Parece tan fácil
No debe haber país en el mundo con la capacidad de generar “bombas” informativas que Argentina. No hay semana en la que allí no pase algo extravagante, desmesurado, que atraiga nuestra atención. Pensábamos en eso cuando el pasado jueves caminábamos por la redacción y veíamos a los grupos de periodistas “prendidos” a las pantallas mirando el discurso de Cristina Kirchner.
La capacidad oratoria de la vicepresidenta argentina es innegable. Pero dos cosas llamaron la atención de este periodista. Uno, la impunidad con la que hablaba pestes del gobierno del cual es la segunda al mando (alguien podría decir la primera), e ignorando olímpicamente que su partido gobernó 18 de los últimos 22 años que llevaron a este desastre. Dos, los firuletes dialécticos que terminaban culpando al FMI de todos los problemas de su país.
Eso es tan serio como que un ludópata se injurie con el banco que le da la tarjeta de crédito que cíclicamente hace paté en el casino. Y sin embargo, miles de personas compran ese victimismo.
Casi al mismo tiempo, un video “viralizado” en internet llevó a complejizar más el razonamiento. Hablamos de una entrevista con una cocinera de cierto renombre que despotricaba contra las aplicaciones estilo Pedidos Ya. “Está mal hacer que alguien pedalee rápido 15 km para comerte dos empanadas. Me parece una estupidez”, afirmó la cocinera. Usted dirá, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Dos hilos conectan a Cristina “K” y a la chef viral: la petulancia y el voluntarismo.
Vamos a explicarnos. La vida humana es de una complejidad mayúscula, con preguntas sin respuesta que han tenido a las mayores mentes de la historia reventándose los sesos por milenios. Y la vida en sociedad potencia esa complejidad a niveles como para hacer explotar al CHATGPT4, 5, y 52. Y sin embargo, hay gente capaz de sentenciar en dos minutos sobre estos temas, y si no ves las cosas como ellos, sos un idiota.
Millones de personas usan las apps de pedidos, miles trabajan con ellas, y a miles de comercios les resultan un buen negocio. Es más, hace unos días en Argentina hubo una protesta de trabajadores de apps rechazando una regulación que los obligaría a ser parte de un sindicato. Los tipos reclamaban que eran trabajadores independientes, y no querían entregar parte de su ganancia a unos parásitos burocráticos.
Pero la señora chef, de un plumazo, desmerecía todo ese entramado de relaciones comerciales voluntarias calificando todo de “estupidez”. Con la misma facilidad con la que Cristina “K” ignoraba 20 años de desquicio económico estatista, acusando a un simple prestamista como el FMI, con la misma necedad con la que un empleado suyo pretendía bajar la inflación poniendo una 9 mm sobre la mesa de un empresario. ¡Si fuera tan fácil!
Esta situación, quitados los esteroides argentinos, tiene mucha relación con el debate de esta semana en Uruguay sobre la reforma de la seguridad social.
El gobierno actual quiso tomar por las astas al toro de un problema que hace años que está sobre la mesa. Astori, Mujica y Tabaré hablaron sobre la necesidad de esta reforma, aunque nunca quisieron meterse. Y las “micro-reformas” que dice Murro que se hicieron en su tiempo, sólo aumentaron el rojo de los números. ¡Así cualquiera!
Las razones son obvias. Vivimos más años, y lo hacemos en mejores condiciones. Pretender vivir de la misma jubilación 5 o 10 años más que antes, en una sociedad que envejece, y donde los más formados demoran más en entrar al mercado de trabajo, es irreal.
La oposición se negó a participar desde el principio de este proceso de reforma. Pero en la recta final, cuando Cabildo Abierto presionó y logró ciertos cambios que en teoría beneficiarían a retirados militares, su eslogan pasó a ser “nos obligan a trabajar más años para subsidiar a un montón de coroneles inservibles”.
¡No! No es que nos obliguen a trabajar más. Es que vivimos más, mejor, y la plata no da para todo. Y si te molesta tanto lo de Cabildo, te hubieras remangado y puesto tus votos para que la cosa fuera diferente. Más allá de que esa permanente cantarina de culpar de todos los males a la “caja militar”, es tan realista como la sarasa de “Cris” con el FMI.
Pero lo que hay en el fondo es una muestra de voluntarismo todavía mucho mayor. Murro y compañía creen, aunque lo dicen en voz baja por miedo a perder votos, que el agujero de la seguridad social se debería pagar con más impuestos. Están convencidos que hay millones por ahí, escondidos, a los que echar mano para agrandar más el Estado, y generar decenas de “derechos” nuevos, que regalar magnánimamente a la sociedad. La realidad es que la franja mínima del IRPF anda por 35 mil pesos. ¿Usted cree que los políticos, de cualquier partido, no la bajarían si hubiera otro lugar de donde sacar?
Nada es tan simple, ni tan fácil.
La situación angustiante que se vive en Argentina tiene algunos puntos en común con el debate sobre la seguridad social.