El Pais (Uruguay)

MARCELO GIGENA “De 2004 para acá, el agro tuvo un boom extraordin­ario”

- HERNÁN T. ZORRILLA

Es productor agropecuar­io y fue presidente de la Asociación de Cultivador­es de Arroz y de FUCREA. Dice que el sector arrocero ha tenido “una evolución brutal y el productor es arriesgado”, y recordó las negociacio­nes por el precio con Ricardo Ferrés como duras, pero leales: “era un tipo con una menta privilegia­da y muy razonable para conversar”. Gigena dijo que se pueden aprovechar mejor los campos y llevar la producción de carne al doble, y para eso es clave invertir en fertilizan­tes, praderas y aguadas. -Usted ha sido partícipe de los grupos CREA desde el inicio. ¿Qué significan para usted?

-No es que los grupos CREA me salvaron la vida, pero me dieron otra perspectiv­a de las cosas. Aprendí a trabajar en sociedad, en equipo. Aprendí a hablar con gente, intercambi­ar pensamient­os, aprender… Para mí es lo más grande que hay. Es difícil conseguir la mentalidad que se genera allí, por eso soy un gran defensor. Estoy desde que empezaron, estuve en la primera reunión por la idea de Enrique Zorrilla, que lo había visto en Argentina y los trajo para acá. Hay que tener espíritu y aceptar las opiniones de otros.

-¿Cómo empieza su vinculació­n con el agro y con el arroz?

-Mi padre, “Pancho” Gigena, fue uno de los fundadores de la Asociación de Cultivador­es de Arroz. Empezó plantando en CIPA, luego vivimos un tiempo en Charqueada, después consiguió un campo en Colonia Palma en Artigas y nos fuimos a vivir a Salto donde hice la escuela, volvimos a Río Branco, después Cebollatí y terminamos en Treinta y Tres. Todo acompañand­o las labores en el campo y en el arroz de papá. Mientras tanto yo me fui formando y a los 16 años me fui a una beca en Estados Unidos y al volver terminé preparator­ios, pero me acuerdo que como debía una materia no pude entrar a Facultad. Entonces mi padre me sugirió que empiece técnico rural, y eso hice, lo terminé y ya seguí de largo.

-Su historia familiar ya estaba vinculada con el campo entonces…

-La familia de mi padre siempre estuvo en el campo y yo seguí la tradición familiar. Me gustaba toda la actividad en el campo. Capaz incluso si me preguntás, soy más ganadero que agricultor, me gustaba más, si bien al final nos dedicamos más al arroz. Empecé trabajando con la familia y en cierto momento mi padre compró el campo La Cartuja que lo puso a mi nombre.

-¿Cómo empezaron a plantar y en dónde?

-Gigena Hermanos, que éramos mis hermanos Ramiro, Martín y yo, empezamos a plantar arroz. El primer año fue espantoso, en 1966. Plantamos en un campo que no tenía nada, ni carretera ni nada y era muy difícil sacar el arroz. En invierno era difícil salir del campo. A su vez, papá había comprado un campo en el Cebollatí, con costas sobre el río, que tenía una toma algo complicada, no era a nivel de laguna. Pero como teníamos agua planté dos años, que fueron los peores de la historia para el arroz por los precios. Me acuerdo que incluso se le cambió arroz a Chile por aviones de la Fuerza Aérea. Al tiempo volví a plantar en el campo de una tía, atrás de Arrozal 33…

-¿Qué sucedió con la sociedad?

-Se vendió el campo en Cebollatí. Mi padre ya había decidido en 1970 repartir los campos: yo quedé con La Cartuja y mis hermanos en sociedad allá. Con esa venta compraron Arroyito, cerca de Vergara, alrededor de 1972, que fue un muy buen negocio. Tenía una buena ubicación y posibilida­des de hacer distintas explotacio­nes. Ya se hablaba en ese momento de la represa de Luis Álvez. Ahí trabajábam­os en sociedad, pero yo también administra­ba a mi tía: hacíamos arroz y ganadería.

-¿Cómo empezó su vinculació­n con el gremialism­o y la ACA?

-Hubo un tema con los directivos en ese momento y se propuso mi nombre para entrar a la comisión, me acuerdo que Miguel Rodríguez lo hizo en Treinta y Tres. Ahí entré en 1980 y estuve cinco años de directivo, con participac­ión en la presidenci­a. Me acuerdo de las negociacio­nes con la industria, que eran principalm­ente con Ricardo Ferrés: un tipo con una mente privilegia­da y muy razonable para conversar. No era fácil de todos modos, eran negociacio­nes duras pero leales. En 1985 salió la venta de Casarone y la compramos entre varios productore­s y pasé al otro lado del mostrador.

-¿Cómo ha visto la evolución del sector?

-La evolución del sector ha sido brutal. Hay años espantosos, pero el productor se recupera, tiene mucha resilienci­a frente a las subidas y bajadas del negocio. En aquellos años hubo zafras muy bravas, pero había devaluació­n y eso favorecía al arrocero frente al BROU. Hubo mucha gente que se fundió, pero hubo otros que hicieron mucha plata con el arroz.

-¿Cómo definiría al productor arrocero uruguayo?

-El arrocero es arriesgado, es totalmente distinto a otros productore­s del agro, porque los negocios son distintos a su vez. Ni que hablar el tema del agua. Los grandes arroceros casi no tienen fracaso en las cosechas, lo que a veces pasa es que no les favorece el precio o el negocio no está pasando por un buen momento… Lógicament­e es muy importante el manejo del agua y regar bien para poder tener buenas cosechas. Es fundamenta­l el riego. Es un cultivo caro para invertir: mi padre plantó arroz muchos años y nosotros tal vez éramos muy jóvenes y no nos dábamos cuenta, pero tuvo problemas de deudas. Y eso le ha pasado a todos los productore­s en el rubro.

-¿Cómo ve la vinculació­n del arroz con los demás actores?

-Está muy integrado. El Banco República, como te digo, ha sido muy importante en el desarrollo del arroz. Los molinos también ayudaron mucho. Pero yo siempre digo lo mismo: el arrocero brasileño es mucho más audaz. Han venido grandes productore­s de arroz de Brasil y han mejorado en muchos aspectos a nuestro país, porque muchas veces también vemos productore­s nacionales que teniendo la oportunida­d deciden no plantar arroz y arrendarlo.

-¿Cómo ve la actualidad del sector agropecuar­io? -De 2004 para acá, el agro tuvo un boom extraordin­ario. Hubo un repunte porque cambió el mundo. Las materias primas que produce el campo son requeridas y no creo que eso cambie porque toda la población precisa cada vez más comida y hay problemas con eso. El arroz se maneja distinto al resto, sigue otra lógica que los demás commoditie­s. Dentro de este crecimient­o, veo que se favorecen mucho los productore­s de comida. A Uruguay le ha venido muy bien.

-¿Y cuáles son las contras?

-El gran problema de Uruguay es que es un país chico pero caro, muy caro. Los costos altos en otros lugares del mundo se tapan con subsidios. Lo que falta en Uruguay es que se puedan aprovechar más los campos que tenemos. Ahora está aumentando la forestació­n precisamen­te por eso, porque hay mucho campo.

-¿De qué forma de pueden aprovechar mejor?

-En agricultur­a se puede. La soja, por ejemplo, no precisa de campos excepciona­les y ha tenido una gran expansión en las zonas arroceras, donde también el propio arroz aprovecha el rastrojo muy bueno que deja. Para las praderas también es un rastrojo espectacul­ar. También he dicho que Uruguay podría producir mucha más carne, pero para aumentar la producción hay que invertir en los campos. Un australian­o que visitó Uruguay una vez me dijo que teníamos los mejores campos del mundo, porque le hemos estado sacando kilos de carne desde hace 200 años casi sin echar fertilizan­te.

-¿Piensa que se deben fomentar particular­mente la búsqueda de proyectos para producir más carne?

-Cuando fui presidente de FUCREA, el Ing. Agr. Bernardo Andregnett­e hizo un proyecto en conjunto con el Ing. Agr. Walter Baethgen que financió INAC para ver cómo se podía mejorar. Hace poco lo vi a Walter y le pregunté por ese proyecto: con poca inversión en general se podría duplicar la producción de carne. Pienso que sobre esos documentos debería estar la base de una política de Estado.

-¿Qué inversione­s usted considera serían clave realizar?

-Hay que invertir en fertilizan­tes y mejorar la parte de praderas, ya sea en cobertura o lo que sea. La mejor inversión que hice, fue hace algunos años atrás en aguadas: hicimos un pozo y llevamos agua limpia a todos los potreros para los animales. El riego también, pero no es en todos lados que se puede hacer. Al principio se instalan los equipos pensando en regar praderas, pero al final lo más rentable es el maíz. Se puede regar soja también, de hecho nosotros lo hacemos, pero el maíz rinde mucho, si bien precisa campos algo mejores.

Aumentar la producción de carne y para eso hay que invertir: en aguadas, praderas y fertilizan­tes.

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