El Pais (Uruguay)

De cara a la rendición de cuentas Muchos Papá Noel lejos de la Navidad

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En mi columna de hace dos lunes, atribuí a la necesidad de mantener la cohesión de la coalición gobernante las decisiones del lunes 18 de abril, que implicaron flexibiliz­ar las políticas fiscal y salarial y, en particular, entrar en contradicc­ión con la política monetaria en cuanto a la formación de las expectativ­as de inflación.

Luego de ello, el Senado, por unanimidad, decidió enviar una comunicaci­ón al Poder Ejecutivo recomendan­do realizar una nueva flexibiliz­ación fiscal por la vía de exonerar transitori­amente del IVA a una canasta de bienes de consumo. También el PIT CNT se sumó a la lista de pedigüeños, pero esto no sorprende tanto como lo sucedido en el Senado, con el voto favorable de los legislador­es del partido gobernante.

En principio, las respuestas del Poder Ejecutivo fueron correctas, tanto por parte del presidente como de su ministra de Economía y Finanzas, negándose a aceptar los respectivo­s pedidos. Sin perjuicio de que pueda haber coincidenc­ias entre alguno de éstos y decisiones que el Ejecutivo ya había anunciado que adoptaría en el ámbito del Mides.

Lo más delicado de lo relatado consiste en que esto se está dando a semanas de iniciarse el proceso parlamenta­rio de la Rendición de Cuentas, donde todo indica que se plantearán pedidos de todo tipo y calibre por parte de propios y extraños. Creo que no le será fácil al tándem Lacalle Pou – Arbeleche plantarse frente a semejante alud, por lo que es posible que de dicho proceso salga un deterioro fiscal.

Lo complicado de la situación consiste en que las visiones desde ambas perspectiv­as son opuestas. Desde la visión del MEF, las cosas marchan bien (la economía se recupera y con ella también el empleo) y la situación fiscal no es aún la deseada, si bien ha mejorado. En cambio, desde la óptica de quienes piden medidas, las cosas no van tan bien (los salarios reales y la pobreza están peor que antes de la pandemia) y la situación fiscal es

JAVIER DE HAEDO

aceptable (acá es relevante la definición que cada quien tiene de “aceptable”).

Desde esta tribuna me he explayado en explicar la situación económica, que, en pocas palabras muestra buenas tendencias y todavía flojos niveles. Por lo que, de algún modo, ambas partes tienen algo de razón. Aquello del vaso a medio llenar.

Por tanto, resulta decisivo entender cuál es la situación fiscal, que indudablem­ente ha mejorado pero que está todavía lejos de llegar a donde debería (un déficit fiscal total apenas mayor a 2% del

PIB, como máximo). Y no sólo eso: hasta ahora, algunas cosas se dieron de un modo favorable a las finanzas públicas mientras que, a partir de ahora, hay varios elementos que apuntan en el sentido contrario. Veamos.

En los últimos 12 meses a marzo, el déficit del sector público fue de 3,5% del PIB. Esa cifra incluye rubros que no son permanente­s y segurament­e, un ajuste que tenga en cuenta al ciclo económico y a dichos rubros, dé lubueno gar a un resultado mejor. Allí se llegó desde un déficit de 4,4% del PIB en 2019 que, ajustado del mismo modo, daba lugar a un resultado todavía algo peor. Por lo que ha habido un progreso indudable.

Además, la mejoría fiscal se ha dado sin aumentos impositivo­s y con reduccione­s en el gasto, lo que

luce muy

y en línea con los compromiso­s electorale­s del presidente. Sin embargo, y como siempre, debemos meternos más en los números para entender los que está pasando. ¿Dónde ha estado el ajuste? ¿Es “estructura­l”, permanente o transitori­o, reversible?

Hasta ahora no hay noticias de una reducción “estructura­l” del gasto público y hasta donde se sabe, la plantilla de funcionari­os es hoy más o menos la misma que se encontró. Tampoco hubo cambios en las normas que rigen las pasividade­s que pudieran dar lugar a ahorros. Por lo tanto, la mejoría parece ser transitori­a, lo que se confirma si se analizan los números, como se verá a continuaci­ón.

El principal factor que hasta ahora jugó en beneficio de las finanzas públicas fue la inflación, que subió en 2020 y estuvo por encima de lo previsto en 2021 y 2022. Esa mayor inflación juega favorablem­ente desde el punto de vista fiscal por la diferente “memoria” en las reglas de indexación de ingresos y gastos. A modo de ejemplo, el IVA que se recauda en un mes tiene como base los precios del mes anterior mientras que los salarios públicos y las pasividade­s quedan fijos desde enero. Al acelerarse la inflación, el IVA la incorpora mientras que salarios y pasividade­s no.

En el caso del rubro remuneraci­ones, el gasto será este año menor al de 2019 en 0,5% del PIB y en el caso del rubro pasividade­s, esa diferencia será de 0,7% del PIB. Por otro lado, entre 2019 y marzo de 2022, las inversione­s cayeron en 0,5% del PIB. Si bien el PIB crecerá hasta el final del período de gobierno, y junto con él subirán los ingresos fiscales, también existen compromiso­s de recuperaci­ón salarial (v.gr. las medidas del lunes 18 de abril), anuncios de aumentos en las inversione­s y promesas de rebajas impositiva­s que dificultar­án que las finanzas públicas sigan mejorando como hasta ahora. Y más pagos de intereses, con las tasas en subida.

En este contexto, es muy comprensib­le la respuesta de la ministra Arbeleche a los planteos que ha recibido. Y será clave su firmeza, y, en última instancia, la del presidente Lacalle Pou, en el proceso presupuest­al que se viene. Sólo de ese modo podrá cumplir con su compromiso electoral: llegar a la meta fiscal sin subir impuestos. Aun cuando ello se logre sin reformas permanente­s en el sector público sino con una represión (que siempre y por definición será transitori­a) del gasto público.

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