La clave energética
Todo cambio lleva su tiempo. Más aún si se trata de modificaciones de fondo, que afectan los hábitos y las costumbres, que implican transformaciones en la movilidad citadina de millones de personas, y que alcanzan a cambiarle el rumbo a sectores productivos de relevancia.
La gran revolución del actual siglo está en marcha. Nos referimos al cambio radical que experimentará la humanidad en materia de producción y uso de la energía. Las terribles amenazas del calentamiento global —y su imparable escalada, corroboradas en los hechos a lo largo y ancho del planeta— jerarquizaron en tiempo récord al “cambio climático” como el tema omnipresente en las consideraciones internacionales, regionales y locales.
Uno de sus aspectos cruciales para la vida de la gente es el de la movilidad. Por lo tanto, resulta ineludible la trascendencia de lograr la sustentabilidad de la misma.
En otras palabras, debemos repensar y ajustar a las conveniencias del presente, cuáles son las fuentes energéticas más convenientes a utilizar, para garantizar el mejor funcionamiento de nuestras sociedades.
Usar energías limpias y renovables, reducir significativamente su consumo (eficiencia energética) y abaratar los costes de producción, transporte, distribución y venta, son tres pilares fundamentales de esa imprescindible transformación.
Ya nadie discute (o casi nadie) que debemos avanzar a paso firme hacia la brusca reducción de consumo de los combustibles fósiles.
Para lograrlo necesitamos alcanzar progresos significativos en la redirección de nuestras matrices energéticas hacia fuentes muy bajas en emisiones de gases de efecto invernadero, y cuya sustentabilidad esté garantizada.
Hay que decir que es un proceso felizmente en marcha en nuestro país desde hace varios años. Para una nación carente de yacimientos de hidrocarburos esta opción es la más inteligente y conveniente, a pesar de que las tecnologías actuales en el mundo todavía no están significativamente prontas como para abastecer el total de las necesidades energéticas. Por fortuna, la pequeña escala nacional en materia de movilidad y producción sí puede satisfacer sus necesidades a las energías renovables; y lo está haciendo bien.
En el reciente Foro de Movilidad Sostenible realizado en Montevideo, quedó muy bien explicitado lo pertinente y acertado de las diferentes direcciones en que se está transitando en estos temas. Tanto el sector público como el privado diseñan e implementan sus estrategias, sabiendo que a mediano y largo plazo nuestro mejor futuro se vislumbra en esa dirección.
Más y mejor movilidad eléctrica, progresos significativos en producción y exportación de hidrógeno verde, y mayor desarrollo de electro-combustibles (metanol) son tres pilares que se están tomando muy en serio en nuestro país, con el fin de lograr avances significativos en estas transformaciones energéticas, que prometen posicionarnos de manera ventajosa en el contexto internacional.
Desde luego todo esto debe ir acompañado por un marco de confianza, erigido sobre los pilares de la estabilidad institucional, la previsibilidad política, y la certeza jurídica, que mantengan a nuestro país en la selecta lista de naciones atractivas para invertir a largo plazo.
Ya nadie discute que debemos avanzar hacia la reducción de consumo de combustibles fósiles.