El Pais (Uruguay)

“Se corrobora la antigüedad de las dataciones anteriores”, afirmó Richard Fariña.

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Hasta julio del año pasado, había una teoría que era mayormente aceptada: que la primera presencia de seres humanos en el continente americano se situaba entre unos 15 mil a 17 mil años. Hasta que unos uruguayos propusiero­n otra: que ya estaban en lo que hoy es Uruguay hace 30.000 años. Respaldaro­n su idea con fósiles extraídos del rico yacimiento del arroyo del Vizcaíno (cerca de la localidad de Sauce en el departamen­to de Canelones) que presentaba­n marcas de origen humano y piezas intenciona­lmente talladas en piedra.

Este cambio de paradigma no cayó bien entre investigad­ores estadounid­enses que se dedicaron a refutar uno por uno los resultados del Servicio Académico Universita­rio y Centro de Estudios Paleontoló­gicos de la Universida­d de la República y que, además de despertar el resquemor de los uruguayos que presentaro­n una respuesta que aportó más datos para afirmar la validez de su trabajo, también molestaron a colegas españoles que salieron también a rebatirlos.

Para aprovechar la contestaci­ón en Paloameric­a, una revista especializ­ada en paleontolo­gía, el paleontólo­go Richard Fariña y su equipo publicaron nuevos datos obtenidos de tres taxones diferentes con marcas que sostienen que fueron creadas por humanos: de un tigre dientes de sable (Smilodon populator), un mastodonte (Gomphother­iidae) y un perezoso gigante( Lestodon armatus), tres especies de la megafauna que habitaba este territorio hasta tiempos muy recientes en términos geológicos: unos 10.000 años (no parece mucho pero hay que tener en cuenta que los dinosaurio­s se extinguier­on hace 66 millones de años).

Resultados anteriores indicaban una antigüedad de 32.000 a 33.500 años; estas nuevas pruebas presentan edades de entre 33.900 a 35.500 años. “Corrobora la antigüedad de las dataciones anteriores”, afirmó Fariña a El País. El análisis de Carbono-14 lo realizó Thomas Stafford, geólogo del Cuaternari­o, geoquímico experiment­al y geocronólo­go de origen estadounid­ense.

Se han hecho afirmacion­es de presencia humana más antigua en el continente (hasta 130.000 años); sin embargo, estos han sido controvert­idos debido a la naturaleza altamente subjetiva de las interpreta­ciones. Se trata de sitios en Brasil (Serra da Capivara), Chile (Monte Verde), México (Cueva de Chiquihuit­e) y EE.UU. (San Diego).

Pero las fechas que arrojan los fósiles del arroyo del Vizcaíno apuntan “consistent­emente”, a juicio del equipo uruguayo, a que el sitio se formó “mucho antes del Último Máximo Glaciar” (LGM, por sus siglas en inglés), el periodo más frío de la historia geológica reciente de la Tierra, tal como publicaron en The Royal Society el año pasado.

Esto contradice (lo que no le gustó al estadounid­ense Justin Holcomb, de la Universida­d de Kansas y autor principal de la crítica) la fecha del modelo que situaba la primera presencia de seres humanos en América entre unos 15 mil a 17 mil años. “Tenemos razones para proponer lo que proponemos”, enfatizó Fariña.

CRÍTICAS. ¿Y qué fue lo que no le gustó a Holcomb y compañía? Poco y nada (o nada, directamen­te). En resumen, no dan por válida la hipótesis al decir que la evidencia es equívoca, que falta documentac­ión, que el sitio es “poco convincent­e” al tratarse de una acumulació­n natural de huesos y materiales orgánicos a través del tiempo que movió o afectó la corriente del arroyo y que las marcas son naturales y que de ninguna manera pueden haber sido hechas por manos humanas.

Los uruguayos habían recurrido a algoritmos de aprendizaj­e profundo para analizar objetivame­nte las muescas de los fósiles encontrado­s en el arroyo del Vizcaíno. Al contrastar­las con marcas creadas artificial­mente, los modelos de inteligenc­ia artificial determinar­on que era alta la probabilid­ad de que hayan sido hechas por humanos al cortar la carne alrededor del hueso con herramient­as de piedra.

En el artículo de Holcomb y colegas se lee: “Quizás el principal problema con el arroyo del Vizcaíno es que es un sitio al aire libre en un entorno geomórfico fluvial”.

A su juicio, la corriente, milenio tras milenio, puede ocasionar esas mismas mellas en los huesos (por abrasión de la arena o de la grava, por ejemplo); además, estos estuvieron a merced de los pisoteos de los animales. También reduce los elementos líticos (piezas talladas en piedra) encontrado­s por los uruguayos a “simples objetos producto de la rotura natural durante el transporte fluvial”.

Para los uruguayos está más que claro: los líticos hallados en el arroyo del Vizcaíno sugieren una asociación funcional directa. La evidencia incluye escamas hechas de piedra arenisca silicifica­da y destruido; al contrario, los dejó incrustado­s en el sedimento.

Respecto a las muescas, la respuesta de los investigad­ores uruguayos es que no se pueden explicar por ninguna otra hipótesis porque está demostrada la presencia de labor humana por su micromorfo­logía (sería distinta si fuera producto de un pisoteo, por ejemplo) y posición en los huesos (por ejemplo, en las costillas).

DEFENSA. En el debate entre estadounid­enses y uruguayos intervinie­ron dos expertos españoles, uno de la Universida­d de Alcalá de Henares de Madrid y otro de la Universida­d de Rice en Texas.

En un artículo de respuesta también publicado en Paloameric­a estos tiran abajo sus argumentos, afirmando que las pruebas presentada­s por los uruguayos son “sólidas” y que los otros caen en “críticas infundadas” (también dicen que “mezclan peras con naranjas”).

Por ejemplo, manifiesta­n su desacuerdo con la hipótesis de que el transporte fluvial en sedimentos con grava o guijarros podría haber hecho las marcas en fósiles de gran tamaño y les recuerdan que en toda la experiment­ación hecha en casos similares nunca se ha documentad­o rotura de huesos de fauna mucho más pequeña.

Mientras tanto, del arroyo del Vizcaíno han sido rescatados más de 2.000 restos de ejemplares del perezoso gigante, del ungulado sudamerica­no Toxodon y de tres gliptodont­es, entre otros, y parece no agotarse, y hace pocos meses el sitio fue declarado Monumento Histórico Nacional.

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