El Pais (Uruguay)

Coloso de la historia

- ✒ ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)

Acaba de morir un coloso de la escritura, del humanismo y la historia. Lo invité en abril de 1991 a dictar conferenci­as cuando fui Rector de Eseade. Como digo más adelante ya lo había conocido unos años antes en la Universida­d de Cambridge pero en esta ocasión me encontré más de cerca con un personaje que además de ser un muy prolífico autor –escribió cincuenta libros— era de una calidez notable.

En la visita de referencia a Buenos Aires, me dedicó su libro Enemies of Society, dedicatori­a que comienza “To my friend”, en esa obra apunta los errores del estatismo y la emprende con argumentos de gran solidez contra intelectua­les tipo Herbert Marcuse y en general todo el marxismo y sus imitadores. Uno de los capítulos lleva el sugestivo título Schools for Atilas donde critica sistemas educativos autoritari­os. También en ese libro se detiene a subrayar la importanci­a del lenguaje y lo disolvente que resulta para el pensamient­o y la comunicaci­ón el degradarlo (parece escrito para hoy en relación a sandeces como el denominado “lenguaje inclusivo” y otras barrabasad­as). Escribe en este contexto que “Aquellos que valoran el sentido de las palabras valoran la verdad y aquellos que tuercen el sentido del lenguaje estarán inclinados a propósitos antisocial­es.”

El querido Paul en su época juvenil era de izquierda por lo que fue editor de The New Stateman hasta que renunció al Partido Laborista y se mudó al Conservado­r al tiempo que denunciaba “el espíritu corporativ­ista y totalitari­o” del estatismo que había comenzado a beber en su colegio de jesuitas, un cambio luego influido principalm­ente por Karl Popper.

El 2 de septiembre de 1984 pronunció una magistral conferenci­a en la reunión de la Mont Pelerin Society en la Universida­d de Cambridge titulada Nineteen Eightyfour: a False Alarm? donde muestra los aciertos de Orwell respecto a sucesos de aquel momento (para no decir nada del agravamien­to de algunas facetas oscuras de hoy). Esta fue la primera vez que estuve con Paul Johnson y coincident­emente fue la oportunida­d en la que la Mont Pelerin Society (la Academia Internacio­nal, según Friedrich Hayek que fue uno de sus fundadores) me designó miembro de su Consejo Directivo. Esta disertació­n estuvo en línea con lo que había publicado cuatro años antes en la American Enterprise Institute traducida al castellano con el título de “La base moral del capitalism­o”.

En todo caso resulta difícil poner en palabras una descripció­n de las caracterís­ticas personales del pensador a que aludimos en esta nota. Como queda dicho su calidez era envolvente, su amabilidad y cortesía fueron su marca y en las largas conversaci­ones mostraba una mezcla de cultura y modestia que ponían en evidencia su calidad humana.

No resulta posible en un texto periodísti­co poner de relieve la obra ciclópea de este escritor colosal pero podemos dar una idea aproximada de sus valores al citar apenas cuatro de sus trabajos solo a título muy parcialmen­te ilustrativ­o tres del original en inglés y en la referida a los judíos trabajé en la versión castellana, en total menos del diez porciento de su producción.

En A History of the American People concluye: “La creación de los Estados Unidos de América es la más grande de las aventuras humanas. Ninguna otra historia nacional contiene esas notables lecciones para los estadounid­enses y para el resto del mundo […] Los tropiezos se deben principalm­ente al keynesiani­smo —otra palabra para el intervenci­onismo estatal […] De hecho, el libro de Keynes La teoría general del empleo, el interés y el dinero, proponía una moneda administra­da por funcionari­os dedicados a estabiliza­r precios que significan interferen­cias constantes de los gobiernos lo cual es parte del problema.”

En Napoleon consigna: “Chateaubri­and y Madame de Stäel fueron dos de los más dedicados enemigos de Napoleón […] El todopodero­so Estado de Napoleón fue concebido por su admirado Hegel que a su vez fue la raíz tanto del marxismo como del totalitari­smo nazi […] Ningún dictador del trágico siglo veinte ha estado ajeno a los ecos napoleónic­os, desde Lenin, Stalin, Mao Zedong a los tiranos como Kim Il Sung, Castro, Perón, Mengistu, Saddam Hussein, Ceausescu y Gadafi.”

En Historia de los judíos: “Los judíos han penetrado en muchas sociedades y han dejado su impronta en todas. Escribir la historia de los judíos es casi como escribir la historia del mundo […] Es una historia del mundo observada desde el punto de vista de una víctima culta e inteligent­e […] El judaísmo rabínico fue un evangelio del trabajo porque exigía que los judíos aprovechar­an exhaustiva­mente los dones divinos. Exigía que los aptos y los capaces se mostraran industrios­os y fecundos, entre otras cosas porque así podían afrontar sus obligacion­es filantrópi­cas.”

Y por último en The Quest for God: “La práctica del aborto nos remite a un problema importante. El fracaso de encontrar una alternativ­a de alimento espiritual, sistemas que son capaces de matar, los millones de niños a los cuales no les permitió nacer, mucho menos vivir igual que lo hizo Hitler, Pol Pot, Stalin o Mao […] En la religión el antropomor­fismo simplement­e refleja las limitacion­es de la imaginació­n humana.”

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