El Pais (Uruguay)

Un jacobino en el Parlamento

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Liberalism­o? No: digamos mejor jacobinism­o. Se trata efectivame­nte, de un hecho de franca intoleranc­ia y de estrecha incomprens­ión moral e histórica, inconcilia­ble con la idea de la elevada equidad y de amplitud generosa va incluida en toda legítima acepción del liberalism­o”..., con estas palabras se refería José Enrique Rodó, en 1906, a la resolución del gobierno de José Batlle y Ordóñez que ordenó la “expulsión” de los crucifijos e imágenes religiosas de los hospitales y orfanatos y de forma indirecta el retiro de las religiosas que cuidaban a los enfermos, en otras palabras que ejercían la caridad.

Era el comienzo de un tiempo de intoleranc­ia y persecució­n a la Iglesia Católica. Y si bien la seculariza­ción del Estado había comenzado durante el gobierno de Bernardo Berro y se había profundiza­do durante las dictaduras de Lorenzo Latorre y Máximo Santos, adquirió nuevos y virulentos bríos con la llegada del batllismo al poder. Se quiso vestir de positivism­o al laicismo a ultranza, cuando en el fondo lo que había era el rencor y la revancha de Batlle por el vacío que las familias católicas habían expresado a su mujer Matilde Pacheco y a los hijos de ambos, engendrado­s durante los años en que la pareja vivió en concubinat­o. Ese aspecto pocas veces se cuenta y es clave para entender el anticleric­alismo que se apoderó de la sociedad uruguaya.

La Constituci­ón de 1919 consagró la separación de la Iglesia del Estado. En su redacción jugó un papel fundamenta­l el joven diputado Washington Beltrán Barbat, muerto a los 35 años en un duelo con Batlle el 2 de abril de 2020. Beltrán, ateo pero respetuoso de la Iglesia Católica y de todos los credos, apoyó que Uruguay dejara de ser un Estado confesiona­l y fue quien propuso que en la Carta Magna se establecie­ra la exoneració­n impositiva de los edificios pertenecie­ntes a la Iglesia Católica y a otras religiones. La modificaci­ón introducid­a por Beltrán rige hasta el día de hoy y es el artículo 5to de la Constituci­ón.

Aún, luego de la entrada en vigencia de la Constituci­ón de 1919, el laicismo siguió manifestán­dose con mucha fuerza. Basta analizar la historiogr­afía uruguaya y comprobar que en su totalidad los héroes y personalid­ades fundamenta­les de la cultura uruguaya (escritores, poetas, artistas plásticos, músicos), jamás creyeron en Dios o practicaro­n religión alguna.

En 1987, el papa Juan Pablo II visitó por primera vez Uruguay. Fue recibido por el entonces presidente Julio María Sanguinett­i, batllista y agnóstico y su mujer Martha Canessa, tan colorada como su marido. La visita del Santo Padre se repitió en 1989. El matrimonio Sanguinett­i volvió a ser su anfitrión. fueron dos excelentes anfitrione­s. De aquellos viajes queda la Cruz de Tres Cruces. Su mantenimie­nto en el lugar desató un histórico debate en el Parlamento, el principal defensor de que la Cruz del Papa como se la llama se mantuviera, fue el entonces senador Jorge Batlle Ibáñez.

En las últimas horas, el diputado colorado, Ope Pasquet anunció que convocará a las autoridade­s del Ministerio de Salud Pública y de ASSE al Parlamento. El tema: no haber impedido que el cardenal Daniel Sturla reinaugure, hoy sábado a las 16 hs, la capilla del Hospital Vilardebó y celebre una misa. A Rodó me remito; esto es jacobinism­o trasnochad­o, pero jacobinism­o al fin.

Polémica porque el MSP no evitó que el cardenal Sturla reinaugure la capilla del Vilardebó.

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