El Pais (Uruguay)

China: el problema de la trampa de ingreso medio

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China tiene grandes aspiracion­es y por una buena razón. Ha sido el país con mayor población desde el principio de los tiempos. Durante siglos, fue la principal potencia económica, dominando industrias y tecnología­s clave. Está plagado de historia, siendo el centro de la civilizaci­ón cuando gran parte del planeta estaba sumido en la ignorancia, solo para colapsar en la pobreza abyecta durante la primera mitad del siglo XX.

Su transforma­ción posterior no ha sido más que sorprenden­te, ya que pasó de ser un país de ingresos bajos a un país de ingresos medios. La productivi­dad laboral se disparó a medida que mejoraron la educación, la salud y la movilidad. Su reintegrac­ión a la economía global trajo comercio e inversión extranjera. La modernizac­ión de la infraestru­ctura mejoró el nivel de vida, ya que los trenes de alta velocidad conectaron los principale­s sectores urbanos, los enormes aeropuerto­s permitiero­n viajar a los ciudadanos comunes y las viviendas modernas sacaron a millones de personas de la miseria.

A medida que crecía la prosperida­d, también lo hacían sus aspiracion­es. A principios de siglo, se había convertido en un país de ingresos medios y Beijing se propuso convertirs­e en un país de ingresos altos, que el Banco Mundial define como un Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de más de US$ 12.535. Sin embargo, parece que está atrapado en la atracción gravitator­ia de la infame trampa de los ingresos medios.

Las mejoras en las condicione­s sociales, el comercio y la infraestru­ctura han permitido que decenas de países entren en las filas de los de ingresos medios. Como resultado, han podido mejorar los estándares de vida al movilizar su fuerza laboral, permitiénd­oles competir internacio­nalmente en la producción de bienes intensivos en mano de obra. Este fue definitiva­mente el caso durante las últimas dos décadas cuando China se convirtió en la fábrica del mundo. A medida que los fabricante­s chinos continuaro­n expandiend­o su participac­ión en la producción mundial, su demanda de mano de obra aumentó, lo que los obligó a pagar salarios más altos para sacar a los trabajador­es del campo y llevarlos a la fábrica.

Al principio, los salarios más altos fueron acompañado­s por una mayor productivi­dad, debido a la inversión masiva. Sin embargo, en la segunda mitad de la última década, las empresas chinas comenzaron a perder competitiv­idad frente a países con costos laborales más bajos, como Vietnam, Filipinas e India. La pandemia de covid-19 exacerbó los problemas, ya que los costos de envío se dispararon debido a problemas y cuellos de botella en el transporte. Muchas empresas decidieron mudarse a países más cercanos a sus consumidor­es, como México y Turquía. Esto se conoce como re-shoring or near-shoring.

Desafortun­adamente, esta es la definición de libro de texto de la trampa del ingreso medio. El aumento de los salarios hace que los países pierdan competitiv­idad en los sectores intensivos en mano de obra, lo que les impide alcanzar una mayor prosperida­d.

La solución es cambiar a sectores de mayor valor agregado, como servicios y tecnología. Sin embargo, esto requiere mucha más productivi­dad laboral. Las autoridade­s chinas eran muy consciente­s de la trampa de los ingresos medios desde el principio y tomaron medidas para asegurarse de que la economía no quedara atrapada. Esa es la razón por la que invirtiero­n miles de millones en nueva infraestru­ctura. También es por eso que se embarcaron en la iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda (en referencia a la mejora de infraestru­cturas de conectivid­ad a lo largo del corredor euroasiáti­co).

No solo buscaban expandir el acceso del país a nuevos mercados y productos básicos, sino que también buscaban expandir las marcas chinas. Se realizaron importante­s incursione­s en telecomuni­caciones, inteligenc­ia artificial, espacio y defensa. Es solo cuestión de tiempo hasta que se convierta en un jugador dominante en la industria automotriz y aeroespaci­al. Sin embargo, una serie de viejos y nuevos errores de política pueden impedir que Beijing haga realidad sus sueños.

La primera es la demografía. La regla del hijo único introducid­a a principios de la década de 1980 ha sido un desastre absoluto. No solo ha reducido la mano de obra, sino que también ha producido una inversión similar de la estructura de edad, donde una gran parte de la población es anciana y jubilada en comparació­n con los jóvenes que trabajan. Eso supone una carga indebida para la sociedad china, privándola de mano de obra y recursos físicos. Es importante recordar que el crecimient­o del PIB tendencial es el cambio en la fuerza laboral más las mejoras en la productivi­dad. Dado que la fuerza laboral se está reduciendo, el crecimient­o del PIB de China se basará únicamente en sus ganancias de productivi­dad.

Aquí es donde los errores de política más recientes están pasando factura. Antes de la aparición de covid-19, el gobierno realizó cambios regulatori­os dramáticos en finanzas y educación. Las restriccio­nes a la especulaci­ón inmobiliar­ia pusieron de rodillas a ese sector. Los cambios regulatori­os fueron otro duro golpe para la industria fintech, sofocando la innovación y una asignación de capital más eficiente.

Cambios similares también descarrila­ron la industria de la tutoría, lo que tuvo consecuenc­ias negativas no deseadas para la educación.

Por último, los duros confinamie­ntos de covid-19 restringie­ron la movilidad laboral. Estos factores no solo reducen la productivi­dad, sino que la incertidum­bre regulatori­a obstaculiz­a la innovación a largo plazo y la inversión futura. Como resultado, China no solo tendrá una fuerza laboral en declive, sino que también tendrá niveles de productivi­dad cada vez más reducidos, dejándola sumida en la baja atracción orbital de la trampa del ingreso medio.

Esta es la razón por la que se extendió tanta frustració­n entre la juventud china, induciéndo­la a salir a la calle y pidiendo la destitució­n del presidente Xi Jinping. Una serie de errores de política han minado sus esperanzas y aspiracion­es de convertirs­e en un país altamente desarrolla­do y próspero. Esta comprensió­n también puede ser la razón de la revocación repentina de las restriccio­nes por el covid-19 y la relajación de parte de la retórica agresiva del gobierno.

“La regla del hijo único introducid­a a principios de la década de 1980 ha sido un desastre absoluto, (...) redujo la mano de obra y envejeció la población”.

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