Después del Mundial de Qatar
Esteban Szabados | Brasil
Después de 64 partidos disputados por 32 equipos de fútbol, y 172 goles hechos, llegamos al resultado esperado: hay campéon mundial de fútbol. Y el campeón es, por méritos propios, Argentina.
Quedó atrás la mancha en la elección de Qatar como sede. Supimos que ocurrieron problemas laborales con los trabajadores que construyeron la infraestructura necesaria para disputar los partidos y recibir a los aficionados. Conocimos, también, aspectos socioculturales relacionados con las desigualdades que sufren las mujeres en ese país musulmán.
En fin, aprendimos que una Copa del Mundo de fútbol no es solo una competición deportiva, sino que engloba cuestiones sociales, religiosas y políticas. Por lo tanto, esta experiencia puede servir para futuros eventos globales que generan contrastes culturales.
Y no puedo pasar por alto que detrás de la selección de Argentina está el trabajo de mucha gente, pero quien la guió y la lideró es Lionel Messi.
No es el rey Pelé, para muchos, pero es el héroe que se vislumbró en esa gesta para la obtención del título. En el partido final se enfrentaron dos equipos, y dos estrellas. En ese juego, la Pulga jugó y vivió una frontera de cristal: si hubiera perdido, habría sido considerado un fracasado, un incompetente; pero si ganaba, sería considerado el mejor jugador del mundo.
Siempre enfocamos el resultado final, que es una visión reduccionista, Hay que aprender del proceso que se hizo para llegar al resultado. Lo importante no es sólo el resultado del examen, sino los caminos andados y creados, que quedan como patrimonio social.
Añado, como reivindicación, que otros deportes deben ser visibilizados porque también crean patrimonio sociocultural importante.