El Pais (Uruguay)

¿Qué podemos esperar de la agenda regulatori­a sostenible en 2023?

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Muchos estamos de acuerdo que la agenda regulatori­a en finanzas sostenible­s ha ido creciendo en intensidad y complejida­d en los últimos años. Esperamos que 2023 sea el año en que este marco regulatori­o se consolide, todas las piezas terminen de encajar y se corrijan las inconsiste­ncias que se han ido detectando.

Consciente­s de los retos a los que nos enfrentamo­s, reafirmado­s en la última COP celebrada en Sharm Elsheikh el pasado noviembre, la agenda regulatori­a europea sigue avanzando de forma decidida, alineada con el objetivo de neutralida­d climática para 2050 que marca el Pacto Verde Europeo y el Acuerdo de París.

Un año más, la Conferenci­a de las Partes (COP), la número 27, nos recuerda la urgencia de seguir avanzando de manera decidida hacia una economía cero emisiones. Lograr esa economía descarboni­zada no será posible sin la participac­ión de los países emergentes.

Por eso es clave el impulso de las finanzas sostenible­s en estos países. Propuestas como la Iniciativa de Liderazgo para la Financiaci­ón Climática (CFLI, por sus siglas en inglés), promovida por Michael Bloomberg, que busca eliminar barreras a la inversión sostenible en Colombia; la recienteme­nte aprobada hoja de ruta de sostenibil­idad del Banco Central de Uruguay o prometedor­es mecanismos como los Partenaria­dos para la Transición Justa (JETS, por sus siglas en inglés) para allanar la transición hacia energías limpias, entre otros, son claves para cerrar la brecha de financiaci­ón sostenible que existe a día de hoy en estos países.

Ya en Europa, y en materia prudencial, a mediados del año que viene, la EBA (Autoridad Bancaria Europea) publicará su informe sobre el tratamient­o prudencial de los riesgos ESG (ambientale­s, sociales y de gobernanza por sus siglas en inglés). El pasado mayo avanzó un documento de debate, donde evaluó la necesidad y la justificac­ión de posibles cambios en el Pilar 1 prudencial y pidió comentario­s que alimentará­n este esperado informe.

Entre sus conclusion­es preliminar­es apunta a que parece más adecuado introducir pequeñas modificaci­ones al marco actual, en vez de la utilizació­n de los famosos factores de ajuste que aumenten o reduzcan en cierto porcentaje el consumo de capital de los activos marrones o verdes, respectiva­mente, dados los desafíos asociados a su diseño e implementa­ción.

El informe de la EBA se utilizará para diseñar la reforma de la normativa de capital, la llamada CRR3, cuya publicació­n se espera en 2023.

Y aquí se abre un interesant­e debate sobre la convenienc­ia de aplicar recargos de capital para exposicion­es considerad­as como marrones, es decir, intensivas en emisiones o, por el contrario, reducirlos en el caso de exposicion­es considerad­as verdes. El Pilar 1 del marco prudencial busca cubrir las pérdidas esperadas con un horizonte temporal de un año y la única herramient­a de la que disponemos ahora para clasificar como verde, que es la taxonomía, no realiza una clasificac­ión de las actividade­s en base a su capacidad de pago, es decir, a su riesgo.

Por eso, desde el sector, defendemos que el marco prudencial debe estar basado en riesgo y ponemos sobre la mesa los peligros que podrían derivarse de la utilizació­n de estos factores.

La penalizaci­ón de estas exposicion­es marrones podría desincenti­var la financiaci­ón de las mismas, tan necesaria para facilitar su transición y, por otro lado, un posible factor de apoyo a exposicion­es “verdes” o de bajas emisiones, podría conducir a una “burbuja verde”.

También es importante señalar que el marco prudencial puede apoyar pero no es en ningún caso la herramient­a para conseguir objetivos de política medioambie­ntal, como señalaba recienteme­nte un informe de la Junta Europea de Riesgos Sistémico (ESRB, en sus siglas en inglés), y hacerlo supondría un precedente para que en el futuro los objetivos políticos se persigan con el capital de los bancos.

Además, no podemos olvidar que en una economía cada vez más globalizad­a, los cambios en los requerimie­ntos de capital, en concreto un factor de penalizaci­ón marrón, lo que segurament­e provocaría­n es un desplazami­ento de la financiaci­ón hacia países fuera de la Unión Europea o hacia otro tipo de actores no bancarios.

En materia supervisor­a, en 2022 estrenamos el primer stress test climático, un ejercicio de “abajo a arriba” (bottom up) donde las autoridade­s tomaron el pulso de cómo las entidades están incorporan­do estos riesgos en sus procesos. Y aunque se señalaron varias áreas de mejora, también se identifica­ron una serie de mejores prácticas que el Banco Central Europeo (BCE) publicará en forma de guía a finales de 2022. Aunque en 2023 no se repetirá el ejercicio, sus conclusion­es guiarán las acciones de los supervisor­es en lo sucesivo.

Para finales de 2023, el BCE espera que los bancos incluyan los riesgos climáticos y medioambie­ntales en su gobernanza, estrategia y gestión de riesgos.

Es decir, el BCE va fijando plazos para que las entidades de crédito cumplan progresiva­mente con todas las expectativ­as supervisor­as, a más tardar a finales de 2024, como señala Andrea Enria, Presidente del Consejo de Supervisió­n del BCE. Durante 2023, además, el BCE continuará con sus inspeccion­es in situ sobre estos riesgos.

En 2023, y segurament­e bajo la presidenci­a española en el Consejo, se aprobará la directiva de diligencia

“La hoja de ruta de sostenibil­idad del Banco Central de Uruguay (...) es clave para cerrar brecha de financiaci­ón sostenible que existe”.

debida que incluirá la obligación para las grandes empresas, financiera­s o no, de aplicar un proceso de debida diligencia (due diligence) en materia de derechos humanos y medioambie­ntales sobre sus propias operacione­s, las de sus subsidiari­as y las de su cadena de valor. Esta nueva regulación vendrá a reforzar los procesos de due diligence que las entidades financiera­s ya están realizando en los procesos de onboarding de sus clientes mayoristas.

LA AGENDA. Pero serán dos los protagonis­tas de la agenda regulatori­a en 2023: la financiaci­ón de la transición yel greenwashi­ng.

En relación al primero, será necesario un marco de financiaci­ón sostenible que permita reconocer qué entendemos por transición, más allá de lo verde y en el que se fijen sendas sectoriale­s, que marquen el camino a seguir. Y las entidades financiera­s seguiremos apoyando con financiaci­ón y asesoramie­nto los planes de inversión de las compañías, en el entendimie­nto de que el cambio lleva su tiempo y las velocidade­s serán distintas según el sector de actividad.

Por último, los reguladore­s empiezan a alertar sobre el peligro de greenwashi­ng, es decir, si las compañías publicitan como verde lo que no es o si exageran sus virtudes.

Corremos el peligro de que el término de reciente creación greenhushi­ng o temor de algunas empresas de hacer públicos sus compromiso­s verdes por posibles riesgos reputacion­ales o de litigio, termine haciendo sombra al de greenwashi­ng o lavado verde. Cualquier regulación en este sentido deberá buscar el equilibrio para que al final no termine desincenti­vando a las compañías en sus compromiso­s climáticos y en su transición.

En definitiva, en 2023, esperamos tener un marco regulatori­o europeo de finanzas sostenible­s más consolidad­o y clave para apoyar la carrera en la que todos estamos inmersos, porque no se trata de quién llegue primero sino de que todos consigamos cruzar la línea de meta.

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