El Pais (Uruguay)

“EL FIBRA”, EL CUSTODIO QUE COMPLICÓ AL PRESIDENTE

- SEBASTIÁN CABRERA

Hasta la tarde del lunes 26 de setiembre Alejandro Astesiano era un ilustre desconocid­o para la enorme mayoría de los uruguayos. Apenas se trataba de un nombre (y una cara) familiar para los más cercanos al presidente y para algunos militantes blancos, sobre todo herrerista­s, de toda la vida.

Para ellos sí, para ellos era “el Fibra”. —Tengo ojo para cuando ves a la gente y decís “este es un chanta” —dice un viejo militante—. Y cuando empezó en la política Alejandro te daba buscavidas pero buena onda, no andaba en un súper auto ni sospechaba­s “¿de dónde saca la plata?”. Ojo, tampoco era alguien al que le vieras tantas luces, para llegar hasta donde llegó. Claro, los buscavidas a veces se terminan mezclando con gente complicada.

Un alto dirigente, que también lo conoce hace tiempo, lo define así:

—Nunca cortó el bacalao ni cerca, sí capaz tenía fama de ligero.

Astesiano se crio en el complejo habitacion­al de Millán y Lecocq en el noroeste de Montevideo (“era un flacucho más, no se metía en líos”, dice una amiga que integró su barra en la década de 1980), fue policía y a fines de la década de 1990 entró en la política. Sus primeros pasos fueron en la lista 2, una pequeña agrupación afín al Herrerismo y liderada entre otros por Diver “Nené” Villanueva. Pero, todos coinciden, “no era un gran militante en esa época” y se movía más que nada en la zona de Colón. Se arrimaba sobre todo en épocas de campaña, cuando se necesitan manos para todo y a veces hay algún peso para repartir. Él se ofrecía de seguridad, pero una seguridad muy sui generis. “Básicament­e, cuidar para que no se armara quilombo”, cuentan.

El presidente Luis Lacalle Pou lo conoció allá por 1999, en aquella época Astesiano era uno de los choferes de Sergio Abreu, quien integraba la fórmula con Luis Alberto Lacalle Herrera.

—Pero él no tenía ninguna relación especial conmigo —aclara hoy Abreu—, solo chofereaba.

En las elecciones siguientes, las de 2004, formó parte del equipo de seguridad de Lacalle Herrera, pero tampoco tenía un rol estratégic­o ni mucho menos. El que mandaba allí, el jefe y casi un secretario privado del expresiden­te, era el inspector Fredy Kuster. Lo mismo en 2009.

En la campaña de 2014 Astesiano también estaba en la vuelta pero con Lacalle Pou y su importanci­a iría creciendo con los años. Por alguna razón se ganó la confianza del hoy presidente, hasta quedar como su jefe de custodia cuando ganó las elecciones de 2019.

Un dirigente blanco que tiene nítidos recuerdos de los primeros años de militancia de Astesiano, lo presenta así:

—Tenía un trato cordial, hacía bien su trabajo. Yo lo saludaba y abrazaba. Pero, claro, lo sucedido cambia las cosas.

Y para hablar de “lo sucedido”, tenemos que volver al lunes 26 de setiembre a primera hora de la tarde, el día después de la detención en la residencia presidenci­al tras un viaje de vacaciones a Costa Rica con el presidente y sus hijos.

Ni bien el avión aterrizó en Carrasco, el entonces jefe de la custodia se enteró que el director de Inteligenc­ia Claudio Correa estaba en la casa. Todo fue rápido. Llegaron a la residencia, el presidente lo hizo pasar a la oficina y el jefe de Inteligenc­ia le explicó que había una orden y que estaba incomunica­do. Fue una semana dura para el presidente, quizás la más complicada desde que asumió: el jefe de su custodia, el hombre al que había confiado su seguridad y la de su familia, había sido detenido por ser parte de una aparente red para falsificar documentos con el objetivo de que ciudadanos rusos obtuvieran el pasaporte uruguayo.

Ese lunes dio una conferenci­a. Con tono apesadumbr­ado, relató que no tenía indicios de que Astesiano tuviera actividade­s por fuera de la ley y que era “profesiona­lmente intachable”, hasta tenía “celo en exceso en el cuidado”, aseguró. “Mi estado de ánimo no es el mejor”, dijo.

Y se le notaba.

El custodio “no tiene antecedent­es penales”, aseguró Lacalle ese día. Pero los tenía, a pesar de que él aún no estaba al tanto de ese dato, según afirman desde Presidenci­a, sí de que tenía decenas de anotacione­s como indagado. Apenas dos días después de la conferenci­a, se supo que en 2014 Astesiano había sido condenado por un delito de estafa y que cumplió una pena de 18 meses de prisión.

Ahora es “el caso Astesiano”, con consecuenc­ias judiciales aún impredecib­les que trasciende­n al tema pasaportes. En ese asunto, el de los documentos, no es seguro que Astesiano sea el personaje central de la trama. Pero también han circulado chats donde aparece pidiendo favores a policías, vendiendo servicios y prometiend­o todo tipo de informació­n, desde escuchas telefónica­s de El Guardián hasta datos sobre dos legislador­es frenteampl­istas a una empresa en Miami.

¿Y cómo terminará esta historia? “Los que tengan que ir presos que vayan presos y los que no, que se declaren inocentes”, dijo Lacalle. El tiempo dirá.

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ALEJANDRO ASTESIANO

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