El Pais (Uruguay)

Disturbios por falta de control y golpizas en hogares del INAU

Dos ONG y el sindicato denuncian deficienci­a en gestión y sobrepobla­ción

- MAITE BEER

AMaría y a sus hermanos los abandonó su madre cuando eran chicos. Un tío se hizo cargo de la niña y la llevó a vivir con él. Pero con el transcurso de los años la convivenci­a se tornó compleja. Esa niña divertida se fue convirtien­do en una adolescent­e rebelde, de 16 años, y la paciencia de su tío se fue agotando. María (nombre ficticio para no revelar su identidad) empezó a fumar marihuana, desaparece­r por las noches sin previo aviso y faltar a clase.

El detonante fue cuando la adolescent­e se ausentó más de lo usual y familiares, amigos y educadores referentes la buscaron desesperad­os. Estaba en la casa de su novio, 10 años mayor, y la encontraro­n con autolesion­es. Su tío, entonces, le comunicó a los educadores del centro juvenil al que María asiste —y que representa su mayor sostén— que ya no se iba a hacer cargo de ella porque la situación lo había desbordado.

Este centro tiene un convenio con el INAU y recibe a jóvenes de contexto crítico. Funciona a contraturn­o y allí hacen los deberes del liceo, deporte y también se les brinda alimentaci­ón. Cuando recibió la notificaci­ón del tío, la institució­n evaluó la situación y no vio otra alternativ­a: era momento de derivarla a un hogar, y se comunicaro­n con el Magnolia, una de las tres puertas de entrada que tiene INAU.

La respuesta fue rápida. La buscaron en una camioneta y la llevaron con sus pocas pertenenci­as al hogar de breve estadía en donde viven unos 30 chicos y chicas. Y ese fue el comienzo de un círculo vicioso de falta de atención y cuidado.

Hace un mes que María vive en Magnolia y los referentes del centro juvenil, que le tienen mucho cariño porque la conocen de pequeña, están muy preocupado­s por ella. A menudo aparece deambuland­o por las calles porque nadie controla que vaya al liceo.

La adolescent­e le contó al coordinado­r del centro juvenil que le robaron sus cosas en Magnolia y que ella, en consecuenc­ia, también le robó al resto. A veces le toca bañarse con agua fría porque el calefón no da abasto y, según dijo la chica, ningún educador se acercó a ella para ver cómo estaba.

Funcionari­os del centro juvenil quisieron comunicars­e varias veces con el hogar, pero no dan respuestas sobre María y eso es lo que más les indigna. “Tenés una gurisa de 16 años libre por ahí con todos los riesgos que te imagines... Incluso nosotros tenemos sospechas de que se esté prostituye­ndo”, dijo a El País el coordinado­r de la asociación civil que prefirió no ser identifica­do.

Aunque no todo está perdido, el coordinado­r enfatizó que “el sistema está terminando de hundirla”. “Todo el mundo se lava las manos. Siempre dicen lo mismo: ‘tenemos pocos recursos,’ ‘no hay suficiente personal,’ pero el tema es ver qué hacemos al respecto”, concluyó.

MÁS REPROCHES. Un alumno de 14 años de otro centro juvenil ubicado en Montevideo el año pasado fue derivado a la puerta de entrada El Tribal y le contó a las educadoras que las condicione­s del hogar eran “iguales a las de una cárcel”. El edificio estaba en un estado deplorable y había hacinamien­to.

Sin embargo, la psicóloga de este centro juvenil reparó en que la respuesta de los educadores fue rápida y con una buena disposició­n, pero que los vio “supersobre­cargados”. A la referente le preocupann los robos que se dan adentro del hogar y afirma que allí circulaba droga.

EL SINDICATO. Joselo López, presidente del Sindicato Único de Trabajador­es del INAU y el Inisa (Suinau), denunció a El País que los hogares están sobrepobla­dos, hay falta de personal y varios edificios están en pésimas condicione­s. Si bien el sindicalis­ta advirtió que estos problemas se han ido agravando en los últimos años, apuntó que el mal estado de estos hogares de 24 horas persiste más allá del color político de quienes gobiernen.

En todos los hogares la cantidad de niños y adolescent­es supera la capacidad del centro, según López, lo que produce que haya niños durmiendo en sillones, colchones en el piso y catres. Sin embargo, el presidente del INAU, Pablo Abdala, dijo que la afirmación del sindicato “se aleja de la realidad” porque el sistema de protección cada vez se agranda más y este año se crearon cinco centros nuevos.

López atribuye los problemas edilicios de larga data a que el INAU tiene un sistema muy burocrátic­o que genera que los arreglos —en revoques, o por rotura de techos y yeso— tarden meses en realizarse. “Para reponer un vidrio que rompieron los chiquiline­s tardamos tres meses”, enfatizó López.

Otro tema que le preocupa mucho al sindicato son los agravios físicos que reciben los educadores por parte de los niños y adolescent­es. En el hogar Casa del Sol, ubicado en el Prado, sucedió que una chica de 12 años, que había llegado al hogar hacía poco tiempo, se desacató y comenzó a romper cosas. Una funcionari­a la quiso frenar y la niña le pegó con un fierro en la cabeza, lo que generó que tuviera que permanecer hospitaliz­ada por varios días.

Esta situación fue una de las más graves que ha constatado el sindicato, pero cada año registran unas 25 golpizas severas a funcionari­os. Los hogares más conflictiv­os son los de adolescent­es y López aseguró que cada vez llegan chicos más violentos: “Estos chiquiline­s están en situacione­s turbias, con manejo de armas y venta de drogas. Los funcionari­os son jóvenes y hacen lo que pueden, no les da la fuerza para frenar a adolescent­es de 17 años”.

El presidente del INAU dijo que no tienen registrada­s esa cantidad de golpizas a educadores, aunque reconoció que sí se enfrentan a la violencia a menudo, pero también ocurren casos de maltrato hacia niños y adolescent­es por parte de estos mismos adultos. Desde 2020 a la fecha se realizaron 172 sumarios hacia funcionari­os del INAU, de un total de 5.000.

Asimismo, se le consultó al sindicato por la falta de control de los adolescent­es —como sucedió en el caso de María— y López respondió que “no se puede retener a los adolescent­es” y que lo único que pueden hacer los educadores es activar el protocolo por las salidas no autorizada­s y dar aviso a la Policía.

Abdala, por su parte, indicó que no conocía el caso y a pesar de que reconoció que puede suceder algo así, dijo que son situacione­s aisladas.

María pasó a un centro del INAU, dejó de ir al liceo y desde un centro juvenil sospechan que se prostituye.

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INAU. El Instituto del Niño y Adolescent­e del Uruguay tiene 3.000 menores en sus 140 hogares alrededor del país y cuenta con 5.000 funcionari­os, 3.000 de trato directo.

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