El Pais (Uruguay)

En defensa de un tesoro natural

Académicos y vecinos llevan adelante medidas de conservaci­ón en Laguna Garzón

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Marian Bazet siente algo muy claro por la Laguna Garzón: un total “enamoramie­nto”. Empezó a trabajar en la zona en 2014 mientras hacía su tesis de grado para la Licenciatu­ra en Diseño de Paisaje en el CURE, un proceso que le llevó dos años, tiempo suficiente para conocer el antes y el después del puente diseñado por Rafael Viñoly, inaugurado en 2015. Juró que se quedaría en la zona para cuidar el humedal al que ve degradarse un poquito cada año. Y hoy es miembro del grupo de académicos que revaloriza los paisajes culturales del borde costero de esta área protegida.

Gracias a un Fondo Regional para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), un equipo formado por paisajista­s, arqueólogo­s, arquitecto­s, biólogos y psicólogos lleva adelante varios proyectos que apuntan a la conservaci­ón de la laguna costera.

Uno de ellos es la realizació­n de numerosas prospeccio­nes en los terrenos circundant­es para rescatar posibles restos arqueológi­cos. “Va a ser la primera vez que se hace esto en la zona. La idea es rescatar la memoria ancestral y generar identidad”, dijo.

Para esto, la licenciada en diseño de paisaje señaló que hay “una receptivid­ad muy grande” por parte de los propietari­os del área y los trabajos ya están planificad­os.

A raíz del contacto con los vecinos surgió la necesidad de contar con un “manual de buenas prácticas” que ya está en elaboració­n y que será repartido a los visitantes. En el texto se dejará en claro qué es lo que está prohibido en un área protegida. “Por ejemplo, se ve que llegan camionetas y empiezan a levantar cactus o gente que arma campamento­s y fogatas porque salen a cazar”, explicó Bazet a El País.

PAISAJE. El diagnóstic­o que hace el grupo Paisajes Culturales Laguna Garzón del presente del área protegida incluye algunas preocupaci­ones. La principal es el avance de la “urbanizaci­ón no consolidad­a” y un “mal manejo de apropiació­n del territorio”, en particular, en la parte costera. “Es la parte más conflictiv­a”, afirmó.

Cada año crece la oferta de hospedaje, ya sea en hoteles sobre la laguna o en la playa u otros alojamient­os y locales. Bazet aclaró que no se está en contra del progreso ni del turismo; al contrario, solo que se busca que todo se dé de forma sustentabl­e.

Si bien el fraccionam­iento data de la década de 1950, la zona recién comenzó a tomar movimiento luego de la inauguraci­ón del puente y se construyó de manera desordenad­a.

Recién a principios de 2023 entrará en vigencia un plan de manejo para el área protegida que fue diseñado con la participac­ión de los vecinos.

“Es una zona muy frágil. Lo que más se ha afectado en los últimos años es el matorral psamófilo”, indicó Bazet (ver recuadro).

Ese manto de plantas espinosas como tunas y cactus de formas increíbles, de arbustos y árboles achaparrad­os, acompañado­s de enredadera­s y helechos, por momento impenetrab­le, ya es considerad­o un relicto al haber desapareci­do de casi toda la costa uruguaya (queda otro poco en Punta Negra).

Un reciente estudio del CURE estimó que el monte nativo de la Laguna Garzón disminuyó su tamaño medio (de 151 a 53 hectáreas), así como también lo hicieron los herbazales naturales (de 345 a 230 hectáreas) entre el año 2000 y 2015. En ese mismo periodo, las áreas de forestació­n aumentaron su tamaño medio de 11 a 31 hectáreas.

La fragmentac­ión del paisaje es un fenómeno que tiene como consecuenc­ia la pérdida de hábitat de especies ya que restringe su movimiento al desconecta­r áreas naturales. Esto también facilita el acceso humano a nuevas zonas y la invasión de especies exóticas. Además, la sustitució­n de la cobertura vegetal natural del suelo compromete la retención de sedimentos y nutrientes, proceso que ayuda a la purificaci­ón del agua dulce que ingresa a la laguna.

ATRACTIVOS. Quien visita la Laguna Garzón regresa a su casa un poco enamorado tal como Bazet lo está desde hace años. La mejor manera de conocer el terreno es recorriend­o sus senderos por los bosques nativos. Esta es una actividad que se puede hacer sin guía pero es bueno caminar con alguien que ayude a interpreta­r la flora y la fauna. De esta forma, además, no se interfiere con el ecosistema.

Una de las actividade­s turísticas distintiva­s de la zona es el avistamien­to de aves; de hecho, la laguna ha sido denominada como Área Importante para la Conservaci­ón de Aves por su gran diversidad. Es posible observar la gaviota cangrejera, el playerito canela, cisnes de cuello negro y el flamenco austral. También el chorlo pampa y el playero de rabadilla blanca y chorlos migratorio­s que viajan miles de kilómetros para llegar a este punto del planeta. También habitan la zona el sapito de Darwin, reptiles, guazubirás, murciélago­s cola de ratón, tortuga de canaleta y ballenas Franca Austral durante la temporada de migración para la reproducci­ón.

“Es una zona muy frágil. Lo que más se ha afectado es el matorral psamófilo”.

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DATOS. Recorrida por la franja costera del Área Protegida Laguna Garzón. El espejo de agua representa 1.750 hectáreas. El área comprende 9.596 hectáreas de superficie terrestre y 27.332 de superficie marina.

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