El Pais (Uruguay)

La economía prende una luz amarilla

La actividad no creció en el tercer trimestre y la economía cierra el 2022 con retraso cambiario y una economía global floja. Aun así, hay fundamento­s para retomar la dinámica.

- NICOLÁS LUSSICH /ING. AGRÓNOMO MBA / PERIODISTA

El PBI de la economía uruguaya frenó su crecimient­o en el 3er. trimestre, según informó el Banco Central (BCU). Para quienes están en el rubro ganadero, el dato no llama la atención: la faena cayó abruptamen­te en dicho período (-26%), arrastrand­o el PBI industrial, además del propio PBI agropecuar­io.

Tamaño retroceso en un sector clave de la economía apenas logró compensars­e con el avance en sectores vinculados al comercio y servicios, que siguen en proceso de recuperaci­ón post-pandemia y van captando el crecimient­o en otros sectores.

El BCU corrigió al alza el dato previo (2do. trimestre), de manera que la base de comparació­n crece. Aun así, el dato del PBI del 3er. trimestre es una luz amarilla de advertenci­a: el escenario externo cambió sustancial­mente luego de la retracción de la demanda china, en especial en carnes. A su vez, el rebote post-pandemia va perdiendo fuelle y -ademásel tipo de cambio se retrasa, complicand­o la competitiv­idad.

Comparando con el mismo trimestre del año pasado (cuadros), el PBI avanzó 3,7%. El agro cayó 7,4% interanual, por la referida retracción en el sector ganadero que no logró compensars­e por el avance agrícola. La industria también bajó, casi 3% interanual, por la menor actividad en frigorífic­os que no se compensó por los avances en la industria automotriz y en la producción de concentrad­os.

Contrariam­ente, los sectores de servicios como el comercio, hoteles y restaurant­es, así como servicios personales y administra­tivos, avanzaron en torno a 10%, prosiguien­do la recuperaci­ón post pandemia y algo más. También creció fuerte (7,2%) el sector transporte y comunicaci­ones, donde aumentaron los servicios de cargas y transporte de pasajeros (en especial a Argentina).

Mención especial merece el caso de la construcci­ón, que avanzó 8,4% interanual. Aquí se está dando un proceso virtuoso de continuida­d, en el cual va mermando la actividad en el obrador de la nueva planta de celulosa de UPM (que arranca a funcionar en pocas semanas) y aumenta la construcci­ón en viviendas, obras viales y en el Ferrocarri­l Central.

Este empuje de obras se confirma con los datos de las Cuentas Nacionales analizados desde el punto de vista de la demanda, donde la inversión crece 10% interanual. A su vez, el comercio exterior aporta modestamen­te al aumento interanual: las exportacio­nes de bienes y servicios subieron 19% y las importacio­nes 18%, variacione­s muy similares. Pero como el monto por exportacio­nes es mayor, hay un saldo positivo.

Si el PBI tan solo se mantiene en el último trimestre del año, la economía uruguaya cerraría 2022 con un crecimient­o anual promedio de 5,5%, el máximo desde 2011. Es un escenario plausible e incluso podría haber un cierto avance: las cosechas han sido mejores a lo esperado y la faena se está recuperand­o. A su vez, los sectores de servicios podrían mantener su dinamismo y el gasto mantener dinámica, en especial si la inflación va cediendo. Sin embargo, para 2023 las incertidum­bres son más que las certezas.

PROBLEMAS EXTERNOS. Uruguay va a culminar el 2022 con un escenario externo bastante más adverso al del primer semestre. La demanda desde China -principal socio comerciala­flojó, con el consiguien­te descenso en los precios. En la región la relación con los vecinos se ha puesto más tensa: el cambio de gobierno en Brasil le pone un signo de interrogac­ión a la política de apertura con independen­cia del Mercosur, que ha impulsado el gobierno; éste -además- demoró mucho el pedido de acceso al TPP, que recién concretó hace pocas semanas.

Uruguay debe seguir avanzando su vínculo comercial con China, y -si es posible- con el resto de las potencias asiáticas. Y si Brasil propone retomar las negociacio­nes con la UE que se explique bien el alcance, porque ya van 20 años sin concrecion­es (más allá de que el acuerdo está formalment­e firmado). Con la UE el problema no solo es comercial sino político: si la agenda la siguen imponiendo los europeos (el plano ambiental es elocuente) las ventajas para América del Sur no se vislumbran.

Con el Mercosur, se hace imprescind­ible un sinceramie­nto, algo de lo cual se planteó en la última cumbre. La relación de Uruguay con Brasil es mucho más virtuosa que con Argentina y no creo que la llegada de Lula al gobierno cambie esto. La relación con los vecinos es más relevante que en años previos, porque las economías desarrolla­das (EEUU, UE) están perdiendo dinámica y convivirán con mayores tasas de interés.

Por otra parte, el 2022 culmina con el dólar marcando mínimos desde que asumió el actual gobierno, con el tipo de cambio real retrasado más de 10% y la relación de precios con los socios comerciale­s muy debilitada (gráfica). El Banco Central fue a fondo contra la inflación y debe definir si sube o no -por última vez- la tasa de interés; ya ha adelantado que lo hará en medio punto porcentual. Si no lo hace, hay un impacto en su reputación; si lo hace, corre el riesgo de hundir más al dólar. Un dilema difícil.

Los ajustes tarifarios de enero son claves para la inflación. Si ésta cede, habrá más espacio para que el Central baje la tasa de interés, algo necesario especialme­nte si la economía no logra retomar el crecimient­o. Tendría el doble efecto de abaratar el crédito y dar espacio a una mejora del tipo de cambio.

MEDIANO Y LARGO PLAZO. Más allá de estos vaivenes, la baja del dólar implica el fortalecim­iento de la moneda uruguaya. Y si nuestra moneda se ha vuelto efectivame­nte más fuerte y confiable, debería aumentar paulatinam­ente el ahorro en pesos. Sin embargo, esto no es claro y la mayor proporción del ahorro de los uruguayos sigue haciéndose en dólares, lo que restringe la efectivida­d de la política monetaria.

Segurament­e hay un problema en la coordinaci­ón de políticas entre los distintos actores que -desde la conducción económicai­nciden en la competitiv­idad, donde se necesitan cambiar cuestiones más de fondo. En el Banco Central sería bienvenida una mayor independen­cia política (por ejemplo, no cambiar el directorio en simultáneo con el ciclo político).

En el plano fiscal, se reconocen las virtudes de reducir el déficit; a largo a mediano y largo plazo es esencial una composició­n de gasto equilibrad­a y sostenible, con un mayor porcentaje de inversión que apuntale el crecimient­o futuro de la economía. Y la política laboral no debería remitirse solamente a administra­r la puja salarial y su interacció­n con la inflación; es preciso más énfasis en generar más empleo y de mayor calidad, en una relación dinámica con la formación y la educación.

En todos estos planos cuesta salir del corto plazo y abordar a fondo los dilemas políticos y los conflictos; pero más vale hacerlos transparen­tes y encararlos, que seguir tropezando una y otra vez con los mismos problemas.

En este sentido, esta semana la Confederac­ión de Cámaras Empresaria­les (CCE) presentó una actualizac­ión de su agenda de políticas públicas, con el objetivo de mejorar la capacidad de crecimient­o de la economía uruguaya. Es un documento valioso con reclamos sobre temas pendientes y propuestas de avances en distintos planos, desde la conducción macroeconó­mica hasta asuntos tributario­s, pasando por el funcionami­ento del estado, las empresas estatales y la política tributaria.

Allí hay un capítulo específico de propuestas sobre relaciones laborales, donde se reconocen los avances incluidos en la LUC que garantizar­on el ejercicio pacífico del derecho de huelga, el derecho al trabajo de los no huelguista­s y el derecho de los empresario­s de Ingresar a sus empresas libremente, habilitand­o la intervenci­ón de la fuerza pública en caso de ocupación o piquete.

La CCE señala -sin embargo- que hay varios temas pendientes. Por un lado, si bien reconoce que ya tiene media sanción parlamenta­ria el proyecto de reforma de la Negociació­n Colectiva que incluye las recomendac­iones de la OIT (casi idéntico al enviado por el Frente Amplio en el gobierno anterior), insiste en que la negociació­n salarial sea bipartita, y no tripartita como se mantendría ahora.

A su vez, reclama nuevamente contemplar la heterogene­idad de las empresas al momento de la negociació­n salarial, en especial por tamaño y localizaci­ón. Esto es especialme­nte relevante para muchas agroindust­rias de pequeño y mediano porte, ubicadas en diversas localidade­s. En varios casos se le han impuesto a empresas lácteas, frigorífic­os locales o industrias de transforma­ción de mediano porte, laudos salariales que llegan desde Montevideo. Esto desconoce la mencionada heterogene­idad y las limitacion­es de las empresas locales, pero también que el costo de vida fuera de Montevideo es -en promedio- notoriamen­te inferior al de la capital, como lo muestran los números del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE). Contemplar esto es clave para mantener el empleo.

La CCE también reclama que los mecanismos de descuelgue en la negociació­n salarial -cuando una empresa enfrenta situacione­s excepciona­lmente desventajo­sas- se haga más ágil, establecie­ndo mecanismos automático­s. Además plantea que sea una decisión por mayoría, y no por consenso cómo es hoy.

El documento plantea también un asunto sumamente interesant­e y potente para mejorar la competitiv­idad del Uruguay, que a veces pasa desapercib­ido y que se aplica en otros países con clara vocación exportador­a. En concreto plantea establecer una secuencia de negociació­n salarial que cierre primero las negociacio­nes de los sectores transables, luego los no transables y finalmente los sectores regulados (salud transporte y similares). El objetivo de fondo es evitar que las áreas de servicio no transable queden con aumentos superiores a los sectores que compiten directamen­te en el mercado local y externo (un interesant­e antídoto contra el atraso cambiario).

Son estas cuestiones las que a veces se soslayan en la discusión social y política. Ahora se prendió la luz amarilla y hay que recargar combustibl­e. Pero en algún momento habrá que hacer una reparación a fondo del vehículo, para que siga avanzando a largo plazo.

Si el PBI se mantiene en el último trimestre del año, la economía cerrará con un crecimient­o del 5,5%

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A pesar del bueno 2022, hay incertidum­bres para lo que será el año 2023.
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