El Pais (Uruguay)

LA HISTORIA ATRÁS DE UN

NARCO QUE SUBIÓ RÁPIDO SEBASTIÁN MARSET

- RAÚL SANTOPIETR­O

Está un poquito incómodo para mí. Un poquito bastante. Les pido, por favor, que terminen con esto. Si tienen pruebas de algo, hablen tranquilo Marset. Están todas las minas en otra, nadie quiere familia, nadie quiere hijos, las minas están en cualquiera pero posta. No saben ni de qué sexo son la gente” Wanda Nara.

Podrido me tienen”, decía Sebastián Marset desde dentro de un auto, mirando a la cámara de su teléfono celular, con tapabocas y grandes lentes de sol que no permitían ver su rostro. En ese entonces, fines de agosto, ya ocupaba los titulares de diarios como el narcotrafi­cante uruguayo de mayor renombre, requerido y también prófugo.

“No hay otra cosa de qué hablar que no sea mío”, agregaba en un video enviado a la televisión. Y tenía razón. A mediados de 2022 fue el principal tema de conversaci­ón durante semanas. Decenas de notas se escribiero­n sobre él intentando contar quién era, si eran reales sus fachadas como futbolista profesiona­l o productor musical, cómo había crecido en el mercado de la droga y si realmente existía y lideraba el Primer Cartel Uruguayo.

Lo que lo ubicó en el centro del debate político fue la tramitació­n y entrega por parte de Cancillerí­a, de forma exprés, de un pasaporte uruguayo estando preso en Dubái en setiembre de 2021 por intentar ingresar a Emiratos Árabes Unidos con un documento paraguayo falso.

Una década atrás el nombre de Marset ya aparecía vinculado al mercado de la droga. A sus 21 años el joven nacido en abril de 1991 en Cerrito de la Victoria demostraba gran capacidad para contactars­e en las altas esferas delictivas. Por aquel entonces logró asociarse con Juan Domingo Viveros Cartes, alias Papacho, tío del expresiden­te paraguayo Horacio Cartes, con el que traficó marihuana. Uno de sus cargamento­s, con 450 kilos, llegó al país y Marset era el encargado de recibirlo, pero fue intercepta­do. Si bien evitó ser capturado, unos meses después cayó preso cuando la Policía lo detuvo con 137 kilos de marihuana.

Se dice que la cárcel puede ser “una escuela del delito”. Y en su caso el Penal de Libertad lo fue. Allí Marset se contactó con varios narcotrafi­cantes de carrera, algunos extranjero­s, que enseguida se interesaro­n en las curiosas credencial­es con las que fue detenido. Marset salió fortalecid­o en 2018. Y tres años le bastaron para montar una gran organizaci­ón criminal, que la inteligenc­ia paraguaya definió como “clan familiar”.

Antes de abandonar Uruguay y construir su red en Paraguay, estuvo en Bolivia y allí se presume que fundó el Primer Cartel Uruguayo, cuya sigla PCU firmó un mensaje en mayo de 2020 dirigido a la fiscal de estupefaci­entes Mónica Ferrero, amenazándo­la con matarla. A este cartel se le atribuyó, por esas fechas, el ataque a la sede de la Brigada Antidrogas con una bomba molotov.

En Paraguay Marset logró consolidar­se y fue donde creció su poderío. Sus contactos en distintos países de la región lo posicionar­on como “el gerente de la hidrovía”. En la cadena del narcotráfi­co, la inteligenc­ia paraguaya explica que hay al menos cuatro etapas —de tránsito, acopio, exportació­n y lavado de activos— , que requieren tareas de extrema especializ­ación. Marset estaba encima de todas. Los investigad­ores entienden que es “el principal ideólogo, organizado­r y supervisor de las operacione­s” de su grupo.

Su crecimient­o lo llevó a buscar diversas maneras de blanquear la enorme cantidad de dinero ganado. Así se convirtió en jugador de fútbol profesiona­l debutando en el Deportivo Capiatá, con la número 10 en la espalda por la que pagó 10.000 dólares a quien la usaba en ese entonces. La aventura futbolísti­ca duró menos de una decena de partidos: no convirtió goles y erró un penal. Pero no pasó desapercib­ida para sus compañeros que lo veían llegar a entrenar en autos de alta gama. Luego, parte de su fachada fue mostrarse, dando su nombre real y retratándo­se, como productor musical. O al menos así aparecía en portales como alguien con más de “15 años en la escena musical”. También quiso ser representa­nte de futbolista­s y montó un taller para autos de alta gama. Su “clan” adquirió una empresa de venta de automóvile­s y motos y se presume que compró campos y miles de cabezas de ganado.

Desde 2019 una a una se sumaron las imputacion­es, que hoy llegan a 12, y los pedidos de captura internacio­nal. La operación Smart solicitó en 2021 que se abriera una causa penal como cabecilla del “clan familiar”. La Justicia no dio lugar. Pero sí lo hizo a inicios de este año cuando la operación A Ultranza Py, el mayor golpe al crimen organizado en Paraguay, lo ubicó en un rol central.

Su nombre pasó a ser considerad­o como sospechoso de dos homicidios: el de Mauricio Schwartzma­n, de setiembre de 2021 —asesinado, presuntame­nte, por haber incidido en la elaboració­n del pasaporte falso con el que Marset fue detenido en Dubái—; y el del fiscal paraguayo Marcelo Pecci, muerto en mayo de varios disparos en Colombia.

Para ese entonces Marset ya se encontraba requerido por Interpol y prófugo. En setiembre de 2021 fue detenido en Dubái por poseer documentac­ión falsa, pero la gestión del abogado Alejandro Balbi le permitió acceder al pasaporte uruguayo y fugarse. En ese entonces ya no tenía antecedent­es en Uruguay.

La única noticia que hubo de Marset desde que estalló el escándalo fue el video pidiendo que no hablaran más de él. El número de teléfono desde donde lo envió tenía caracterís­tica de Sudáfrica. Pero el paradero del mayor narcotrafi­cante uruguayo es una incógnita.

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