El Pais (Uruguay)

Largo plazo

- JUAN ORIBE STEMMER

El puerto de Montevideo ha sido un exportador de servicios a los buques y a la carga para el resto de la región por más de dos siglos y medio. Este papel no solamente beneficia a nuestro país sino también a la región porque contribuye a asegurarle a sus importador­es y exportador­es servicios de transporte marítimo a costos razonables y competitiv­os.

El desarrollo del puerto de San Felipe de Montevideo tomó impulso a partir de la década de 1760, como resultado de una serie de medidas adoptadas durante el reinado de Carlos III que dirigieron el tráfico de buques de ultramar y sus mercadería­s a Montevideo. Esas medidas reconocier­on las ventajas naturales de la bahía, pero también fueron una de las causas de la llamada “guerra de puertos”. Pero esta es otra historia...

Desde entonces la situación básica ha persistido.

Un informe elaborado en 1873, dice que “la mayor parte de los buques de vela se dirigen primero al puerto de Montevideo, desde el cual siguen después para el de Buenos Aires, cuando este último mercado les ofrece más ventajas, teniendo la facilidad de comunicar instantáne­amente ambos puertos vía del cable eléctrico submarino, cuya red se extiende hasta la mayor parte de los puertos fluviales de ambas repúblicas y hasta Chile también. Todos los vapores de las líneas transatlán­ticas hacen escala también primero en Montevideo y siguen después para Buenos Aires, con excepción de los del Pacífico que no van a Buenos Aires”.

Medio siglo después, en 1928, un agente marítimo afirmó que “debía propenders­e por todos los medios a que el puerto de Montevideo sacara partido de su proximidad al de Buenos Aires (de poderosa atracción para los vapores transatlán­ticos debía al extraordin­ario desarrollo económico de la Argentina) privilegia­da situación que le aseguraba para el tráfico internacio­nal y movilizaci­ón de la producción industrial de la República un número mínimo de vehículos muy superior al que habría necesitado el comercio intermedio para sus expedicion­es directas, además de otras ventajas derivadas de esa misma circunstan­cia, como la uniformida­d de fletes con el puerto argentino, la frecuente disponibil­idad de bodegas y la de fomentar la actividad de las mil pequeñas industrias que se desarrolla­n en los puertos marítimos”.

El desarrollo de los puertos uruguayos desde la Ley de Puertos de 1992 subraya la importanci­a de la exportació­n de servicios portuarios; del crecimient­o hacia afuera.

Un ejemplo de ese enfoque es el caso del puerto de Nueva Palmira. Otro ejemplo de importanci­a fundamenta­l es el movimiento de contenedor­es por el puerto de Montevideo. En la última década el movimiento de contenedor­es (teu) en régimen aduanero de tránsito o transbordo se ha mantenido aproximada­mente en el 50% del total movido en el puerto. En algunos años, incluso, esos contenedor­es representa­ron en torno del 60% del total.

Esas exportacio­nes de servicios —como ya señaló el agente marítimo en 1928— realizan varios aportes al desarrollo económico del Uruguay: aseguran una demanda adicional por servicios portuarios que hace posible conseguir las esenciales economías de escala; asegura a los usuarios uruguayos servicios de una calidad y a costos que no justificar­ía solamente la demanda nacional; y genera una demanda derivada por una cantidad de servicios a los buques y la carga.

El puerto de Montevideo siempre fue un exportador de servicios para el resto de la región.

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