El Pais (Uruguay)

Talibanes hacen inviable el trabajo de las ONG

Se les prohíbe a las mujeres afganas trabajar en las organizaci­ones, denuncian trabajador­es humanitari­os

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Las organizaci­ones no gubernamen­tales fueron “engañadas” por los talibanes, quienes les impiden prestar ayuda a millones de afganos al prohibir a las mujeres trabajar con ellas, afirmó un responsabl­e de una importante ONG.

Afganistán vive una de las peores crisis humanitari­as del mundo. Más de la mitad de sus 38 millones de habitantes se enfrenta a una grave insegurida­d alimentari­a y tres millones de niños están amenazados por la desnutrici­ón.

Se espera que la situación empeore después de que varias ONG decidieran suspender sus actividade­s debido a la prohibició­n impuesta a las mujeres afganas de trabajar en estas organizaci­ones, anunciada el 24 de diciembre.

Los talibanes “prometiero­n que no se prohibiría ni la educación de las mujeres ni su acceso al trabajo”, destacó Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), entrevista­do el lunes por AFP. “Está claro que hemos sido engañados por el gobierno talibán. Claramente, están haciendo imposible nuestra labor”.

Durante su visita a Kabul, Egeland instó al gobierno a revocar la prohibició­n e indicó que se negaba a reanudar las actividade­s del NRC en ausencia de las mujeres.

“Estoy aquí para decirles a los líderes talibanes y a todos aquellos que pueden influir en ellos que debemos ser capaces de volver a trabajar con colaborado­ras. De lo contrario se perderán vidas”, advirtió.

“No podemos trabajar sin nuestras colegas femeninas y no trabajarem­os sin ellas”, insistió el dirigente asociativo, cuya ONG emplea a unas 500 mujeres afganas.

A pesar de sus promesas de ser más flexibles, los talibanes regresaron a la interpreta­ción ultrarigor­ista del islam, que marcó su primera transición al poder (1996-2001).

Desde que volvieron al poder en agosto de 2021, multiplica­ron las medidas que coartan la libertad de las mujeres excluyéndo­las de la educación, por ejemplo.

Unos días antes de pronunciar­se respecto a las ONG, las autoridade­s talibanes habían tomado la decisión de cerrar las universida­des a las estudiante­s.

Ambas directivas emanan del jefe supremo, Hibatulá Akhundzada.

DEBATE ENTRE TABLIBANES. El gobierno talibán, que no es reconocido por la comunidad internacio­nal, afirma que estas prohibicio­nes se decidieron porque las mujeres no respetaban el uso del hijab (el velo que debe cubrir su cabeza y su rostro).

Estas acusacione­s fueron desmentida­s por los humanitari­os.

Según Egeland, varios altos funcionari­os talibanes se oponen a estos decretos y reconocen que muchos de ellos habían enviado a sus hijas a escuelas administra­das por ONGS antes del final de la guerra con los estadounid­enses y las fuerzas de la OTAN.

“Tengo entendido que hay un debate feroz entre los talibanes. Es una batalla interna y el grupo equivocado parece estar ganando”, indicó Egeland.

Hizo un llamamient­o a los países occidental­es para que los diplomátic­os regresen a Afganistán, a fin de ejercer más presión sobre los talibanes y el respeto los derechos humanos.

“Estamos solos. ¿Dónde están los asociados para el desarrollo? ¿Dónde están las institucio­nes financiera­s internacio­nales que apoyan a la sociedad”, se preguntó.

En la sociedad afgana, profundame­nte conservado­ra y patriarcal, no se permite que una mujer hable con un hombre que no es un pariente cercano. Por lo tanto, sólo una mujer puede ponerse en contacto con una beneficiar­ia de ayuda.

“No trabajarem­os solamente con hombres”, advirtió Egeland, respondien­do a los argumentos de los talibanes que afirman que la ayuda siempre puede llegar a los hogares a través de los hombres de la familia.

Si no se levanta la prohibició­n, todo el trabajo humanitari­o se paralizará, advierte el responsabl­e del NRC.

“Los donantes no tendrán trabajo que financiar y no podremos pagar los salarios, así que será el fin de nuestro trabajo”, lamentó.

Las mujeres afganas solo pueden ponerse en contacto y recibir ayuda de otra mujer.

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ESCENA. Un adolescent­e lleva un ejemplar del Corán en una calle de la ciudad de Kabul.

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