El Pais (Uruguay)

La polarizaci­ón política que desafía a la región

El descontent­o social da pie a discursos políticos opuestos

- DELFINA MILDER

Asimple vista, la polarizaci­ón domina a los países de la región. En Argentina, el kirchneris­mo y el macrismo; en Brasil, el “antipetism­o” y el bolsonaris­mo; también la crisis política en Perú y la crisis política en Bolivia. Países en los que, en un principio, se distinguen dos polos.

Pero también se empieza a ver la fragmentac­ión. El gobierno del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, por ejemplo, se compone de diversos partidos con los que el Partido de los Trabajador­es deberá negociar para concretar mayorías en el Congreso y asegurar, como mínimo, la gobernabil­idad.

Entonces, en este escenario de polarizaci­ón y también de fragmentac­ión, ¿qué tan viable es el diálogo con la sociedad? ¿Cómo se logran consensos para las reformas que demandan mucho más que un periodo de gobierno?

Para empezar, ¿cómo llegó América Latina a este punto?

El magíster en economía y política internacio­nal, Nicolás Pose, visualiza dinámicas políticas específica­s en cada país, pero también generalida­des y un contexto internacio­nal que pueden empezar a explicar el fenómeno.

“Uno puede observar una relación entre mayores niveles de insatisfac­ción social y estrategia­s de líderes políticos de polarizar (el discurso) de cara a conseguir el apoyo de ciudadanos descontent­os”, explica Pose.

En Europa esto se ve con claridad. “En la evolución de los sistemas de partidos pos-crisis global del 2008, uno encuentra una fuerte descomposi­ción de los principale­s sistemas políticos. Empieza a haber un mayor número de partidos con apoyo relevantes por un lado, y partidos tradiciona­lmente poderosos que pierden caudales electorale­s por el otro”, dice. Italia, Francia

y España son ejemplos conocidos.

Ahora, en América Latina, el analista observa una nueva ola de descomposi­ción de los sistemas de partidos asociada al desempeño económico en la región.

“Si uno mira los datos, se encuentra con que prácticame­nte en los últimos ocho años, América Latina no ha crecido. Eso sienta las bases para cierto descontent­o”, subraya.

Dicho esto, también están en juego las dinámicas específica­s de cada país.

En Brasil, por ejemplo, Pose no ve tanto dos polos, sino más bien una fragmentac­ión. “Está la creación de un frente que abarca a casi todo el espectro político, desde la centrodere­cha a la izquierda, para competir con un gobierno que en el plano económico se presentó como un gobierno liberal, pero que al mismo tiempo, en el plano político, era un gobierno iliberal”, apunta.

“En ese sentido, su compromiso por las institucio­nes democrátic­as era muy débil. Así es como en Brasil se termina consolidan­do una suerte de eje que tiene a la democracia por un lado y a los que desafían los principios de la democracia liberal por otro”, subraya Pose.

Esta dinámica es completame­nte distinta a la de Perú, por ejemplo, donde la polarizaci­ón se percibe en el electorado al que apunta el expresiden­te Pedro Castillo: del sur del país, más pobre y con una honda desigualda­d frente a las élites limeñas.

Por su parte, Natalia Barceló, doctora en Ciencias Sociales de la Universida­d de San Pablo, se remite a la historia. Durante todo el siglo XIX y parte del XX, existió, a grandes rasgos, una fuerte polarizaci­ón entre dos grupos ideológico­s. Después, en el transcurso del XX, en épocas de bonanza económica y procesos de industrial­ización, esa polarizaci­ón no fue tal, explica Barceló, “y hubo consensos mínimos para avanzar en determinad­os aspectos, si bien estábamos en un momento de construcci­ón histórica distinta, que tiene que ver con la afirmación de la nación, de las institucio­nes del Estado”, dice.

El tiempo y el momento histórico ahora son otros. Barceló menciona la ola la progresist­a en la región, seguida de la crisis económica y el rezago de la crisis del 2008. “De alguna manera, el contexto económico impacta a nivel político y electoral. Y, si bien existe un contexto propicio para esto, hay cierta responsabi­lidad de los actores políticos”, dice la analista.

Lograr el consenso es difícil, coinciden los especialis­tas, pero necesario. “Es imprescind­ible para la ciudadanía que se construya diálogo, sobre todo en temas que no son esencialme­nte políticos”, dice Barceló, y menciona la pandemia como ejemplo.

“En Uruguay no hubo tanta divergenci­a si miramos el contexto regional. Hay eventos como ese que requieren unidad, diálogo, disposició­n para escuchar. La polarizaci­ón hace que eso sea aún más necesario”, subraya.

En Europa, la fragmentac­ión se ve a partir de la crisis económica del 2008.

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BRASIL. El expresiden­te Jair Bolsonaro y el presidente Luiz Inácio Lula da Silva durante el debate previo al balotaje en noviembre.

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