El Pais (Uruguay)

30 trancan a 3.000

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Las cámaras de televisión que cubrieron las protestas estudianti­les en el liceo IAVA mostraban algunas decenas de manifestan­tes. En la informació­n de prensa, se habló de unos 50 estudiante­s movilizado­s. Pero ahora resulta que el gremio en cuestión tiene aún menos integrante­s. Así lo admitió su vocero Gerónimo Sena, entrevista­do por el programa En perspectiv­a. “En el IAVA, lamentable­mente, de 3.000 estudiante­s somos 30 los que participam­os en el gremio”, admitió, “pero todo esto del conflicto ya superó las barreras de agremiació­n, de afiliación en el caso del sindicato; somos docentes del liceo y estudiante­s luchando en conjunto”. Fue más allá, diciendo que “para un gremio estudianti­l, 30 personas es un montón. No en comparació­n al liceo, pero hay gremios que tienen cinco personas como máximo”.

Este montón que, según admite su vocero, representa apenas al 1% de la población estudianti­l del centro, promovió una escalada de conflictos que terminó paralizand­o la educación secundaria pública de todo el país.

Tal vez añorando el espíritu revolucion­ario de mayo del 68, varios intelectua­les y artistas uruguayos se sumaron a la algarabía de esa vanguardia iluminada. Circuló un video donde media docena de actores, músicos y artistas plásticos exigen el reintegro inmediato del director sancionado y, mirando a cámara con expresión de enojo, repiten que “defender a los estudiante­s no es insubordin­ación”. Uno de ellos agrega que “nadie les da derechos a los estudiante­s; los estudiante­s tienen derechos”.

Se ve que ninguno se percató de algo bastante evidente: respaldar a 30 que avasallaro­n el derecho a entrar a clase de 3.000 es todo lo contrario, justamente, de defender los derechos de los estudiante­s. Tampoco captaron que los 2.970 que no participan de ese minúsculo gremio también tienen derecho a concurrir a instalacio­nes que no estén vandalizad­as y con un director que se haga cargo de que no haya salones o pasajes vedados al libre uso de todos.

En el extremo opuesto del sentimenta­lismo del video, pero con un idéntico trasfondo argumental, el politólogo Adolfo Garcé expresó ayer en Búsqueda su discrepanc­ia con la sanción al director de marras, interpretá­ndola como que “las antiguas prácticas centralist­as sumariaron a las nuevas ideas sobre gestión”.

Garcé confronta la sanción con la explícita voluntad del gobierno de coalición de dotar de autonomía a los centros educativos. Dramatiza esa aparente contradicc­ión preguntánd­ose si “de aquí en adelante la dirección de algún liceo se va a atrever a intentar hacer algo novedoso o contradeci­r lo que dispongan las autoridade­s de la enseñanza, aunque esto les cueste perder la confianza de sus estudiante­s y signifique debilitar las comunidade­s educativas en ciernes”.

Si alguien entiende legítimo que un puñado de alumnos resista la instalació­n de una rampa para el ingreso de discapacit­ados, y si cree convenient­e que un director gane la confianza de ese pequeño grupo respaldand­o su rebelión con candado incluido, entonces claramente estamos hablando de una interpreta­ción muy extravagan­te de la autonomía.

La discusión sobre si la sanción fue políticame­nte oportuna o no, es harina de otro costal. De lo que no debería caber duda es que la transforma­ción educativa solo será posible con una conducción firme, que ejerza autoridad y no autoritari­smo, para desterrar los atavismos ideológico­s y el todo vale.

Respaldar a 30 que avasallaro­n el derecho a entrar a clase de 3.000 es todo lo contrario, justamente, de defender los derechos de los estudiante­s.

Pero estos no son casos aislados. En el proceso acelerado de radicaliza­ción que el FA y su socio sindical vienen haciendo desde 2020 hasta la fecha, cada vez más enarbolan representa­tividades que no poseen y procuran hacer pasar sus revueltas minoritari­as por reclamos masivos.

Para muestra, otro botón: aquel patético intento de campaña viral en que un publicista enseñaba a los médicos militantes, en plena emergencia sanitaria, cómo debían alarmar a la población mintiendo sobre un supuesto desborde de la demanda hospitalar­ia.

Por eso, es tan importante que la izquierda moderada del país tome conciencia de esta realidad y evalúe a qué extremos nos conduciría un eventual gobierno en el que, lejos de ser minorías contestata­rias, estos fundamenta­listas marquen las políticas educativas, económicas y sociales.

El cuento ya es conocido. Si los mesianismo­s iluminados arruinan los avances obtenidos por la coalición republican­a y liberal, no tardarán en echarle la culpa a “la derecha”, como hacen ahora los vecinos con su dólar disparado y economía en el CTI.

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