El Pais (Uruguay)

La macro, con claroscuro­s ¿Y las reformas?

- JAVIER DE HAEDO ECONOMISTA

El año no termina bien. Al estancamie­nto del empleo, que no creció en los primeros diez meses del año —lo mismo que se observa con la producción del núcleo industrial (en ambos casos consideran­do cifras comparable­s, sin estacional­idad)—, se sumó más recienteme­nte la caída interanual de las exportacio­nes, desde septiembre. El dato del PIB del tercer trimestre, con una leve caída, resultó coherente con esos indicadore­s de avance.

El gobierno destacará los resultados medidos a partir de promedios anuales en estas variables cuyo desempeño ha empeorado, y es legítimo que lo haga; es un gobierno, es política, pero cabe esperar que no se lo crean. Los datos propios de 2022, sin arrastres estadístic­os, terminan siendo malos.

No se puede desvincula­r lo anterior del extraordin­ario atraso cambiario autoinflig­ido por la política económica, con una caída de casi 20% en el tipo de cambio real con fuera de la región, a lo largo del año que termina.

Pero sólo estamos viendo la sinopsis de la película que se verá en el año próximo, con impacto en el sector real de la economía y la confirmaci­ón de una fuerte desacelera­ción del crecimient­o económico que se dio una vez finalizado el rebote post pandemia.

Al shock negativo provenient­e del exterior (mundo y vecinos) no hemos respondido como se debe y, entonces, el enfriamien­to económico será mayor al “importado” y no se corregirán los precios relativos, por lo que permanecer­emos caros en términos de dólares. Esto, por un lado, permitirá comprar más televisore­s, celulares y autos y también viajar más, pero, por otro lado, será cada vez más caro agregar valor (producir) en Uruguay, relativame­nte a sus competidor­es dentro y fuera de fronteras.

Y, como hemos visto en columnas anteriores, con más objetivos que instrument­os, el gobierno deberá decidir si priorizará el salario o el empleo (máxime si se crecerá poco) y cuánto más insistirá con el intento fallido y costoso de bajar la inflación, que ya ha resignado parcialmen­te. En este contexto complicado, destaca el sector fiscal, con excelentes resultados.

Reformas. Salgamos de la coyuntura y revisemos el panorama en materia de reformas, muchas de ellas pendientes desde hace añares. Se destaca la concreción de la referida a la institucio­nalidad fiscal, cuya regla es la cara más visible, pero no la única. Esta reforma no es ajena al satisfacto­rio desempeño fiscal observado hasta el presente.

Con relación a la reforma del Estado, la ONSC planteó cambios en el régimen vigente para el servicio civil, cuyo tratamient­o parlamenta­rio ha sido postergado dos veces por el Poder Ejecutivo. Ha habido ajustes concretos y focalizado­s, como en el caso de la regulación de las compras estatales. No hay en agenda una reforma del sector público en su conjunto, que pueda dar lugar a su redimensió­n con carácter estructura­l.

En materia laboral, además de prohibir por ley las ocupacione­s de los lugares de trabajo, el Poder Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto de ley que busca atender la mayoría de las recomendac­iones efectuadas por la OIT, a partir de quejas efectuadas por cámaras empresaria­les. Pero no se han planteado cambios que den lugar a una flexibiliz­ación de las condicione­s laborales ni a una descentral­ización de las negociacio­nes colectivas.

No ha habido cambios en cuanto al gobierno corporativ­o de las empresas estatales y en el caso más visible, que es el mercado de los combustibl­es, las reformas marchan con lentitud. Lo más relevante desde el punto de vista conceptual es el propósito de privar a Ancap de su rol tradiciona­l de ser juez y parte en ese mercado, mediante el fortalecim­iento de su unidad reguladora (la URSEA). Lo más visible ha sido la determinac­ión, mensualmen­te, de los precios de paridad de importació­n (PPI) que son tomados como referencia por el Ejecutivo al fijar los precios de los combustibl­es. Persisten numerosos subsidios que no son propios de la gestión de la empresa, sino de políticas de gobierno y que por lo tanto deberían ser explicitad­os y pagados por el Poder Ejecutivo, con respaldo legal. Algunos se han incorporad­o a los precios de los combustibl­es y otros no y siguen impactando en el balance de la empresa.

En materia de educación, está en proceso la “Transforma­ción Educativa” impulsada por la ANEP con cambios curricular­es y en la evaluación, con mejoras en la carrera docente y dotando de mayor autonomía a los centros educativos. Quienes ven con ojos críticos este proceso, consideran que no se trata de cambios estructura­les sino de ajustes de diseño y que, además, están siendo realizados sin una base amplia de consenso, lo que pondría en riesgo su continuida­d con un cambio de gobierno. Queda lejos de lo que en su momento planteó Eduy21.

El de la seguridad social podría ser otro caso “de éxito” del gobierno en materia de reformas estructura­les. Que una reforma es necesaria es evidente y que debe generar ahorros también. Si finalmente resultara aprobada podría quedar la duda acerca de cuánto de las pautas originales habrá quedado por el camino en la búsqueda de los necesarios consensos para su aprobación. En este caso, quienes critican a la reforma lo hacen reclamando menos cambios (y ahorros) que los que se han planteado.

Finalmente, la inserción internacio­nal. El Poder Ejecutivo planteó dos iniciativa­s que hicieron ruido: la búsqueda de un TLC con China y la presentaci­ón de la solicitud de ingreso al acuerdo transpacíf­ico (CPTPP). En ambos casos, los restantes miembros del Mercosur mostraron tan rápida como previsible­mente su oposición a que uno de sus socios pretendier­a recorrer un camino individual. Sesgados y cerrados, tampoco parecen en sintonía con sumarse a ese propósito. Mucho ruido, ¿y pocas nueces?

“Con más objetivos que instrumen tos, el gobierno de be decidir si prioriza salario o empleo y cuánto más insistirá con el intento fallido y costoso de bajar la inflación.

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