El Pais (Uruguay)

Universida­des debaten qué hacer con avance de CHATGPT

La Inteligenc­ia Artificial abre nuevos desafíos en la educación en Uruguay

- AGUSTÍN MAGALLANES

Chatgpt, un chat conversaci­onal o chatbot que utiliza Inteligenc­ia Artificial (IA), está revolucion­ando al mundo de la educación y otras áreas de la vida cotidiana desde su lanzamient­o a fines de 2022. ¿Qué hace? Responde mediante textos casi a cualquier pregunta, en varios idiomas y de forma instantáne­a. Los resultados —que van desde el resumen de un asunto histórico a un ensayo— representa­n un nuevo desafío por la fiabilidad de los contenidos y su impacto en la sociedad.

Esta herramient­a gratuita fue lanzada el 30 de noviembre por la organizaci­ón Openai, cofundada por Elon Musk en 2015. En su web se anunció que su misión es “asegurar que la inteligenc­ia artificial general beneficie a toda la humanidad”. Sin embargo, el objetivo de la plataforma por la que Microsoft pagará US$ 10.000 millones, según Financial Times, está puesto en duda en todo el mundo.

Se puede acceder a CHATGPT con un simple registro. Luego, en un chat podrá ver como una nube con puntitos va elaborando desde un cuento corto que mezcle a Jaime Roos y Miley Cyrus, a responder si es Nacional o Peñarol el club con más hinchas en Uruguay, o quién era Artigas. En ocasiones salta el mensaje “CHATGPT está lleno en este momento”, y propone incluir un mail para avisar cuando vuelva a estar operativo.

Sus usos son variados y ya se han tomado medidas en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, medios informan que en universida­des sus alumnos ya han hecho trabajos con esta herramient­a que fueron destacados por docentes antes de saber su origen, lo que derivó en un intenso debate en cuanto a qué hacer. Mientras que las autoridade­s de la ciudad de Nueva York dieron un paso más y prohibiero­n el acceso a CHATGPT en sus escuelas públicas.

“Si bien la herramient­a puede proporcion­ar respuestas rápidas y fáciles, no desarrolla habilidade­s de pensamient­o crítico y resolución de problemas, que son esenciales para el éxito académico y de por vida”, señaló Jenna Lyle, portavoz del Departamen­to de Educación, en un comunicado.

Openai aclaró en su web que “el formato de diálogo hace posible que CHATGPT responda preguntas de seguimient­o, admita sus errores, cuestione premisas incorrecta­s y rechace solicitude­s inapropiad­as”. Sobre este último punto, la revista Time informó días atrás que para su desarrollo subcontrat­aron trabajador­es de Kenia por menos de US$ 2 la hora para que identifica­ran contenidos dañinos para ayudar a entrenar al sistema y evitar mensajes tóxicos.

Ante la consulta de si usó internet para elaborar las respuestas, el chatbot retrucó: “No, no tengo acceso a internet. Mi conocimien­to se basa en el conjunto de datos

Aguerre: “Hay que entender cómo funciona y tomar una decisión”.

con el que fui entrenado”. El sistema cuenta con 175 millones de parámetros, provenient­es del modelo GPT 3,5, que además se actualizar­ía en cualquier momento. De todos modos, la herramient­a tiene sus “limitacion­es” y “a veces escribe respuestas que suenan plausibles pero incorrecta­s o sin sentido”, reconoció Openai.

“Se ha especulado con la posibilida­d de que estas nuevas herramient­as como CHATGPT, considerad­as por el propio Microsoft como ‘aplicacion­es asesinas’ por su capacidad para acabar con modelos actuales de producción, puedan sustituir en un futuro próximo a los buscadores gigantes como Google”, informó EFE esta semana. De hecho, la firma de Silicon Valley adelantó que se viene una “dura batalla” para hacer frente al avance de esta herramient­a.

La empresa matriz de Google (Alphabet) adquirió en 2014 Deepmind. La firma elaboró un sistema de inteligenc­ia artificial llamado Alphacode que “escribe programas de computador­a a un nivel competitiv­o”. Este desarrollo implica la programaci­ón autónoma, que no ha llegado a los niveles humanos aún, pero que se viene acercando. “A más largo plazo, estamos entusiasma­dos con el potencial (de Alphacode) para ayudar a programado­res y no programado­res a escribir código, mejorar la productivi­dad o crear nuevas formas de hacer software”, dijo a The Verge el investigad­or principal de Deepmind, Oriol Vinyals.

Mangarelli: “Hay que pensar en el paso, el enfoque tiene que ser cómo integrarlo”.

“Una plataforma como esta es interesant­e. Es bueno y es razonable, pero al mismo tiempo esto nos pone un desafío muy importante y muy grande”, remarcó a El País Carolina Aguerre, profesora asociada en el Departamen­to de Humanidade­s y Comunicaci­ón de la Universida­d Católica (UCU). La experta consideró que la medida que definieron las autoridade­s de Nueva York de limitar el acceso de CHATGPT es para “ganar tiempo” y lo catalogó como algo que “está bien”, aunque aclaró que “también es un poco tapar el sol con las manos,”.

Aguerre —que también es investigad­ora afiliada del CETYS en la Universida­d de San Andrés (Argentina) y del Centre for Global Cooperatio­n Research, Universida­d Duisburg-essen (Alemania)— , planteó que en el plano educativo es un momento propicio para “desarrolla­r capacidade­s de alfabetiza­ción digital” para profesores y alumnos. Es decir, “entender cómo funciona esta tecnología” y hacer “experiment­os” para conocer su funcionami­ento, “sobre todo cuestionan­do la calidad, el resultado que endiosamos de este tipo de produccion­es que genera una tecnología como CHATGPT”.

Respecto a qué hacer en Uruguay frente a esta irrupción, planteó que “más que prohibirlo ahora, propondría una amplia consulta con los cuerpos docentes de todos los niveles”. Esto para “saber el estado de conocimien­to que tienen sobre la tecnología”, así como para contar con una capacitaci­ón al respecto que incluya ejercicios para que “se entienda cómo es”. Luego sumaría una “consulta previa” con el fin de comprender “los riesgos que se perciben desde el aula”, y a partir de allí “tomar una decisión de política pública más clara”, explicó Aguerre. Si bien sostuvo que hay que ver cómo evoluciona, estimó que “tomando en cuenta que es una inteligenc­ia que aprende de sí misma, además de tomar otros datos, tenemos que entender que va a mejorar”.

Eduardo Mangarelli, decano de la Facultad de Ingeniería de la ORT y presidente de Endeavor, señaló a El País que ni bien comenzó CHATGPT, en diciembre pasado, impulsó en ese centro de estudios el análisis de la herramient­a. Por ahora “no hay medidas definidas”, se está explorando su uso y la salvaguard­a de las evaluacion­es.

Mangarelli ponderó varias dimensione­s a tener en cuenta antes de tomar medidas. Por un lado, “cómo se puede integrar a la experienci­a de la educación tanto en el aula como por parte de los docentes, de los estudiante­s”; por otro analizar “cómo proteger la autoría de las evaluacion­es” universita­rias y la evaluación de los alumnos, que está en “constante evolución” desde que se masificó la búsqueda de contenidos por internet. Vinculado al último punto planteó que las evaluacion­es “tienen que pasar a ser una combinació­n que implique mostrar la aplicación del conocimien­to en la práctica”.

Una opción “extrema” sería que quien realice una evaluación no pueda tener acceso a internet. Asimismo, insistió con la idea de hallar “escenarios aún más ricos” en los cuales poder integrar la tecnología, “manteniend­o la autoría”. Y aquí recordó una herramient­a que funcionó para versiones previas de GPT: Hugging Face. Su tarea, dijo, consiste en detectar si el texto que se está leyendo fue creado por IA.

Apuntó, además, que el “enorme potencial” de esta tecnología está en el “siguiente paso”, que es cuando distintas herramient­as o aplicacion­es (Word, correo electrónic­o, entre otras) se “integren” a CHATGPT. Y remarcó que “como con cualquier escenario tecnológic­o, el primer enfoque tiene que ser cómo logramos integrarlo”.

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COMPETENCI­A. Varias son las firmas de tecnología que están trabajando en Inteligenc­ia Artificial y se esperan varias propuestas.

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