DIVERSIÓN Y MUCHO CIRCO EN TODAS LAS PANTALLAS
WANDA NARA
Si Wanda Nara sigue ahí, ocupando un lugar en la paleta de personajes que le dan combustión al espectáculo de masas argentino, es porque expresa una sobrevida: la del entretenimiento fraguado por el escándalo mediático, un tipo de show que solía ser exitosamente traficado en el piso en vivo de Marcelo Tinelli. Ahora bien, ese mundo está en retirada. Marcelo ya no consigue medir dos dígitos y el escándalo que estamos consumiendo desaforadamente ya no es parte de un reality prescrito, sino de una realidad dramática. Entertainment politik, el nuevo espectáculo argentino es el de su devenir político: la política, hoy, es el nuevo show. Wanda, en todo caso, es la Constantinopla que aún no ha caído, la reserva pertinaz de un mundo que ya fue.
¿Cómo consigue Wanda eludir el derrumbe de una era y seguir en pie durante la siguiente? ¿Cómo compite en la agenda de los medios contra el magnicidio fallido de una vicepresidenta transmitido en tiempo real; contra un libertario espectacularmente rabioso que se lleva las luces cada que vez que aparece bajo su tórrida peluca; contra el cine catástrofe de una guillotina montada en Plaza de Mayo o la comedia negra de un gobierno que gusta dispararse en el pie? En definitiva, ¿cómo le pelea minutos de aire y centimetraje de redes a un concurso que nos tiene pegados a la pantalla de los canales de noticias? Bueno, para empezar, comprendiendo que la única pantalla apta para negociar su contenido es la de su celular. Condensó a los canales que le daban cámara en el interior de su teléfono, y tiene en la mano su propia cámara y su propio canal. Ha nacido con esa habilidad, Wanda. La de diseñarse sola. Tenía 22 años cuando me recibió en su casa del barrio privado Santa Bárbara. En aquel momento le pregunté:
—¿Eras virgen cuando decías que eras virgen?
—No.
—¿Y estuviste con Maradona cuando decías que habías estado con Maradona?
—No, tampoco.
—¿Por qué no dijiste la verdad?
—Porque la verdad no me servía. Pilla, que es la forma rioplatense de decir: viva. Sobreviva.
La del espectáculo y la política es la historia de una deglución, de cómo uno fue devorado por la otra. Y tenemos una Wanda para cada uno de los momentos donde esta historia dobla el codo.
En 2001 el espectáculo parodió a la política y la política se molestó. El expresidente Fernando de la Rúa culpó a la tinellización de la cultura por la caída de su gobierno. Freddy Villarreal había compuesto un De la Rúa que podía verse como la imitación de su torpeza, pero también como un ensayo politológico de su desgobierno. Con 14 años, Wanda ya aparecía en la versión zonal que Clarín distribuía en Vicente López hablando de las necesidades solidarias de su barrio.
Para 2009, la política ya había comprendido que hacer pataletas porque la imitaban no era negocio, que el negocio estaba en ir hacia sus parodiadores porque ellos sabían hacer reír a la personas que después tenían que votar. Francisco de Narváez visitó el piso de Marcelo Tinelli y le hizo el juego a su imitador. El chiste de “alica, alicate” funcionó. Y De Narváez le ganó a Néstor Kirchner las elecciones de medio término en la provincia de Buenos Aires. Wanda estaba casada con Maxi López, vivía en Santa Bárbara en una casa con muelle propio. Y había pasado de botinera a señora de.
En 2015, Daniel Scioli cerró su campaña a presidente de la nación (Uruguay es una república, Argentina es una nación, Sanguinetti dixit, una remera que diga) en el piso de Tinelli, pero el espectáculo ya no le podía garantizar a la política triunfos ni empatías. Y Scioli perdió. Wanda, mientras tanto, recibía de Mauro Icardi, su esposo después de Maxi López, un bolso Birkin. El jugador la filmaba abriendo su regalo, subía el video y entonces las redes se prendían fuego.
En 2022 la deglución se ha consumado. Tinelli no mide y Gran Hermano, que la rompe, arma un casting con una diputada nacional mandato cumplido por el kirchnerismo y un posteador de las narrativas de la derecha dura negacionista. Wanda sigue sumando capítulos a las temporadas de su novela. Apertura de los locales Wanda Cosmetics. Separación de Icardi. Romance súbito con L-gante. Reconciliación con Icardi. Y así.
En un país descreído de sus horizontes, empobrecido, en trance continuo de antinomia cruda, Wanda ofrece entretenimiento blando, carne de chisme puesta sobre el brasero de Whatsapp. Messi y la selección, Wanda y sus enredos, no están sobrando los asuntos que los argentinos podamos comentar sin tirarnos con el padrón electoral por la cabeza. Esto, como todo, un día también pasará. Mientras tanto, Wanda nos divierte. Para criticarla, para salir en su defensa, Wanda Nara es una sobreadaptada de las sucesivas épocas de la comunicación que sabe cómo hacer para que nunca nos falte la materia entusiasta de su circo.