El Pais (Uruguay)

La última noche de un cantor iberoameri­cano

En su Barcelona, Serrat dio el concierto final de su carrera

- CON BASE EN EFE

Ados pasos de la calle en la que nació y donde su padre le regaló su primera guitarra, el viernes Joan Manuel Serrat se despidió de los escenarios con un concierto memorable que cerró conmovido y feliz, “porque todo lo que empieza tiene que acabar, y si acaba bien es fantástico”.

Con estas palabras y con un recuerdo para Salvador Escamilla, Quico Sabaté y Joan Ollé, el “Nano del Poble Sec” desapareci­ó entre las cortinas de terciopelo rojo del escenario del Palau Sant Jordi, jaleado con una larga ovación tras dos horas de canciones cargadas de recuerdos y melodías siempre emotivas, que esa vez lo fueron aún más porque, prometió, ya no volverá a cantarlas en vivo.

El presidente español Pedro Sánchez acudió al concierto junto a otros políticos, como el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y músicos como Ismael Serrano, que luego escribió en su cuenta de Twitter: “Qué noche emocionant­e. Inolvidabl­e. Gracias por tanto, maestro. Serrat eterno”.

Anónimos y famosos, todos han disfrutado en el Palau Sant Jordi de una fiesta inolvidabl­e, en la que tanto sobre el escenario como en las gradas y la platea sobrevolar­on las emociones, y unos y otros han pasado de la alegría a la nostalgia y de la melancolía a la euforia en cuestión de minutos.

Para su paisanos, los que nacieron como él a orillas del Mediterrán­eo, y para los que fueron de lejos para decirle adiós, Serrat preparó un repertorio especial, con más canciones en catalán de lo que ha sido habitual en la gira de despedida El vicio de cantar 19652022, que empezó en Nueva York hace ocho meses, pasó por el Estadio Centenario en noviembre y que el viernes concluyó definitiva­mente tras recorrer salas de América Latina y España.

“Temps era temps” fue la canción que abrió el viaje sentimenta­l que inició con imágenes de la posguerra española en la gran pantalla del escenario y un recuerdo para aquellos niños que, como él, nacieron en “una patria grande y libre”.

Luego recordó a su madre con “Cançó de bressol”, a su padre con “El carrusel del

Furo”, a la calle del Poble Sec que lo vio crecer en “El meu carrer”, a su ciudad natal con “Barcelona i jo” y hasta al poeta Miguel Hernández con “Nanas de la cebolla”.

El público, que no tuvo que dejarse convencer porque había llegado entregado a la cita, aplaudió antes y después de cada canción, y en algunas también en el medio.

Pero todavía faltaba mucho material sensible: “Para la libertad” levantó al público de sus asientos, “La tieta” hizo llorar a más de uno y “Mediterrán­eo” podría haber sido la apoteosis, pero tuvo que disputarla con “Pare”, “Plany al mar”, “Cantares”, “Paraules d’amor” y “Una guitarra”, esta última con Serrat solo en el escenario.

Fue un repertorio ligerament­e distinto al que había ofrecido el 22 de noviembre en

Uruguay, donde tuvo su noche de despedida con la audiencia nacional en una visita de la que se fue con premio de la Fundación Mario Benedetti, y tiempo compartido con sus amigos, José Mujica y Lucía Topolansky incluidos.

En esa oportunida­d, Serrat avisó que este no será el final absoluto de su carrera pero sí el de sus actuacione­s en público. La música, había dicho en Montevideo, seguirá.

El jueves en su Barcelona, el cantautor, que en todos estos años ha aprendido a estar en todas partes como en casa, pudo disfrutar del placer de ser profeta en su tierra.

Porque quizás, como dice Antonio Machado y él canta, nunca persiguió la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres su canción. Pero consiguió ambas cosas.

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DESPEDIDA. El viernes, Serrat dijo adiós a los escenarios en un emotivo show en el Palau Sant Jordi.

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