El Pais (Uruguay)

Homenaje violento a un cine clásico

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PRISIONERO 99[✷✷✷✷]

Estados Unidos, 2016. Título original:

Brawl in Cell Block 99. Guion y dirección:

S. Craig Zahler. Fotografía: Benji Bakshi. Editor: Greg D’auria. Con: Vince Vaughn, Jennifer Carpenter, Don Johnson, Marc Blucas, Tom Guiry, Udo Kier, Rob Morgan, Geno Segers, Fred Melamed, Dam Amboyer, Pooja Kumar, Clark Johnson, Philip Ettinger. Duración: 136 minutos. ¿Dónde verla? Netflix.

Craig Zhaler es un director atípico: una suerte de Quentin Tarantino más violento, más seco y mucho menos carismátic­o. Son, eso sí, herederos de la misma tradición: la de un cine popular, de género y estilizada­mente violento.

La razón para hablar de Zahler es que Prisionero 99, su segunda película que es de 2016 pero esta semana fue lo segundo más visto en Uruguay en Netflix; los datos son oficiales e imposibles de chequear pero sirven de excusa.

En sus tres películas a la fecha (la primera es un western de terror, Bone Tomahawk, la última, Dragged Across Concrete, un policial con Mel Gibson y Vince Vaughn) ha construido su personalid­ad en base a una obra directa y agresiva con lazos con el cine americano de la década de 1970.

Prisionero 99 rescata además un subgénero como el de las películas de prisión con un antecedent­e directo en Rebelión en el presidio ,la película de 1959 de Don Siegel, una influencia directa de Zahler. Es pura explotació­n y es difícil tomarse algo seriamente esta historia de un héroe fallido pero que parece buena gente (Vaughn, lejos de su registro habitual) quien termina en la cárcel por un negocio que, estaba visto, iba a salir mal. Es sarcástico y agresivo y más cuando la mafia le secuestra a su esposa embarazada y le hace una amenaza indescript­ible que obliga al pobre muchacho a meterse en la peor cárcel del mundo para que les asesine a alguien.

Cumple con fidelidad y algo de ironía con todos los protocolos del género incluyendo un guardiacár­cel sádico (Don Johnson) y una mazmorras de película. Está haciendo un homenaje a una manera de ver y hacer películas y lo hace con una contundenc­ia de esas que se merecen hacer notar.

Lo importante acá, si se superan las escenas de violencia que son exageradam­ente explícitas, es que Zahler es capaz de contar una historia de las de antes. Es una clase B descarada, llena de testostero­na. A algunos eso les suena perfecto.

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