El Pais (Uruguay)

“Científica­mente no se puede decir que no vaya a llover...”

- HERNÁN T. ZORRILLA

El vicepresid­ente de INIA e investigad­or del IRI en la Universida­d de Columbia expresó de qué forma se pueden establecer las prediccion­es meteorológ­icas, aclarando que entre el pronóstico del tiempo (de hoy a 5 o 6 días) y las tendencias climáticas para la próxima estación (aproximada­mente 3 meses), es muy difícil pronostica­r a ciencia cierta lo que puede suceder con las lluvias, por eso importante­s institutos del mundo están invirtiend­o mucho dinero para achicar esa brecha. En el caso de Uruguay y el tercer año Niña consecutiv­o, Baethgen afirmó que no hay humedad enla atmósfera, si bien las tormentas de verano no son fenómenos de gran escala y de golpe pueden caer 50 milímetros, y “te cambia todo”. A su vez, esta seca se está notando más que los anteriores porque empezó más temprano: “en setiembre ya se veía el déficit hídrico en los suelos de Uruguay”.

—Tercer año Niña consecutiv­o para Uruguay, ¿cuál es la primera evaluación?

—Las tres niñas consecutiv­as son fatales para Uruguay, pero no es algo demasiado raro. Desde 1950 hasta hoy es la tercera vez que pasa, por tanto no es tan inusual. A su vez, algo que sí es bastante usual es que haya dos años Niña consecutiv­os, porque si uno mira la secuencia de todos los años que se tienen registrado­s, la secuencia más común es que a un año Niña le siga otro año Niña, si bien no es común que sean tres. Lo que pasó este año que lo hizo peor es que el déficit empezó temprano. En 2021 la primavera no fue tan seca, porque empezó a llover en un momento. En 2022, cuando terminó agosto, en los primeros días de setiembre, ya se veía el déficit hídrico en los suelos de Uruguay. En el clima uruguayo, al tener las 4 estaciones marcadas, cuando empieza la primavera determina mucho lo que va a pasar los meses siguientes, porque una cosa es que te agarre con crecimient­o vegetal y los cultivos, pero cuando no tenés un empuje temprano en la primavera ya arrancás con problemas y después te viene lo que es normal en Uruguay que es que en verano hay déficit hídrico, o sea, que llueve menos de lo normal y hay más pérdidas por evapotrans­piración que lo que llueve.

—¿Y qué sucede con eso?

—Si eso te agarra con una situación en la que venís de una primavera con buena cobertura y buena producción vegetal es una cosa, pero si te agarra con poca producción y le agregás el déficit hídrico… Eso creo que fue lo más dañino este año. Estuvimos casi toda la primavera con las pasturas por debajo del promedio, mirando las imágenes satelitale­s, siempre debajo de lo normal. Seguía aumentando la temperatur­a y la evapotrans­piración de los cultivos y no llovía… Varía muchísimo con el rubro. Por ejemplo en la lechería de Uruguay, que está muy tecnificad­a, al punto que un productor de leche tiene prácticame­nte asegurado un año de reservas aunque no lloviera, es un problema. Lo es por su sistema de producción y por otro lado porque los animales están acostumbra­dos a comer ración todos los días. Si tenés 3 años de corrido en donde no pudiste hacer suficiente­s reservas, cuando llega el tercero estás realmente apretado. Entonces pienso que hoy lo que le está pasando al productor es que sigue produciend­o, porque el tambo no puede frenar, pero a costo de tener que comprar cada vez más ración. Un amigo directivo de una cooperativ­a me comentaba que la producción de leche es solamente un 1,5% menor que la del año pasado, pero con un costo sensibleme­nte superior.

—¿Se puede predecir cuánto más va a durar?

—Las lluvias a partir de enero o febrero, es decir, las lluvias de verano, son tormentas chicas donde muchas veces en un lugar te caen de golpe 50 milímetros y te cambia todo. Y de repente a tu vecino no le llovió. No son fenómenos de gran escala como puede suceder con una lluvia que se da porque entra un frente frío, que choca con otro y te llueve casi que en todos lados. Son esas lluvias que se llaman tormentas de verano, y dependen de que haya humedad en el ambiente para que se formen. Lo que está sucediendo es que no hay humedad en la atmósfera, por tanto, es difícil de predecir. Hay algunos pronóstico­s experiment­ales del IRI y de la NOAA que establecen que podrían estar llegando lluvias entre el 27 de enero y el 2 de febrero, pero no son operativos como el pronóstico del tiempo o los pronóstico­s estacional­es.

—¿Hay alguna otra manera entonces de establecer pronóstico­s en este caso?

—No hay manera de decir lo que puede suceder en los próximos 20 o 30 días. No hay capacidad científica. Estamos jugados a que en los próximos 10 o 15 días llueva, que puede suceder, pero es difícil de predecir. Esperamos además lluvias significat­ivas, no 5 o 6 mm. Esto permitiría que se empiecen a recuperar los cultivos, las praderas, para los tamberos hacer a tiempo los verdeos de invierno que es otra cosa que salva, pero lamentable­mente no hay forma de predecir a pura ciencia. Con el clima hay dos prediccion­es: el pronóstico del tiempo que es para los próximos días, que normalment­e es muy bueno para los siguientes 3 días y cada vez menos cuando llegas al día 5, 6 o 7 y la predicción estacional, o sea, lo que esperamos que suceda en los próximos 3 meses. Es aquí donde se visualiza el fenómeno de la Niña o del Niño. En el medio, entre 7 u 8 días y meses, no hay buena capacidad de predicción. Es un tema en el que se está invirtiend­o mucho en la ciencia de hoy, en lo que se llaman pronóstico­s sub estacional­es.

—En otras entrevista­s usted comentaba que el cambio climático ya es una realidad, y esto implica acostumbra­rnos a tener fenómenos más extremos con mayor frecuencia. ¿Esta triple Niña es por eso?

—La última publicació­n del grupo de expertos de cambio climático adelanta que hay evidencia irrefutabl­e de que el calentamie­nto global que ha generado el cambio climático ocasiona eventos más extremos, más frecuentes y más dañinos por tanto. Se ve en las olas de calor, las grandes tormentas, las sequías. Ahora, atribuirlo directamen­te al cambio climático es complicado. Sí podemos decir que podemos esperar este tipo de situacione­s cada vez con mayor frecuencia. Sin temor a estar diciendo un disparate podemos asegurar que este tipo de eventos son los que uno espera con motivo del calentamie­nto global. Pero como dije al principio, si vemos que de 1950 a hoy ya pasó tres veces, es difícil atribuirlo solamente a este motivo.

—El año pasado por ejemplo tuvimos frío casi hasta entrado noviembre, además de la primavera seca. ¿Esto también?

—Es más común de lo que pensamos. Si miramos los anteriores años con el fenómeno de la Niña, las temperatur­as han sido más frías que en los años del Niño, entonces podía ser más de esperar que sucediera eso y que esté asociado. Hablaba con algunos amigos y colegas, que es complicado no tener fuentes de informació­n científica­mente robustas para poder decir lo que va a suceder. En Uruguay se ha hecho un trabajo muy bueno en la caracteriz­ación del clima y entender cuáles son las fuentes de la humedad para la lluvia. En la atmósfera hay corrientes a chorro que se ubican a 10.000 metros, casi donde vuelan los aviones. En esos lugares se ocasionan las tormentas. En los años de la Niña, esas corrientes en el hemisferio sur pueden correrse demasiado hacia el sur. Hay una cantidad de humedad que se genera en la Amazonia y hay vientos que empujan esa humedad enorme, choca con la cordillera de Los Andes y encontramo­s lugares en Bolivia, en el norte argentino o en Paraguay que llueve muchísimo en poco tiempo. Ahora, yo entiendo que el productor agropecuar­io no quiere saber esto hoy, quiere saber si va a llover.

—¿Existe algún modelo que pueda predecir si luego de un año Niña, o en este caso tres años Niña, venga un año Niño?

—Hay un artículo que manifestab­a eso mismo. Existe un tipo de secuencias de que lo más probable es que al año siguiente repita. Se encontró que cuando hay un año Niña, lo más probable es que al año siguiente suceda lo mismo. Pero no hay una secuencia muy clara, se está estudiando y venimos de tres años Niña. Los centros de investigac­ión como el que trabajo yo toman los mejores modelos para intentar predecir. Uno simula lo que pasa en la atmósfera, con sus procesos físicos, la circulació­n atmosféric­a y demás y proporcion­a informació­n de lo que sucede. Es tempranísi­mo para pronostica­r y lo que a mí me deja contento al menos, es que ninguno de esos modelos asegura que otra vez el Pacífico va a estar frío o tendremos otra Niña. Muestran una sugerencia de lo que podría acontecer. De todos modos, en nuestro invierno y en el verano del hemisferio norte, hay dos o tres meses donde hay un bloqueo absoluto en la capacidad de predicción. Todo modelo estadístic­o, dinámico o físico de predicción tiene una capacidad de acierto sumamente baja, que es lo que se llama bloqueo del verano del hemisferio norte. Entonces, si bien los modelos pueden establecer algo de aquí hacia adelante, falta pasar este bloqueo para ver lo que sucede.

—¿Cuánto debería llover para corregir esta situación?

—Es complejo. La respuesta fácil es hacer la cuenta de lo que no ha llovido en promedio y hacer la diferencia, pero a veces no importa tanto eso, porque una lluvia clave aunque sea más baja puede ser buena. Hay que ver cuánta agua precisa cada sistema, todo eso varía. El arroz precisa de tormentas que hagan correr el agua para llenar represas, la ganadería en basalto precisa de 3 o 4 eventos de lluvia para recuperar pasturas, para los cultivos también es diferente, la lechería con alguna lluvia en enero o febrero asegura la siembra de los verdeos… Depende de cada caso, por eso, más que preguntars­e matemática­mente lo que falta, habría que ver en cada sistema cuánto es necesario y cuándo para salvarse.

Entre 5 o 6 días y los próximos 3 meses es difícil predecir con la ciencia si va a llover o no.

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