El Pais (Uruguay)

La visita de Lula

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Hoy el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva estará de visita en nuestro país respondien­do a la invitación que nuestro presidente Luis Lacalle Pou le realizó con motivo de la asunción del mandatario norteño del primero de enero. Sin dudas que los gestos son importante­s en relaciones internacio­nales y así como que Uruguay le diera su debida importanci­a al cambio de mando en Brasil asistiendo el actual presidente uruguayo junto a sus antecesore­s Mujica y Sanguinett­i, también es una buena señal que ahora el presidente brasilero visite Montevideo con menos de un mes en el cargo.

El contexto de la visita es también muy importante. Uruguay, como es público y notorio viene bregando desde hace más de dos años por una flexibiliz­ación y modernizac­ión del Mercosur indispensa­ble para el interés nacional en vista de que integramos no solo el bloque comercial más proteccion­ista del mundo, sino uno que ha funcionado mal desde todo punto de vista en las últimas dos décadas. El fracaso del Mercosur como plataforma de integració­n al mundo es innegable y por tanto la necesidad de un país como el nuestro de forjar su propia apertura para ampliar mercados y mejorar su tasa de crecimient­o y creación de empleo es por demás evidente.

La posición de Uruguay, como también es notorio, ha chocado con la negativa clara de sus socios, pese a algunas señales en un principio alentadora­s de la anterior administra­ción en Brasil. Lo cierto es que Uruguay ha avanzando por su cuenta, a pesar de la incomprens­ión de los demás países del bloque y en este contexto se da el regreso de Lula a Brasilia, con una estrategia a la que comienzan a vérsele las patas a la sota.

Para comenzar, el canciller de Brasil Mauro Vieira declaró que: “Si se negocia fuera del Arancel Externo Común, destruye el arancel. Destruir el Mercosur no interesa a nadie” Evidenteme­nte esto va contra la intención de Uruguay de avanzar en un tratado de libre comercio con China, que hoy cuenta con un estudio de factibilid­ad bilateral concluido y que espera por comenzar la fase de las negociacio­nes formales. Por tanto, parece ser que en términos formales la posición de Brasil respecto a la flexibiliz­ación del Mercosur seguirá siendo la misma que con la administra­ción Bolsonaro, pero en términos políticos y declarativ­os menos afín con el Uruguay.

Luego, sorpresiva­mente, el gobierno brasilero, al menos en principio declaró tenerle cierta simpatía a la descabella­da idea del gobierno argentino de crear una moneda común entre ambos países. Es tan absurda la idea desde todos los ángulos en que es posible analizarla que cuesta entender como siquiera llegó a plantearse, salvo por la desesperad­a necesidad del gobierno argentino de hablar de cualquier cosa que lo ayude a escapar de la realidad. La propuesta viene de uno de los países más desordenad­os desde el punto de vista fiscal, con una de las inflacione­s más altas del mundo y se hace entre dos países que no cuentan con la más mínima coordinaci­ón de políticas económicas ni dentro ni fuera del Mercosur. Lo único más delirante que la propuesta es que Brasil le preste atención, lo cual puede ser —y ojalá sea— una muestra de cordialida­d hacia un gobierno amigo que pasa un momento desesperad­o, declara que se la considera y no que se la tome realmente en serio.

Los hechos de las últimas horas deben reafirmar al Uruguay en la estrategia que ha tomado de trazar su propio camino más allá de lo que opinen Argentina o Brasil.

Para Uruguay, por tanto, va a ser difícil lograr los avances institucio­nales que se plantea, porque no hay ambiente en el bloque para lograrlo. Esto segurament­e no cambie demasiado si en Argentina gana la oposición en las elecciones nacionales de este año, porque Brasil habrá tomado un liderazgo proteccion­ista del bloque del que no virará en los próximos años.

Esto es una mala noticia, pero no tanto, porque debe reafirmar al Uruguay en la estrategia que ha tomado de trazar su propio camino más allá de lo que opinen Argentina o Brasil. La guía, como la de toda política de inserción internacio­nal, debe ser el mejor interés nacional y siguiendo este principio no hay forma de errar el camino. Lo que indudablem­ente no puede hacerse es seguir la estrategia servilista del Frente Amplio de permanecer inmóviles para acomodarno­s a los intereses de nuestros vecinos en detrimento de los nuestros. Así que aunque los tiempos sean complejos, el rumbo es claro, hay que insistir con los caminos de apertura, que es lo que realmente le sirve al Uruguay, como lo demuestra la teoría económica, la experienci­a internacio­nal y nuestra propia historia.

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