El Pais (Uruguay)

China, población y plata

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El lector sabrá disculparn­os. Es verdad que esta columna debería enfocarse en los temas políticos centrales de la semana. Pero antes que escribir sobre títulos ausentes (de Olesker o de Peña), del “pollo” de Romina Celeste, o del regreso del cupido motorizado de Rincón del Cerro, nos vamos a tomar mate bajo el techo de “dolmení” del taller de la esquina, una de estas tardecitas de 40 grados.

Otra cosa fue la visita de Lula. Bicho político si los hay, el presidente brasileño llegó en plan encantador de serpientes, y dijo todo lo que cada interlocut­or quería escuchar. A Lacalle Pou le pasó la mano por el lomo, y hasta le dijo que siga para adelante con lo de China. Que después vemos, que está todo bien. A Carolina Cosse le levantó la mano como a Rocky en el balcón del palacio municipal. Y a Mujica hasta le festejó el chiste de la falta de dedo, con el que nuestro ex líder espiritual hizo pasar un mal momento a Marcelo Abdala.

¿En qué va a quedar todo eso? Como siempre, dependerá de lo que le convenga a Lula primero, y a Brasil, segundo. Siempre está a tiro el famoso “infelizmen­te”...

Pero en el mundo están pasando cosas trascenden­tes, y que no suelen tener repercusió­n en nuestra agenda local, siempre plagada de polémicas estruendos­as, a la altura del tobillo.

Una de esas cosas importante­s, y que puede marcar las próximas décadas en lo político y en lo económico al planeta, es lo que está pasando con China. Porque hay elementos que ponen seriamente en cuestión ese anunciado ascenso a potencia hegemónica mundial, del régimen liderado por Xi Jinping.

El primer dato fue el demográfic­o. Hace apenas un par de semanas que las autoridade­s chinas anunciaron que en 2022 la población del gigante asiático cayó en casi 1 millón de personas. Se trata de la primera caída de población en China desde la gran hambruna de 1961. Esto llevó a expertos de la ONU a anticipar que la población de ese país caerá en más de 110 millones de personas para 2050, el triple de lo previsto apenas hace 4 años. Pero, además, esas son las cifras oficiales del gobierno chino. Expertos independie­ntes sugieren que el derrumbe poblaciona­l es todavía más serio.

La noticia podrá parecer muy agradable para Greta Thunberg, y los herederos de Malthus que proliferan hoy. Pero para el régimen chino es una tragedia. Su modelo de desarrollo económico ha estado sustentado en mano de obra abundante y barata, cosa que por lo visto no va a tener en los próximos años.

Los otros dos pilares del desarrollo chino también están amenazados. Hablamos de las inversione­s corporativ­as occidental­es, sobre todo de empresas estadounid­enses. Y un acceso a tecnología de punta, en buena medida “pirateada” a esas compañías americanas que llevaron su producción a China.

El gobierno estadounid­ense ha puesto en marcha un par de medidas que golpean discretame­nte al corazón de ese modelo. Primero ha aprobado duras regulacion­es para que las empresas de tecnología no puedan invertir y desarrolla­rse en China. Tan severas, que incluso obligan a los científico­s y ejecutivos americanos a elegir entre trabajar en China o mantener su ciudadanía estadounid­ense.

Esto ha generado una “corrida” en pocos meses de empresas y personal calificado, de regreso a EE.UU..

Pero, además, el gobierno de Biden (siguiendo políticas comenzadas por Trump), se ha enfocado agresivame­nte en lo que se ha dado en llamar “nearshorin­g”. Una batería de medidas que benefician a las empresas que mudan la producción a países cercanos y amigos. De hecho, una noticia publicada ayer por El País explica que Uruguay es uno de los 11 países que se beneficiar­án a corto plazo por un régimen particular dedicado a premiar a las empresas americanas que optan por invertir en estas naciones “amigas”.

Este proceso político y cuasi militar, ya que está pensado para evitar que China sobrepase a EE.UU. como principal potencia global, ha sido ayudado por los propios chinos. Los gravísimos problemas de logística causados por la política de “cero Covid” de China, han hecho que muchas industrias vean que trasladar su producción al gigante asiático ya no es confiable. Ni tan barato.

México hoy vive un boom de localizaci­ón de empresas, ya que su mano de obra no es más cara ni menos capacitada que la china, pero encima está más cerca de los principale­s mercados, y tiene TLC con Estados Unidos. Los mexicanos tendrán los carteles de la droga, y una tendencia a votar a delirantes como AMLO. Pero para EE.UU. son mucho más confiables y predecible­s.

Esta situación, sumada a una guerra en pleno corazón de Europa de consecuenc­ias inimaginab­les hoy, está cambiando radicalmen­te y ante nuestros ojos el mundo en que vivimos. Y puede marcar un nuevo éxito del aparente caos de los regímenes democrátic­os liberales, frente a la planificac­ión centraliza­da de los sistemas como el chino o el ruso. Perdón por el pase de boleta ideológico, pero es inevitable.

Lo llamativo de todo esto es que en Uruguay casi no se escucha hablar de estas cosas. ¿Será que hay alguien pensando cómo nos vamos a parar en este mundo que se nos viene, tan distinto al que pensábamos hace apenas un par de años?

Más vale.

Mientras en Uruguay discutimos de titulos ausentes, y escupitajo­s, en el mundo están pasando cosas que amenazan cambiar todo. ¡Y rápido!

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MARTÍN AGUIRRE

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