Humo y cambio climático: un enfoque erróneo
@|He leído con atención la editorial de Martín Aguirre del día 22 de enero de 2023, y entiendo oportuno efectuar algunos comentarios.
Antes que nada, como ocurre con muchas otras causas justas, puedo compartir con el autor que exista gente que las utilice para provecho propio, sea para publicidad, lucro, notoriedad, etc. También es cierto que existe mucho doble discurso, demasiado “greenwashing” y que muchos de los congresos y conferencias que se organizan terminan con resultados y acciones puestas en práctica que van de magros a nulos.
Eso, lógicamente, no le quita (o no debería quitarle) legitimidad. Y la causa del cambio climático no solo es justa y legítima, sino que es a esta altura urgente.
En el plano científico, ya casi nadie duda de la existencia del calentamiento global en la comunidad científica, sus causas y los efectos nefastos que está teniendo y que tendrá para el planeta.
Entre las causas, está notoriamente la emisión de gases de efecto invernadero (notoriamente el CO2) que es un gas cuya producción y emisión hacia la atmósfera se ha visto considerablemente aumentada desde la revolución industrial, es decir, desde la segunda mitad del siglo XIX, momento histórico en el que coincidentemente los científicos han demostrado que el calentamiento global acentuó significativamente su curva ascendente.
Los efectos son variados, muchos de ellos ya los estamos viendo a lo largo y ancho de la tierra, desde desaparición de glaciares, aumento del nivel de los océanos, sequías, incendios devastadores, aumento de las inundaciones, desplazamientos territoriales de seres humanos y animales, hambrunas, por nombrar algunos.
Pese a no negarlo e incluso a aceptar su existencia, el autor minimiza el tema, al restarle prioridad contra los “…problemas cotidianos…” asuntos estos que sí serían en su opinión aquellos que los políticos tendrían que resolver, dejando entender así que atacar el problema del cambio climático puede esperar.
Y bien, en mi opinión, es allí donde radican al mismo tiempo el principal error de gente que piensa de forma igual o similar al autor y la principal razón que encuentran los políticos para la falta de acciones concretas y contundentes que puedan mostrar un atisbo de esperanza.
El error es creer que, por no ser pretendidamente un tema de inmediatez absoluta (es decir para hoy, mañana, dentro de un mes o de un año o dos), sea un tema que no es urgente atacar.
Del calentamiento global por los efectos de los gases de efecto invernadero se empezó a hablar a fines del siglo XIX. En los años 80 del siglo XX, el tema ya era de preocupación absoluta en buena parte de la comunidad científica internacional y del conocimiento popular en general, estudiándose en escuelas y liceos. ¿Hasta cuándo entonces vamos a seguir pensando que hay otras prioridades y procrastinando su tratamiento?
En cuanto a los políticos, se presenta allí una temática que es compleja. Las soluciones para realmente contrarrestar el problema a largo plazo (nótese que se fijan objetivos para 2035, 2040, 2050, etc., los que se vienen incumpliendo sistemáticamente) implican medidas que a corto y mediano plazo pueden ser muy antipáticas y que llevarían, en consecuencia, a perder votos. Ningún político, de ningún signo político, quiere entonces implementarlas, porque tendrían un costo electoral muy grande.
Por ejemplo, hoy por hoy gana fuerza entre científicos y estudiosos altamente calificados, la teoría del decrecimiento económico. No voy a desarrollar en qué consiste la misma en este espacio, pero baste señalar que su adopción en la práctica implicaría ir en el sentido exactamente contrario del paradigma sobre el cual está basada nuestra civilización actual toda: el crecimiento económico infinito. Es simple entonces imaginar que su eventual implementación dista de ser sencilla y sin costos electorales.
En fin, no soy ni “ecologista”, ni “hippie” ni radical, y sin ánimo de querer adoctrinar, dar lecciones de moral o culpabilizar, tengo la convicción que será responsabilidad de todos entender que estamos, probablemente, ante uno de los mayores desafíos de la historia de la humanidad, del que todos somos de cierta forma responsables y que, más tarde o más temprano (cuanto más tarde con mayores esfuerzos, penurias e incomodidades) vamos a tener que tomar medidas y adoptar conductas, en el plano individual/privado y como sociedad, que tienen que cambiar radicalmente la forma en la que vivimos.
Nuestro modo de vida actual no es sostenible, eso es un hecho demostrado. Y eso va a tener que cambiar, no hay dudas. Una editorial como la del domingo 22, no ayuda en nada a ese propósito.