La guerra del gas
Putin perdió “la guerra del gas” contra Alemania. Así lo demuestran los hechos. Cuando decidió invadir Ucrania —como si viviera en la Edad Media sin leyes, derechos humanos ni remordimiento por asesinar civiles— y chantajear al gobierno alemán y al resto de la Unión Europea con cortarle el vital suministro de gas natural si apoyaban al pueblo ucraniano. Sabía perfectamente las severas consecuencias que ello tendría sobre la economía y la salud de la gente en este invierno. Recordemos que Rusia le proporcionaba el 60% del gas que consumían los alemanes, y que además estaba proyectado un nuevo y polémico gasoducto que duplicaría la cantidad de gas ruso para abastecer a Europa a través de Alemania.
Lejos de amedrentarse, el gobierno germano ideó e implementó un programa de abastecimiento de gas natural líquido de otras procedencias, construyendo varias terminales portuarias especializadas en tiempo récord (200 días).
El resultado está a la vista. Alemania dispone de la mayor capacidad de almacenamiento de gas natural de toda la Unión Europea. Y en pleno invierno, cuando la demanda de combustible para calefacción es más elevada, tiene más del 90% de esa capacidad ocupada. Por lo tanto, el corte a cero del suministro ruso no supone un riesgo para el país. Así lo anunció el canciller Olaf Scholz en el Parlamento alemán: “La seguridad energética para este invierno está garantizada”.
Para Alemania esta fuerte inversión en gas natural licuado supone echar mano a un combustible “de transición” porque no pierde de vista su compromiso con dejar de utilizar fuentes energéticas fósiles, a medida que sea posible. Apunta al hidrógeno verde. Pero “lo primero es lo primero”. Hay que garantizarle a la gente disponer de la calefacción domiciliaria necesaria para afrontar los rigores del invierno con éxito. Por su parte la sociedad viene cumpliendo con muy buenos resultados un plan de ahorro energético solicitado por las autoridades, como parte de la estrategia de optimizar al máximo su uso según la disponibilidad vigente, en un contexto internacional tan crítico como el actual.
Como se sabe la excelente noticia es que Alemania comenzó 2023 sin gas ruso y sin temores a que haya escasez.
Desde luego esta compleja estrategia supone elevados costes para la economía nacional. Las inversiones en infraestructura son millonarias y los precios del mercado — ahora a la baja— tuvieron picos significativos.
Los hechos demuestran que el Gobierno ruso sufrió una clara derrota en “la guerra del gas” que le declaró a Alemania y al resto de Europa. Lejos de someter a esas naciones con su chantaje, los impulsó a buscar soluciones más inteligentes para no depender de gobiernos autoritarios. Una vez más queda demostrado que las crisis traen de la mano oportunidades; sólo hay que buscarlas y reajustar las planificaciones.
La contracara de la moneda de esta locura criminal dirigida contra el pueblo ucraniano es lo que le significó al invasor. Con estas acciones Rusia consiguió arruinar su modelo de negocios, pues perdió a Europa, su principal mercado para sus exportaciones y su mayor fuente de inversión extranjera.
Alemania dispone de la mayor capacidad de almacenamiento de gas natural de toda la UE.