La crisis del transporte público (I)
Hace unos días, más concretamente el día 9 de enero, se publicó en la página de “Economía & Mercado” de El País una entrevista al ex Director de Transporte de la IMM, Ec. Gonzalo Márquez, bajo el título “El paquete de medidas posible para recuperar el transporte público”. Posteriormente, esta entrevista mereció un análisis del mismo diario, en el editorial de la publicación del día 12 de enero, con idéntico título que esta nota.
De la lectura de ambos artículos concluyo que en realidad no se trata de una crisis del transporte público, sino de una crisis de las empresas de transporte de ómnibus, las que están vendiendo mucho menos boletos que en el año de comparación (1980) y que pese a la incorporación de unidades más modernas, higiénicas, confortables y amigables con el medio ambiente, no logran detener la creciente fuga de usuarios.
¿Cuál es el verdadero problema? El problema es que el transporte público, tal cual existe hoy, es un transporte exclusivamente de superficie, en mano de cuatro empresas omnibuseras privadas (una de ellas en posición dominante), regulado mayormente de modo tarifario por la autoridad municipal.
Para que esta modalidad logre ser aceptada por el usuario debe cumplir correctamente con tres aspectos fundamentales, como bien cita el Ec. Márquez: tiempo de viaje, frecuencia y regularidad.
La frecuencia y la regularidad son aspectos en esencia, de exclusiva responsabilidad de las empresas, pero el tiempo de viaje no y es ahí donde radican básicamente las dificultades.
El transporte de superficie debe competir con un tránsito altamente congestionado, en arterias angostas y lo que es peor, con un alto grado de semaforización descoordinada.
De nada sirven las sendas “solo bus” que no son otra cosa que una mala copia de las ciudades españolas, donde la realidad es otra.
Planteado así el problema, la solución pasa por ofrecer al usuario una mejor modalidad de transporte, pues no hay que olvidar que es al usuario al que hay que satisfacer, al que hay que convencer de que, con una nueva propuesta, podrá llegar a destino en menos tiempo, en condiciones de puntualidad, de adecuada frecuencia y regularidad, que empleando su propio medio de transporte.
La nueva modalidad que debería estudiarse es la del transporte subterráneo.
A las autoridades municipales les corresponde adoptar una actitud valiente y proceder a los estudios de factibilidad de esta modalidad de transporte, que ya hoy disfrutan ciudades comparables a Montevideo en población y extensión. Se percibe una convicción generalizada en la población que éste sería el camino a emprender.
Por supuesto que la solución no se circunscribe únicamente a la construcción de un subterráneo, sino que en el aspecto más amplio se trata de implementar un transporte metropolitano, es decir un “metro” con unión tarifaria del subterráneo con las compañías de ómnibus, con futuros trenes de cercanías a la Ciudad de la Costa, por Ruta 5 y a la Ciudad del Plata.
Se trata entonces de proyectar un verdadero Plan Director de Transporte del Área Metropolitana.
Continuaremos en próximas cartas tratando estos aspectos y citando experiencias de ciudades que han puesto en práctica sistemas integrados tarifarios y de transporte.