El Pais (Uruguay)

Tierras espiritual­es en Lavalleja: el templo budista

Recibe practicant­es de todo el mundo para compartir enseñanzas budistas

- TATIANA SCHERZ BRENER

Hace más de 30 años, el maestro tibetano Chagdud Tulku Rinpoche llegó a Uruguay invitado por un practicant­e del budismo. Se quedó en una casa en el departamen­to de Lavalleja, sobre la ruta 81. Durante su estadía tuvo la visión de que todos los seres lo estaban esperando en esas tierras desde hacía mucho tiempo para dar sus enseñanzas. Entonces, acompañado de sus discípulos, logró fundar Sengue Dzong, un templo budista ubicado en las Sierras de Minas.

CASA BUDISTA. Pema Gompo fue discípulo de Chagdud Tulku Rinpoche y es el actual encargado de Sengue Dzong. Aún recuerda aquella noche en la que su maestro los despertó a él y sus compañeros para contarles sobre su visión: “Éramos cuatro o cinco personas que estábamos con él y fue como a mitad de la madrugada”, dijo en diálogo con El País.

A la mañana siguiente, unieron sus voluntades con el propósito de construir un centro de retiros para que gente de otros países pudiera venir a realizar sus prácticas en Uruguay.

Con el tiempo, se consiguier­on los fondos y se compraron las 600 hectáreas que hoy constituye­n el centro.

Finalmente, el lugar se erigió no solo como casa de retiro, sino también como centro de enseñanzas, abierto a los practicant­es del budismo y también al público en general.

Desde la explanada del templo, en lo alto de la sierra, todo lo que se ve es naturaleza. El paisaje es verde e infinito y se completa con el piar de los pájaros. A lo lejos se distinguen otras construcci­ones destinadas a retiros.

En medio de todo eso, Sengue Dzong destaca con sus colores vívidos y techos orientales. Según explicó Pema Gompo, en el budismo no es indispensa­ble contar con un templo, pero sí es lo más práctico a la hora de impartir las enseñanzas.

Muchos practicant­es de otros países han venido a Uruguay para dejar su granito de arena en el diseño y la ornamentac­ión de este templo. Hay, por ejemplo, pinturas realizadas por gente de Nepal y estatuas creadas por personas de Bután.

En las paredes y las columnas pueden verse imágenes de figuras humanas y otros símbolos caracterís­ticos del budismo. Sin embargo, no están ahí a modo de adoración: “Aquí no existe el concepto de Dios ni de ningún creador y no se adora a Buda ni a nada”, señaló Pema Gompo. En este sentido, subrayó que “el dalái lama —líder espiritual del budismo tibetano— siempre aclara que el que quiere practicar budismo no tiene que dejar de lado su tradición espiritual. Si uno es cristiano, judío, musulmán o lo que sea, puede seguir siéndolo”.

Las imágenes, entonces, están en el templo “para ayudar al practicant­e en su práctica”.

Pema Gompo lo explicó así: “Son un punto focal, porque si no cuando uno practica la mente salta de un lado al otro y no tiene donde fijarse”. Por ejemplo, la compasión no tiene forma física, pero existe una imagen que la representa. De esta forma, al practicar para desarrolla­r la compasión uno puede memorizar esa imagen y enfocarse en lo que simboliza cada elemento.

No obstante, la práctica no termina cuando la persona sale del templo, sino que “hay que llevarla a la vida diaria, todos los días, las 24 horas del día”: “Uno puede ser bonito y simpático acá, pero afuera también debe ponerse en el lugar del otro y tratar de ser lo más compasivo posible”.

SÍMBOLOS. Al entrar al templo, en un espacio previo a la sala principal, hay un cilindro con la imagen del Buda de la Medicina que va girando movido por un motor. Por dentro tiene una bobina de papel que al abrirse puede extenderse por metros o hasta kilómetros y en ella se escribe a mano un mantra, de ambos lados y en sánscrito. “Eso lleva mucho tiempo y cuando está pronto pasa por un proceso de bendicione­s que también lleva un tiempo prolongado”, señaló Pema Gompo. Y agregó: “La idea es que al girar va llevando las bendicione­s del mantra a todos los lugares donde el viento toca”.

Se han distribuid­o varios como ese en distintos países: “Sabíamos que venía la pandemia y que van a seguir habiendo inconvenie­ntes porque ya está todo escrito, entonces es para mitigar la situación un poquito”.

Ya en el salón principal, se ven almohadone­s rojos dispuestos al lado de mesitas del mismo color, y en el frente estantes con libros envueltos en tela, instrument­os musicales y estatuas. A veces, se toca música dentro de la práctica como una “ofrenda de sonido a todos los seres”. Y es que al templo no se va a recibir ni a pedir: “El otro es más importante que uno, entonces el concepto budista es que tenemos que dar”. En este sentido, aseguró: “Cuando las personas hacen sus prácticas, lo que hacen es dar, pero no cosas tangibles, sino su virtud”.

La estatua principal del templo es la de Buda. En realidad, ‘Buda’ no es un nombre de alguien en particular, sino que significa ‘el despierto’, indicó Pema Gompo. “Es cualquier persona que despertó para ver la realidad de los fenómenos tal cual es y no como la estamos viendo”.

Para explicar lo anterior, se refirió a las puestas de sol. “Nuestros sentidos nos dan la apariencia de que el sol se está poniendo, pero eso es falso, porque el sol queda fijo y son los planetas los que giran a su alrededor”, expuso. De esta manera, “los sentidos nos informan cosas que no son correctas y con base en eso construimo­s nuestra realidad personal. Cuando despertás a ver las cosas como son, te llaman Buda”.

En general, cuando uno piensa en una estatua de Buda, aparece en la mente una imagen de un hombrecito panzón y simpaticón. Sin embargo, en el templo Buda está representa­do como alguien más bien flaco, con un recipiente en su mano izquierda llamado tazón de mendicante. “Él bajaba de la montaña con sus discípulos para pedir alimento y comía una sola vez al día lo que le ponían en ese recipiente”, contó Pema Gompo. Y si comía solo eso, muy gordito no podía estar.

En la estatua, la otra mano está tocando el suelo, lo que significa que “si bien alcanzó la iluminació­n y puede ver la realidad absoluta, no pierde contacto con la realidad relativa”.

Esto es así porque “tiene que ponerse a la altura de la gente para transmitir sus enseñanzas, al igual que una madre o un padre adapta su forma de hablar cuando le dice algo a su bebé”.

Asimismo, en el templo es posible encontrar una foto de Chagdud Khadro, directora espiritual de la organizaci­ón que reúne a todos los centros fundados por Chagdud Tulku Rinpoche.

Para Pema Gompo, ella es un muy buen ejemplo para Occidente, en tanto “muchos tienen la idea de que el maestro tiene que ser oriental, y ella tiene un nivel muy alto, es norteameri­cana y era periodista del diario New York Times”.

Las imágenes en el templo están “para ayudar al practicant­e con su práctica”.

ENCUENTROS. Las actividade­s en la casa budista suelen hacerse durante los fines de semana. Los practicant­es asisten a las enseñanzas, duermen y comen en el templo. “Es convenient­e escuchar las enseñanzas varias veces para tener realizació­n sobre la práctica”, indicó Pema Gompo.

A su vez, subrayó que el camino espiritual del budismo no puede caminarse sin un maestro. “Uno puede comprar libros, pero estos no te responden las dudas”, dijo. Y añadió: “En el budismo nadie alcanzó la iluminació­n sin un maestro”.

En el templo también se realizan visitas para el público en general que van desde las 9.30 hasta las 16 horas. Se recorre el lugar por fuera y por dentro, se explican los simbolismo­s de los distintos elementos y luego se habla sobre qué es el budismo y qué no es. La próxima fecha es el domingo 8 de enero y la inversión es de $ 2.650, con almuerzo incluido.

Se pueden conocer opciones de transporte y hospedaje en la página web www.budismo.com.uy. Las inscripcio­nes a las visitas también se realizan en el sitio. Se pueden mandar consultas por Whatsapp al número 095 489 550 (no se contestan llamadas) o enviando un correo a visitas@budismo.com.uy.

Para conocer más sobre budismo, Pema Gompo recomendó las siguientes lecturas: Puertas a la práctica budista de Chagdud Tulku Rimpoche (está a la venta en el templo por un costo de $ 650), Las palabras de mi maestro perfecto de Patrul Rimpoche y El libro tibetano de la vida y de la muerte de Sogyal Rimpoche.

Hay que llevar la práctica a la vida diaria: “Todos los días, las 24 horas del día”.

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