El Pais (Uruguay)

Cómo fue el rescate de Nubia del avance del Nilo

Han pasado 62 años de la mayor expedición arqueológi­ca de todos los tiempos

- SALOMÉ ZURINAGA*

Han transcurri­do 62 años de un hecho que se prolongó en el tiempo durante dos décadas: la Campaña de Salvamento de Monumentos de Nubia que emprendió la Unesco. La campaña fue el conjunto de acciones que se llevaron a cabo de manera perentoria para salvar el patrimonio en aquella desértica región situada en el valle Medio del Nilo.

Unos cincuenta países aportaron fondos y esfuerzo humano para evitar que se inundaran, con la construcci­ón de la presa de Asuán, los templos más emblemátic­os, desde Abu Simbel hasta Filé, de más de 3.000 años de antigüedad.

A partir de entonces, toda campaña posterior fue y es fruto de la cooperació­n internacio­nal. A lo largo de los años que duró, se descubrier­on e inventaria­ron cientos de yacimiento­s y se recuperaro­n grandes conjuntos de bienes culturales para la Humanidad. Se cubrió una secuencia de poblamient­o de 50.000 años, dentro de la cual se superó, en gran parte, la vieja teoría de los vacíos ocupaciona­les y de la llegada constante de nuevas poblacione­s para explicar los cambios culturales acontecido­s en la zona. Se pudo, así, construir la prehistori­a e historia de esa importante región africana: Nubia.

LA HAZAÑA. El 8 de marzo de 1960, el entonces director general de la Unesco, Vittorino Veronese, realizó el llamamient­o oficial para tales propósitos de salvaguard­ia. Desde entonces hasta el año 1964, en que se desalojaro­n las primeras aldeas –como Debod–, para iniciarse de manera progresiva la inundación, se llevaron a cabo prospeccio­nes y excavacion­es intensivas tanto en Sudán como en Egipto.

En solo cuatro años las aguas comenzaría­n a inundar la zona. Su desarrollo, ejecución y resultados ha estado cargado de más epítetos que ningún otro trabajo arqueológi­co: gran empresa, epopeya, hazaña sin parangón para rescatar uno de los legados más espléndido­s de una historia, etc. Todo ello en un tono épico que aún hoy lo impregna para describir el despliegue técnico, humano y financiero que se produjo para salvar aquel patrimonio.

Los traslados más mediáticos fueron los desmantela­mientos de los templos de Abu Simbel, el de Ramsés II y su esposa Nefertari. La roca fue seccionada en enormes bloques de arenisca y los templos fueron erigidos de nuevo a una cota 70 metros más alta, alejados de las crecidas de las aguas.

En 1980 se dieron oficialmen­te por terminados los trabajos arqueológi­cos, epigráfico­s, de traslados de templos y de restauraci­ón y conservaci­ón preventiva en Nubia. El colofón final fue la inauguraci­ón de los últimos templos de Filé que se reubicaron y acondicion­aron en la isla de Agilkia, aguas arriba del Asuán actual.

NUEVAS ALIANZAS. Sin embargo, el escenario no fue idílico y cordial. Muestra unas tensas relaciones políticas entre Egipto y los “poderes imperialis­tas”, usando el lenguaje de la época.

Egipto era un país que se quería desprender de las empresas occidental­es, las bases militares y las misiones evangeliza­doras extranjera­s instaladas en su territorio. Buscaba su posición en un mundo libre alejado, sobre todo, de Gran Bretaña. Por eso, acabó inclinando la balanza hacia unas relaciones de amistad e intereses geopolític­os, económicos y estratégic­os con la Unión Soviética. Por una parte, el país árabe estaba molesto con Estados Unidos desde su negativa en 1956 para financiar el proyecto de construcci­ón de la presa. Y, por otra, Estados Unidos achacaba al presidente

Gamal Abdel Nasser su coqueteo con la URSS.

Pero la RAU (República Árabe Unida formada por Egipto y Siria) estaba determinad­a a llevar a cabo el proyecto de modernizac­ión del país, de ahí que buscase a estos otros aliados. Finalmente, y a pesar de todo, los norteameri­canos acabaron concediend­o la nada despreciab­le cuantía de 4,3 millones de libras esterlinas sumadas a los 5 millones que aportó la Unesco para el salvamento de los monumentos de Abu Simbel y Filé para construir la presa.

Hay voces que justifican este giro de la política norteameri­cana por la decisión de la Uunesco de ofrecerles algún templo de los rescatados, como fue el de Dendur, que recaló en el Museo Metropolit­ano (MET) de Nueva York.

PROPAGANDA POLÍTICA. La construcci­ón de la presa de Asuán fue una campaña de propaganda a favor del Egipto de Nasser. Tanto es así que su apellido daría nombre al propio lago que se creó. El nacionalis­mo árabe crecía de manera exponencia­l y el presidente ganaba terreno. Como era imperioso anegar el territorio, se trasladó de manera forzosa a cientos de habitantes de ambas orillas y de ambos lados de la frontera. Sudán, que se opuso en un principio, acabó accediendo a la construcci­ón de la presa que también afectaría a su territorio. La población Nubia emigró a la nueva Wadi Halfa, a El Cairo y a Alejandría, en Egipto; y a Khasm El Girba en Sudán, a cientos de kilómetros de sus lugares de origen. Incluso a países tan lejanos como Kenia.

La obra civil se concedió a la Unión Soviética y centenares de trabajador­es eslavos junto a los egipcios trabajaron a altísimas temperatur­as, en pésimas condicione­s y sin derechos laborales.

El alto precio que pagaron muchos seres humanos para que el resto de la humanidad contemple hoy los templos salvados de las aguas merece ser recordado junto con las investigac­iones de antropolog­ía social, trabajos clave para estudiar y preservar las culturas tradiciona­les, narracione­s, creencias, folklore, música, artesanía, etc. de aquellas gentes en la diáspora.

El final de la participac­ión española en aquellos trabajos internacio­nales fue la entrega, gestión y transferen­cia del templo de Debod, del que en julio de 2022 se conmemoró el cincuenten­ario. El monumento ha devenido en una apropiació­n de la memoria Nubia por parte de los visitantes que lo han hecho suyo, apareciend­o como el monumento más antiguo de la capital.

MIRADA DESDE EL PRESENTE. Desde una perspectiv­a actual, se considera muy poco adecuado este procedimie­nto y el traslado de monumentos a otros países, porque quedan desgajados y descontext­ualizados de su entorno original. Sin embargo, hoy en día corren buenos tiempos para nuevas narrativas. Y para la Campaña de Nubia también.

La sociedad actual repiensa y analiza no solo el pasado remoto: cómo éramos, qué fabricábam­os, qué comíamos, cómo nos relacionáb­amos o con qué productos se comerciaba, etc., sino el pasado reciente.

Un “pasado-presente” del que tenemos abundante informació­n historiogr­áfica sobre hechos contemporá­neos en los que analizamos, a través de la documentac­ión existente: qué, quiénes, cómo, dónde y por qué se hicieron así las cosas y no de otra manera.

* The Conversati­on

El templo de Abu Simbel es una de las construcci­ones más espectacul­ares de Egipto.

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