El Pais (Uruguay)

Opinando como Fierro

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Jorge Cafrune fue uno de los mejores folklorist­as de Argentina. Junto con Atahualpa Yupanqui era el equivalent­e a lo que Amalia De la Vega y Santiago Chalar fueron en Uruguay. Me crié escuchándo­lo cantar zambas y chacareras en aquellos viejos discos de pasta, a dos caras o en cassettes pequeños. De Mi Esperanza, Pa’don Rosendo, La Cautiva, Virgen Morenita eran los títulos de las canciones que luego se entonaban en los fogones. Había una, con letra de Yupanqui, que Cafrune interpreta­ba de una forma superior: Coplas del Payador Perseguido. Esa que reza “si uno pulsa la guitarra pa´ cantar cosas de amor, de potros, de domador, de la sierra y las estrellas, dicen: ¡Qué cosa más bella! ¡Si canta que es un primor!”

Ahora ”si uno, como Fierro, se larga opinando, vichan la puerta y se alejan reculando”.

Es lo que parece suceder en nuestro país dónde asistimos a una suerte de “o estás conmigo o en contra”. Con el gobierno o contra él. Con tal club de fútbol o contra él. A favor de tal grupo o en su contra.

Los grises no están permitidos,

Quien dice que no coincide con algo es señalado como un enemigo o se le asignan segundas intencione­s políticas o personales.

En otra de sus disfrutabl­es columnas Alvaro Ahunchain agregó esta semana un elemento que comenzó a aparecer: la falacia ad homine: descalific­ar a la persona y no lo que propone.

Hoy si uno critica la posición de un partido que exige cambios faltando a su palabra y pide que no se voten los mismos, está en contra de la coalición, el gobierno y es irresponsa­ble.

No importa que eso diluyó el impacto positivo de la reforma de la seguridad social en un punto del PIB y obligará pronto a nuevos cambios.

Lo que parece importar es que no se aplaudió al gobierno cuando aceptó lo que no debía aceptar de su socio.

Lo mismo pasa con la subasta de las bandas del 5G. Cuando se concediero­n otras en 1999 participar­on veinte interesado­s. En las adjudicaci­ones en el 2001 y en el 2004 sólo se exigía experienci­a en telecomuni­caciones.

Hoy se realiza un proceso al que solo calificaro­n dos empresas que pujarán cada una por una banda, o sea que cada una comprará una y no habrá puja. De remate tendrá poco. Me tocó participar en el equipo que en el año 2003 y 2004 realizó la concesión de la terminal del Aeropuerto de Carrasco. Proceso liderado por ese gran Ministro de Obras Públicas que fue Lucio Cáceres. En un momento se planteó dejar afuera a un operador por la inconvenie­ncia de que explotaba otros aeropuerto­s en la región. Se rechazó. No era lógico que alguien invirtiera cientos de millones de dólares en un aeropuerto para no hacerlo funcionar. Como parece ilógico que alguien pague 30 millones de dólares por espectro y no lo explote.

Recuerdo cómo Lucio Cáceres y Agustin Aguerre destrabaro­n el lío de la concesión de la Terminal Cuenca del Plata. En un remate público en la Bolsa de Valores. Veníamos de muchos años de trámites y denuncias penales y lo enderezaro­n.

En su momento, cuando el hoy opositor Frente Amplio era gobierno se realizaron advertenci­as similares.

En el remate de Pluna se señaló que la base no podía ser de 130 millones de dólares cuando los aviones no valían más de 60. Después vino un remate suspendido y otro con el caballero de la derecha, Cosmo y los procesamie­ntos de varios jerarcas.

Se señaló que la gestión en Ancap la llevaba a la ruina. Dos años después hubo que capitaliza­rla en 800 millones de dólares y un vicepresid­ente de la República tuvo que renunciar.

Se denunció lo equivocado del proceso de Gas Sayago y su aventura de construir algo que no tenía mercado. Aún se ven los pilotes en el Río de la Plata.

En el momento en que se afirmó que el Antel Arena costaría 40 millones de dólares se advirtió que serían entre 80 y 100. Fueron 120.

¿Qué se debe hacer cuando se visualiza algo que se entiende está mal?

¿Denunciarl­o cuando se es oposición y aplaudirlo cuándo se tiene, como tenemos, simpatías con el oficialism­o?

Señalar la discrepanc­ia no significa estar contra alguien (un gobierno o un gobernante). Significa ser leal con uno mismo, pero sobre todo con la persona que está gobernando.

Decirle al Rey, como en el cuento de Andersen, que lleva los mejores vestidos cuando en realidad va desnudo, no es ayudarle sino perjudicar­lo.

Este gobierno ha tenido muchos aciertos. Muchos. El manejo de la pandemia, la libertad responsabl­e, la seriedad de las políticas fiscales y de la deuda, las relaciones laborales, la defensa nacional, la captación de inversores de la región, la reforma educativa.

Pero nadie hace todo bien o todo mal.

Si uno, como Fierro, se larga opinando no hace otra cosa que ser leal y cumplir con la última estrofa del libro de Hernandez.

Esa que dice que “si canto de este modo, por encontrarl­o oportuno, no es para mal de ninguno sino para bien de todos”.

Fe de erratas: en mi columna pasada dije que el Presidente había negociado bilateralm­ente con CA los cambios de la Seguridad Social. Los participan­tes me aclararon que no fue así.

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