Una simbólica medianoche que se anticipa desde 1947
■ Hace 75 años, integrantes del Proyecto Manhattan, formado para el desarrollo de armas nucleares, crearon el Boletín de Científicos Atómicos, la publicación de un grupo que pretende alertar al público, a los responsables políticos y a los científicos de las amenazas para la humanidad que esta genera. A modo de metáfora, todos los años ajustan un imaginario reloj del fin del mundo en función de los riesgos creados por las armas nucleares, el cambio climático y las tecnologías disruptivas.
El reloj se puso en marcha cuando empezaron las detonaciones nucleares, a mediados del siglo pasado. Es la fecha con más consenso para el origen del Antropoceno, la época geológica marcada por el impacto global de las actividades humanas. La crisis de los misiles situó las manecillas muy cerca del fin del mundo. Sin embargo, en la década de los noventa, tras firmarse entre EE.UU. y Rusia
el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, el reloj se retrasó hasta los 17 minutos, el tiempo más alejado del fin de la humanidad en todos estos años. En 2007 se incluyó el cambio climático como un peligro grave para la humanidad que demanda una respuesta “urgente e inmediata”. Desde entonces, la manecilla del reloj no ha dejado de acercarse a la simbólica medianoche.
El reloj del juicio final o del fin del mundo no hace referencia a un tiempo concreto correspondiente con años o décadas. Este cronómetro simbólico no pretende ser tanto un augurio de autoaniquilación como una llamada de atención para revertir el sentido de las manillas hacia modelos menos dañinos para la sociedad y el planeta. Cada año lo ajusta la Junta de Ciencia y Seguridad del Boletín tras consultar con los patrocinadores de la organización. Entre los integrantes se encuentran más de una decena de premios Nobel.