El Pais (Uruguay)

“Trotsky Vengarán es una criatura que no está cansada”

- BELÉN FOURMENT

El faro, dicen, fue “El tsunami”, una canción que habla de buscar el horizonte, de volver a empezar, de surfear lo imposible. Una canción que dice, con todas las palabras, que “más negro se pone antes de aclarar”, y que usa la guitarra para cortar la oscuridad. Una canción de esperanza. Después de la crisis de la pandemia, del miedo, de unos esbozos de composició­n demasiado tensos, Trotsky Vengarán tiene un disco, un nuevo motivo de orgullo y una convicción: la de la superviven­cia.

“Estamos contentos y bastante orgullosos, particular­mente orgullosos”, dice Hugo “Llamarada” Díaz, guitarrist­a, sobre Todo está por pasar, que cierra una especie de trilogía entrecorta­da que ha visto la luz cada 10 años, y que completan el esencial Todo lo contrario ,de 2002; y el expansivo Todo para ser feliz, de 2012. Todo está por pasar salió justo antes del final de 2022.

En charla con El País, Díaz y Guillermo “Cuico” Perazzo, baterista, aseguran que este disco (grabado en el Abasto porteño y producido por Álvaro Villagra) tuvo un proceso orgánico, que ya no les inquieta seducir al público que se les resiste, y que cuando se trata de jugar en su cancha, es a todo o nada. “Por Trotsky, todo”, dicen y hablan — saben— por sus compañeros Juan Pablo Granito y Guillermo Peluffo.

Este es un extracto de la entrevista. —¿Cuánto pesa el repertorio de Trotsky, que tiene una base de 40 o 50 temas a los que su público siempre responde en vivo, a la hora de trabajar en un nuevo disco?

Hugo Díaz: No digo que iniciemos el proceso de composició­n con la esperanza de tener un “Noche de rock”, un “Historias sin terminar”, pero por lo general hay una canción que, cuando sale, decís: “A partir de acá hay un disco”. En este caso fue “El tsunami”. Pero no es que permanente­mente la estés midiendo con lo que hay: nos tiene que convencer; tenemos que sentir, cuando la estamos tocando, que es una canción de Trotsky. (...) Nosotros tenemos una zona de confort a la que recurrimos con facilidad. Hay un ritmo de batería y una forma de canción que tocamos como si estuviéram­os respirando. En el momento en que nos empezás a pedir cosas, ya estamos en alerta. Yo respeto un montón a las bandas que cambian, convencida­s, y pegan un volantazo. Nosotros estamos convencido­s de lo que hicimos, incluso en las variacione­s; todo se trata de ver qué tanto jugo se le puede sacar a la canción. Porque lo más importante es la canción.

—Ustedes, que son unos convencido­s del punk rock, ¿cómo se vinculan con la aparición energética y filosófica del punk en parte de la movida urbana? Díaz: Me pone contento porque lo siento como una reivindica­ción. (...) Me parece que hay un revival del “no tengo que esperar nada para salir a decir lo que tengo que decir” que es muy saludable. Es, de última, lo que nos hizo subir a un escenario en el 91: éramos unos perros, e igual salimos a tocar. Me parece supersalud­able que haya pibes jóvenes subiéndose a un escenario a hablar de su realidad.

Guillermo “Cuico” Perazzo: Yo soy vieja escuela: me gustaría que sigan tocando en vivo. Sé que hay bandas que suben con sus músicos y dan un show increíble; sé que Wos, por ejemplo, es un tipo que sube con su banda y es un despelote, y me encanta. Me encanta que siga existiendo una batería, un bajo, una guitarra y que con esos elementos —además de lo que usan ahora— hagan su música. Llamame arcaico si querés...

Díaz: Nosotros defendemos mucho nuestro show en vivo, y por ende respetamos un show en vivo ajeno que está bueno, que suena. Y te pasa que bandas que te gustan y escuchaste toda la vida, las ves en vivo y son medio una cagada. Sobre todo en los 90, el punk rock empezó a tener un nivel de superprodu­cción, de pistas y pistas de guitarra para que sonara más pesado, y después los ves tocando y son un flan. O pasa lo que le pasa a Green Day, que para sonar como suena en un disco necesita de cuatro guitarrist­as arriba del escenario: dos al frente y dos atrás de los parlantes, asomando la cabecita. No me gustaría que algo de eso pasara con Trotsky: yo quiero que digas que antes no te pasaba nada, pero nos viste en vivo y estuvo bien. Nosotros somos una banda para ver en vivo, y nunca perdemos de vista, cuando estamos haciendo un disco, que después hay que salir a defender la canción.

—En ese sentido, Todo está por pasar parece uno de los trabajos de estudio que mejor captura la energía que la banda transmite en vivo. Perazzo: Y apostamos a eso. La manera de grabar es grabar los tres (bajo, guitarra y batería) a la vez, tratando de reflejar lo que somos en el escenario porque sí, no es fácil hacerlo en un disco. No siempre se logra, por el motivo que sea. Díaz: Si no grabamos los tres al mismo tiempo, no es Trotsky. Creo que en este caso, además, hay un trabajo en la voz, en cómo está ubicada en la mezcla, que te da la sensación de unidad cuando lo estás escuchando.

—Terminaron la pandemia como una de las bandas uruguayas que más shows dio en ese período, haciendo lo que nunca imaginaron que iban a hacer: toques acústicos. ¿Qué aprendiero­n de la entidad Trotsky Vengarán, de lo que son?

Díaz: Que somos sobrevivie­ntes (sonríe). Yo era un tipo que juraba y perjuraba que nunca en su vida iba a agarrar una guitarra acústica, porque no la había agarrado en su momento y porque soy un guitarrist­a de rock, no uno que agarra una guitarra en un fogón. Pero éramos comadrejas acorralada­s en plan: era eso o no íbamos a agarrar una guitarra en andá a saber cuánto tiempo. Necesitába­mos, por una cuestión de salud mental, subirnos a un escenario. Ahí nos dimos cuenta de lo importante que es Trotsky en nuestra psiquis.

Perazzo: Creo que redescubri­mos el repertorio de Trotsky y volvimos a valorar un montón de canciones a las que a veces no les dábamos chances. Nos dimos cuenta de que lo que tenemos son canciones que tienen vida más allá de cómo las hagas.

Díaz: Y ahí, cuando el silencio empieza a jugar con la misma fuerza que el ruido para una banda tan ruidosa, ¡el cagazo que te pegás al principio! El primer show acústico lo sufrí más que la primera vez que nos subimos al escenario. Yo sufrí mucho todo esto.

Perazzo: Pero aprendimos a entender que si la gente está sentada escuchando, no necesariam­ente el show es aburrido. Nosotros teníamos un prejuicio de que si tocábamos un tema y la gente no hacía pogo, ya no servía y no lo hacíamos más. Y no pasa por eso.

—En Todo está por pasar vuelve a aparecer una figura recurrente de su cancionero, el que está siempre peleando el empate. En el marco de la banda, ¿en qué se sienten ganadores? Perazzo: Yo me siento ganador por el simple hecho de seguir estando con mis amigos, hace 32 años, y seguir subiéndome al escenario con ellos.

Díaz: Y que Trotsky sigue siendo una cosa que solo obedece a nuestras reglas. Porque en un momento ese juguete nos lo sacaron, cuando firmamos el contrato con (el sello) Universal y otra persona decidía por nosotros, y cuando lo recuperamo­s no quisimos perderlo más. En muchas cosas seguimos funcionand­o como una banda autogestio­nada —los discos los financiamo­s nosotros, las decisiones artísticas y de carrera las tomamos nosotros— y a veces sentimos que estamos tirando de la piola, porque tocamos demasiado y le exigís, le pedís a tu gente, que esté ahí. Es un privilegio: tener shows con entradas agotadas, un disco para presentar… Trotsky Vengarán es una criatura que no está cansada. Nosotros podemos estar cansados, pero la banda no. Cuando nos subimos al escenario, siento que somos la mejor banda de rock que hay en el mundo.

Perazzo: (Se ríe)

Díaz: ¡Yo lo siento! Que se rían los que están leyendo la nota, ¡vos no te rías de mí!

Perazzo: Me río porque me da felicidad, porque sé que te sentís así...

Díaz: Pero sabemos de sobra lo difícil que es convocar, y somos unos privilegia­dos porque lo seguimos haciendo, y es muy pero muy difícil...

Perazzo: Pero igual yo voy más allá. El convocar, quizás, es consecuenc­ia. Pero yo no me siento ganador porque convoco: me siento ganador porque me sigo subiendo al escenario con ustedes. Y todo se trata de eso.

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“Teníamos un prejuicio de que si tocábamos un tema y la gente no hacía pogo, ya no servía”.

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