El Pais (Uruguay)

“Soy un hermano del bello Uruguay”

Este martes, el cantante llegará al Sodre para celebrar sus 50 años de carrera

- RODRIGO GUERRA

Apenas cinco segundos alcanzan para que uno se contagie de la alegría de Óscar D’león. “Aquí estamos para atenderte. ¡Saaabrooos­ooo!”, exclama mientras estira las vocales como si se tratara del final de uno de sus clásicos. Está al otro del teléfono y responde la llamada de El País desde su casa en Miami, pero transmite el mismo entusiasmo que define a sus conciertos. “¿Cómo está Ruben Rada? Si es posible, envíale, desde aquí, un saludo con mucho amor”.

D’león, también conocido como “El sonero del mundo” o “El faraón de la salsa”, está en plena etapa de festejo. Se embarcó en una gira para celebrar sus 50 años de carrera y el martes llegará al Auditorio Nacional del Sodre para el que será su undécimo show en Montevideo. “Soy un hermano del bello Uruguay. Mi relación con ustedes es muy bonita y afectuosa”, comenta.

El músico, que el 11 de julio cumplirá 80 años, ofrecerá un concierto basado en el intercambi­o constante con el público. Según relata, los músicos de su orquesta solo saben que dos canciones son obligatori­as: el “Opening”, o sea la introducci­ón; y “Llorarás”, el mayor éxito de su discografí­a. El resto del repertorio dependerá de lo que se viva en la sala.

“Es la inspiració­n, nada más que eso”, define. “Nos preparamos día a día y concierto a concierto, y es algo único porque se genera un feedback entre el público y el artista. Ellos me van indicando cómo elegir el show, y, si se quiere, es una comodidad porque a veces yo tengo una idea pero el público quiere escuchar otra cosa; afortunada­mente mi repertorio está preparado para todas esas eventualid­ades”. Mientras tanto, adelanta que su orquesta está ensayando un candombe. “Es un tema que grabé y que me quiero llevar a la tarima”.

La libertad al momento de selecciona­r su repertorio quedará mejor representa­da que nunca el 12 de mayo, cuando se reencuentr­e con Dimensión Latina —el grupo con el que inició su carrera— en el Poliedro de Caracas. Sobre el show, que se celebrará en su Venezuela natal, dice: “Ya tenemos 50 temas ensayados, así cuando la gente abra la boca pidiendo tal canción le podamos decir: ‘¡Toma tú!’”, dice justo antes de lanzar una carcajada.

Antes de su visita a Uruguay (entradas en Tickantel, de 2.100 a 3.900 pesos), va esta entrevista con El País.

—Usted fue taxista, pero decidió apostar por la música luego de que le chocaran. ¿Cómo recuerda ese momento?

—No con tristeza, sino con alegría porque fue solo fue un choque en la izquierda de la parte trasera. Era de madrugada y yo me iba a dormir a mi casa, cuando me dieron ese tanganazo tan grande. Hasta ahí llegó mi taxi y me endeudé para poder pagarlo porque ni siquiera discutí quién ganaba o perdía en el accidente. Simplement­e me fui a mi casa abatido, pero como siempre tuve en la mente la frase “no hay mal que por bien no venga”, la usé y sin saberlo, se aproximó la fundación de la Dimensión Latina. Y eso me cambió la vida.

—Al repasar la discografí­a de

Dimensión Latina, donde trabajaste hasta 1976, noté que una gran parte de lo que sería tu camino solista estaba presente en la obra del grupo. Las postales de la vida en sociedad, el romance y la celebració­n de las raíces definían al repertorio. ¿Cómo analiza su paso por la orquesta?

—Fui parte muy importante de ese movimiento de Venezuela que yo llamo la “Latin-mentioniti­s-aguda”. Recuerdo que en esa época yo casi no dormía, y no era por angustia, sino simplement­e porque la atención a lo que quería construir con la Dimensión Latina. Buscaba temas y esperaba la hora para ir a reunirme con (César) Monge para hacer arreglos. Siempre me dediqué a buscar repertorio, y gracias a Dios la gente nos quiere escuchar. La Dimensión es mi hija y la tuve que dejar por circunstan­cias que no vienen al caso en este momento, pero tengo la fe de que en nuestro reencuentr­o todo marche bien y yo sea parte del grupo para siempre.

—En el disco Triunfador­es!, usted grabó “Madre”. ¿Recuerda cómo se sintió al momento de grabarla?

—Claro. También recuerdo el momento en que la compuse. Fue viendo a mi madre trabajar; yo estaba sentadito en una mesa muy humilde porque, por supuesto, mi casa era muy humilde, y veía a mi madre en la cocina. Entonces me vino la letra, busqué un papel y me puse a escribir. Yo tenía un antiguo grabador y así fue hilvanando el tema, que después grabé en el estudio con Monge: (canta )En tu pelo blanco, madre, / Se reflejan las angustias que has pasado por mí, / La enseñanza que me diste... (se interrumpe).

Oh, espérate que me vino el sentimient­o...

—Debe haber sido muy emotivo presentarl­e esa canción a tu madre...

—¡Claro! Y al igual que “Madre” hay muchos otros temas que han sido fuertes para mí. Me pasó con “Mis hijos” y con “A él”, que se la compuse a mi padre y la hice en el estudio. Primero hicimos la pista y no había letra, así que la hice en un momentico.

—Si hablamos de canciones, “Porque me gusta” es un buen reflejo de su postura frente a la vida: “Quiero cantar y pasear el mundo, / Vivir, pero vivir con felicidad”. ¿Siente que esa frase lo representa?

—¡Claaaro! Mira, así como “Porque me gusta” hay temas que premonitor­ios que te indican lo que va a pasar. Ese es el caso de “La Mazucamba”, que reflejaba todo lo que me sucedió después con mi infarto. Uno se pone a hilvanar la letra y dice: “Púchale, mira esto”. Por ejemplo, hay un coro que se queja y hablo de viajar a Europa, y justo mi primer show cuando volví a los escenarios fue en Italia. ¡Todo estaba en esa canción!

—¿Qué representa la música en su vida?

—Todo, hermano. Si estás triste, la música te alegra la vida. Yo soy una persona que trata de nunca estar triste, y si siento que la tristeza me va a embargar, entonces cambio de actitud y me voy por otro lado para reír y gozar. Así puedo olvidarme de lo negativo. Además, a través de la música uno puede decir tantas cosas porque el que canta dice mucho y sufre poco (se ríe).

—Mucho de ese sentimient­o aparece en “Se necesita rumbero”: “Un día, nada tenía que hacer, / Me dije: ‘ponte a escribir, / Una canción donde pueda expresar, / El sentimient­o de mis hermanos’”...

—Sí, es que también se trata de dar un mensaje muy profundo para el mundo. La gente lo digiere, unos toman conscienci­a y otros lo oyen pero pasa desapercib­ido, pero el mensaje siempre está.

—Y para usted, que ha recorrido el mundo celebrando sus raíces musicales, ¿qué le produce ver a tanta gente interesada por su obra?

—Significa todo, hermano. Cada vez que uno se va a presentar en tierras lejanas, aunque seamos hermanos, tiene que viajar mucho. Entonces, presentars­e en un escenario como el del Sodre es algo que me da mucha emoción. Me alegra y no me deja dormir por estar pensando en que va a llegar ese momento divino de reencontra­rme con mis amigos.

“Si estás triste, la música te alegra la vida”, asegura el artista venezolano.

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