Joyera exitosa sin proponérselo
Se anotó en la Escuela Figari “de rebote” y se le abrió todo un mundo de joyas de plata
Hacía ocho años que Denisse Arigón (33 años) trabajaba en una clínica de análisis respiratorios cuando sus empleadores le dijeron que debía estar presencial ocho horas diarias. Hasta el momento su horario era flexible, lo cual le permitía mechar este trabajo con su gran pasión: la joyería. Si bien le pagaban muy bien y siempre habían sido muy generosos con ella brindándole muchas oportunidades, tuvo que tomar una decisión. “Hacía dos meses que me había separado y tenía un hijo chico. Pero son esos momentos que la vida te dice ‘es ahora, decidite.’ Nunca tuve dudas con respecto a elegir la joyería, pero me generaba incertidumbre mantenerme solo con eso”, recuerda.
Y Denisse se decidió, le dedicaría el cien por ciento de su tiempo laboral a Iocus, su emprendimiento de joyas en plata que escapan a lo tradicional. Es así que desde hace dos años y medio vive de todo lo que crea en su taller de Goes, que tiene en el mismo lugar donde vive.
“Desde que empecé, siempre fue mi objetivo tener el taller y cada cosa que vendía era para comprar una herramienta”, cuenta la artesana. Ese comienzo fue cuando tenía 17 años, estaba terminando
Desde hace dos años y medio vive de Iocus, como llamó a su emprendimiento.
el liceo y ya “debía” pensar en qué hacer de su vida.
“De casualidad escuché que la novia de un amigo estudiaba joyería, algo que no sabía que se estudiaba. Nunca había tenido un acercamiento con la joyas, no las consumía ni las usaba, pero dije ‘ay, ¿mirá?’ y me anoté en la Escuela de Artes y Artesanías Pedro Figari”, señala.
Fue para hacer algo que le gustara, aunque al principio lo vio como una actividad extra a una carrera universitaria, que era lo que marcaba el mandato familiar. Pero ni bien comenzó la UTU quedó claro que ese iba a ser su camino aunque en paralelo tuviera otros trabajos, como cuidar niños o realizar promociones.
Ya con el primer año de la Escuela terminado se lanzó a vender producciones propias y estando en segundo año hizo experiencia en una joyería clásica. El tiempo pasó y en 2010 logró entrar al Mercado de los Artesanos, momento en que se dio cuenta de que debía “ser una marca”.
Buscó un nombre de apuro en Internet, apareció Iocus, le sonó bien y lo eligió. “Varias veces dije ‘lo cambio’ porque fue de sopetón. Al final fue quedando porque de la forma en que lo elegí también sucedieron otras cosas, así sin pensarlo mucho”, apunta.
Siempre se mantuvo activa, sumando cursos en Argentina y en una escuela de joyería de Chile “que es preciosa”, acota.
Otro gran mojón en su trayectoria ha sido su participación cada año en la feria Ideas+, que intensifica mucho su trabajo cuando está por llegar diciembre y aporta más variedad de clientes. Sino fuera así, podría decir que sus compradoras son mayores de 35 años y fundamentalmente arquitectas, seguidas de psicólogas.
“Debe ser porque en general la gente usa joyería más clásica y las mujeres que tienen un perfil más de diseño, vinculado a la arquitectura, buscan otras cosas y le dan otra valoración a lo que hago. De repente hacés un círculo con una curva y no todo el mundo lo valora igual”, explica.
La artesana trabaja solo con plata 925, aunque en sus inicios experimentó con piedras o combinando materiales. Este año le gustaría hacer piezas de joyería con mucho volumen.
“A nivel profesional quiero intentar comercializar en el exterior. Ahora que mi hijo tiene 3 años y medio puedo irme 15 días a una feria en el exterior, así que voy a intentar participar cuando surja algún llamado”, anuncia.
Va de a poco, pero pisa firme porque sabe que encontró su camino. “Tiene que ver con crear una realidad, meterte en un mundo, un lenguaje, una manera de expresarte dándole forma a cosas, con libertad, siendo uno y creando lo que quieras. Es el camino más auténtico y genuino que encuentro para mí. Tiene que ver con esa voz interior que nos mueve y nos lleva a hacer cosas. Esa posibilidad de materializar me fascina”, concluye.