El “búnker”, la opción de los jefes mafiosos en la clandestinidad
Algunos mafiosos italianos se van a vivir en los trópicos, pero los peces gordos se quedan en el país para seguir reinando en la sombra, aunque eso implique permanecer recluidos en sus escondrijos gran parte del tiempo. En el corazón de los pueblos y aldeas donde nacieron y cometieron sus primeros crímenes de sagas a menudo sangrientas, cuentan con la protección de cómplices incondicionales, aunque siempre están expuestos a una traición. “Ir a la cárcel para un mafioso es un fracaso. El mafioso quiere morir en su cama, no en una celda”, dice a AFP el periodista especializado Attilio Bolzoni.
Sin embargo, dos de los más temidos padrinos de la mafia siciliana, Toto Riina y Bernardo Provenzano, murieron en la cárcel. El mismo final le espera a Matteo Messina Denaro, detenido el lunes tras 30 años prófugo, quien se ocultaba a pocos kilómetros de su ciudad natal, Castelvetrano. Messina ocupaba un apartamento reformado y según los vecinos de Campobello di Mazara salía de día a tomar un café en el bar local, a comer pizza y hacer compras. Se movía con papeles falsos y se hacía pasar por médico. Otros usan pelucas, se visten como mujeres, se someten a operaciones cosméticas.
Los mafiosos en fuga en Italia a menudo se esconden en lo que se llama un “búnker”. Son sótanos convertidos en dormitorios, con baños y cocina, algunos en casas individuales, otros en fincas o pequeños edificios.
En 2016, dos líderes de la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa, fueron descubiertos en un miserable “búnker” enclavado en la montaña, en medio de un bosque, donde “vivían como animales”, según explicó el fiscal. Toto Riina, el capo de Corleone, apodado “La bestia” por su fiereza, vivió en el centro de Palermo hasta su detención en 1993 en una “villa-búnker”.