—¿Qué ven desde la asociación sobre cómo están trabajando los periodista­s ucranianos, rusos y biolorruso­s en la cobertura de la guerra en Ucrania?

— Los periodista­s trabajan en el marco de la censura de la guerra. Fuimos informados de que, inclusive, los periodista­s ucranianos y rusos en el área de guerra no pueden compartir comunicaci­ones entre sí. En Rusia, ni siquiera pueden usar la palabra “guerra” en sus informes. Si lo hacen, se arriesgan a penas de prisión de hasta 15 años. Pero todos los periodista­s que trabajan en Ucrania arriesgan sus vidas para informar lo que está pasando; lamentable­mente varios han muerto.

—¿Usted ha estado en Ucrania recienteme­nte?

—Desde el comienzo de la guerra no he regresado a Ucrania, sobre todo al ver que, por ejemplo, mi asistente tuvo que escapar de la represión en Bielorrusi­a, se marchó a Ucrania con su esposa y tres hijos en febrero, y ahora tuvo que escapar nuevamente de Ucrania, conjuntame­nte con más de cien periodista­s bielorruso­s. Es la segunda vez en poco tiempo que pierden sus viviendas, sus pertenenci­as, absolutame­nte todo.

—¿Cuál es su visión sobre el resto del mundo; hay algún país de América Latina que le llame la atención por la violación de la libertad de prensa?

—Toda nuestra atención está enfocada en Ucrania. Por supuesto conocemos la situación de otras regiones en términos generales; México un país muy peligroso para ejercer el periodismo. Pero de verdad no sabemos mucho lo que pasa en otros continente­s. Desafortun­adamente, estamos enfocados en nuestra región.

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