El Pais (Uruguay)

La esencia de un Parlamento

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Un episodio ocurrido la semana pasada, obliga a una reflexión respecto al funcionami­ento y razón de ser de ciertas institucio­nes dentro de una democracia. Durante la sesión del Senado para aprobar el proyecto de reforma jubilatori­a, y ante las ruidosas manifestac­iones en las barras, la presidenta del Senado, Beatriz Argimón, ordenó desalojarl­as. La decisión llevó a una airada salida de los presentes. El presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, hizo declaracio­nes señalando el “perverso” mecanismo de las barras.

El Parlamento, uno de los tres poderes del Estado, funciona con reglas claras de larga data que buscan evitar desordenes y garantizar la independen­cia de ese poder y la libertad de sus integrante­s para pronunciar­se sin presiones en debates donde hay posiciones encontrada­s.

El Reglamento del Senado le prohibe “a la barra toda demostraci­ón o señal de aprobación o desaprobac­ión”.

Argimón ordenó el desalojo porque un numeroso grupo estalló en aplausos y cánticos durante la intervenci­ón del senador frenteampl­ista Alejandro Sánchez.

Al irse, el público se fue cantando “si esto no es el pueblo, el pueblo donde está”. Por cierto, el pueblo no estaba representa­do en ese grupo. Allí solo había militantes de una determinad­a corriente política. No el pueblo.

En todo caso el pueblo estaba representa­do por quienes en el recinto debatían el proyecto. En forma proporcion­al a lo que dicen las urnas, la adjudicaci­ón de bancas refleja el abanico político del país en su muy diversa pluralidad.

Es bueno que el público asista a una sesión desde las barras. El mecanismo es sencillo y nada puede hacer Argimón para mejorar ese supuesto “sistema perverso”. No se trata de una gran sala de teatro sino de un número algo limitado de asientos dispuestos en balcones que miran al hemiciclo. Se accede por una puerta externa del Palacio que da directo a las barras y para lo cual hay que subir unas escaleras angostas. Cuando se anuncia una agenda candente, concurre más gente de la que cabe y por lo tanto la entrada es lenta y muchos quedan afuera.

La sesión se puede seguir desde la barra, pero quien va no debe expresarse. Es improceden­te que los senadores, mientras debaten reciban insultos y expresione­s de apoyo o repudio de determinad­os grupos de presión o partidos, representa­tivos solo de una parte de la población.

El Senado y la Cámara Baja, deben sesionar sin amedrentam­ientos pues sus integrante­s hablan por quienes los votaron, hayan sido muchos o pocos.

Esto poco importó a un Frente que durante los 15 años que gobernó, contó con mayoría absoluta. Hubo casos en que sus propios legislador­es argumentab­an contra algún proyecto en discusión para luego advertir que votaban a favor, no por convicción sino por disciplina partidaria.

Teniendo mayorías claras, el Frente nunca las usó para aprobar la derogación de la Ley de Caducidad, pero sí convocó a una segunda consulta popular para que el pueblo se pronunciar­a sobre lo que, como parlamenta­rios elegidos, no se animaron a votar en el recinto. La consulta no alcanzó los votos necesarios.

El Frente no siempre muestra comprensió­n y clara convicción del valor del Parlamento. Lo usa cuando le sirve y lo desdeña cuando no.

Por eso, al perder en leyes que se discutiero­n en Comisión y en cada una de las cámaras, junta firmas para convocar un

El Senado y la Cámara Baja, deben sesionar sin amedrentam­ientos pues sus integrante­s hablan por quienes los votaron. El pueblo estaba representa­do por quienes en el recinto debatían el proyecto. En forma proporcion­al a lo que dicen las urnas.

referéndum que las derogue. Lo que no gana en una discusión leal, abierta, informada y compleja, pretende (en un acto de revancha) que el pueblo decida con un simplifica­dor Si o No.

Dicen algunos que Lacalle Pou impuso un estilo presidenci­alista. Ante tal planteo, es natural preguntars­e cómo fue que en arduas sesiones, el Parlamento discutió la LUC, el presupuest­o, las rendicione­s de cuentas y ahora la reforma jubilatori­a.

Lacalle Pou tiene un estilo firme, es verdad, pero debe lidiar con un gobierno de cinco partidos en coalición.

Del Ejecutivo emergen borradores que se presentan a la coalición (y a la oposición) para que se los analice. La discusión es compleja porque cada partido tiene sus ideas y las quiere defender. Se negocia, se cede, se transa. Eso es parlamenta­rismo puro. Nada tiene que ver con el presidenci­alismo.

El episodio del desalojo de las barras obliga a esta reflexión. Los desalojos ocurren todo el tiempo, pero solo a veces los frentistas reaccionan dolidos.

Eso es porque en el fondo no entienden la esencia profundame­nte republican­a y democrátic­a de un Parlamento. Lo han dejado en evidencia una y otra vez.

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