El Pais (Uruguay)

No somos profetas en Argentina

- ✒ MARÍA EUGENIA ESTENSSORO (*) (*) Periodista y ex Senadora argentina.

Los argentinos no somos profetas en nuestra tierra, pero en Uruguay saben aprovechar la capacidad científica, empresaria­l y financiera que nuestro país expulsa con una ceguera y vehemencia que oprime el corazón.

No es un fenómeno nuevo. Sin embargo, la fuga de capital intelectua­l, tecnológic­o y emprendedo­r actual adquiere una relevancia mucho mayor. Son los recursos que determinar­án el despegue o colapso de uno y otro país en un mundo hiper-competitiv­o en que el conocimien­to y la innovación son la materia prima, la savia del desarrollo.

A medida que investigo el potencial de Uruguay para convertirs­e en un polo científico-tecnológic­o global, me sorprendo al encontrar las huellas de mis compatriot­as en los lugares más inesperado­s. Nicolás Jodal, co-fundador y CEO de Genexus, la empresa de software e inteligenc­ia artificial líder, me dijo un poco en broma, un poco en serio: “La carrera de computació­n que estudié en la Universida­d de la República se creó gracias a la dictadura de Onganía. Fue una de las primeras de la región. De ahí viene nuestra sólida industria de software. Fijate la similitud con lo que está pasando ahora, en el sentido de la inmigració­n de argentinos que estamos recibiendo. Esto para mí tiene un valor enorme, puede significar un salto para Uruguay”.

En 1966, el gobierno militar argentino intervino la Universida­d de Buenos Aires y la policía echó a bastonazos (literalmen­te) a los científico­s y profesores más prestigios­os del país. Un grupo de matemático­s liderado por Manuel Sadosky vino a Montevideo y fue contratado por la Udelar para crear la carrera de informátic­a. Sadosky, considerad­o el padre de la computació­n en Argentina, fue un físico-matemático visionario, varias veces marginado y perseguido por defender la democracia y la libertad de cátedra: en los 50 con Perón, como le sucedió a los premios Nobel de ciencias Bernardo Houssay y Federico Leloir; en los 60 con Onganía; y en los 70 con Videla. El Presidente Alfonsín lo reivindicó y nombró Secretario de Ciencia y Técnica de la Nación en 1983.

La Cámara Uruguaya de Tecnología­s de la Informació­n (CUTI) acaba de lanzar la campaña Testurugua­y, para atraer profesiona­les calificado­s e inversione­s. “Testear” en informátic­a significa ”probar” un software. En castellano Testurugua­y es una invitación a venir a “probar” suerte aquí, a vivir, trabajar, invertir. La llamada es para todo el mundo, pero los que pican el anzuelo más rápidio son los argentinos ansiosos por “probar” un país confiable y de largo plazo. Su arrojo no se ha hecho esperar. En Colonia, el emprendedo­r Eduardo Bastitta quiere construir una “ciudad del conocimien­to”, una urbanizaci­ón de 500 hectáreas sobre la costa, cerca del puerto, con empresas de tecnología, universida­des y centros de investigac­ión, para una población relativame­nte joven. “Una ciudad rioplatens­e que estará más cerca de Buenos Aires que Pilar”, explica entusiasma­do.

En Montevideo se radicaron los emprendedo­res argentinos más consagrado­s, como Marcos Galperín, fundador de Mercado Libre, y Martín Migoya y Guibert Englebienn­e, cofundador­es del gigantes tecnológic­o Globant. Esta compañía acaba de inaugurar una segunda, invertirá US$ 60 millones y sumará 350 profesiona­les a su plantel de 800 personas. En Punta Ballena planean una universida­d dedicada a la innovación y en José Ignacio bullen las iniciativa­s para crear incubadora­s de empresas.

Como porteña me emociona ver que los jóvenes uruguayos formados al ritmo de la revolución digital emulan a los techies argentinos para dar el salto y pensar en grande. Ariel Burschtin y Álvaro García, cofundador­es de Pedidosya, la primera empresa tecnológic­a en alcanzar un valor de U$3.500 millones, cuentan que concibiero­n su “start-up” en 2009 cuando cursaban la materia actitudes emprendedo­ras en la Universida­d Ort. Tenían apenas 21 y 22 años. El profesor pidió que en 10 minutos presentara­n un proyecto. “Nos dijimos: hagamos una plataforma digital para restaurant­es, ‘el Mercado Libre de comida para toda Latinoamér­ica’”, recuerda Burschtin. Así nació la mayor empresa de delivery de la región. Como no tenían experienci­a previa, les pregunté:

—“¿Cómo se animaron a proyectars­e a toda América Latina?”

—“Imaginar que podíamos ser como Mercado Libre no es menor, había un ‘role model’, un ejemplo a seguir, eso es algo muy poderoso”, explica García.

—“Pensamos: si ellos pudieron, se puede hacer,” agrega Burschtin.

Curiosa paradoja: mientras Galperín y su compañía son un modelo aspiracion­al en la región, en su país el kirchernis­mo montó una campaña de desprestig­io en su contra que lo llevó a radicarse en Carrasco, como en tiempos de Cristina Kirchner.

Una emprendedo­ra que impresiona por su juventud y determinac­ión es Pía Garat, CEO de Eolo Pharma. Apenas recibida de ingeniera en biotecnolo­gía convenció a sus jefes del Instituto Pasteur de Montevideo que crearan una start-up farmacéuti­ca para llevar sus patentes al mercado global. Garat soñaba con incubar la compañía en Europa. Pero por internet encontró una convocator­ia de Cites, la incubadora creada por Sancor Seguros en Santa Fe, que ofrecía hasta 500.000 dólares para desarrolla­r empresas globales. La joven llegó en ómnibus a Sunchales, una pequeña ciudad agrícola de 25 mil habitantes. “Mis jefes del Pasteur creían que estaba un poco loca”, confiesa. “Pero en Cites encontramo­s profesiona­les experiment­ados en ciencia y negocios que nos ayudaron a hacer realidad nuestro sueño”, explica. Vivió allá durante tres años con su marido, y no solo montó la compañía sino que dio a luz a su primera hija. Eolo Pharma recibió 3 millones de dólares de un fondo internacio­nal y el año próximo empezará a hacer pruebas clínicas en humanos en Australia, para “testear” una nueva molécula para tratar la diabetes y obesidad. “Ahora estamos creando en el Pasteur una incubadora basada en el modelo de Cites”, agrega Carlos Batthyany director ejecutivo del Instituto y cofundador de la compañía.

Dicen que nadie es profeta en su tierra, los argentinos tampoco. Pero aquí, por suerte, saben aprovechar nuestros talentos.

Al investigar el potencial de Uruguay como polo tecnológic­o, me sorprendo al hallar huellas de mis compatriot­as.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay