“Vivimos de las realidades, pero nos movilizan los sueños...”
—Veinte años de la empresa, ¿cómo se formó Agronegocios del Plata?
—La empresa se formó en un momento complicado para el país desde lo económico, entre otros aspectos. Casi terminado el 2002 teníamos elaborada la idea pero en marzo de 2003 hicimos el lanzamiento oficial. Creo que desde el origen hay un componente importante de la expectativa que le pusimos. Uno vive de realidades pero lo movilizan los sueños o proyectos, y sobre todo la confianza de que estos sean potentes y se logren. En lo terrenal, había una complementariedad con mi socio Gustavo Grobocopatel porque quizás ellos tenían más expertise en los negocios, el relacionamiento con las empresas multinacionales y demás ya que en Argentina había un envase mayor para un negocio que estaba comenzando en Uruguay. Principalmente sucedía esto para la soja y las exportaciones de granos de forma significativa.
—¿Cuál era ese escenario aquí en ese momento?
—No estaban las multinacionales, o al menos las que estaban lo hacían con representación de jugadores locales. Mi socio y yo siempre tuvimos una visión moderna del agronegocio, de la interacción, las redes, la trazabilidad permanente y un potente software de gestión para evaluar y seguir el ciclo de los cultivos que hasta el día de hoy usamos. Esto nos permitió evaluar y seguir potenciando la exportación. También ellos nos trajeron una cultura de integración de la familia que nos llamó la atención, con un directorio estructurado pero directores externos también, la participación de la familia reconociendo las diferentes capacidades o gustos. De nuestro lado estaba la pasión agrícola, el conocimiento del negocio local y ya nos estaba yendo bien aplicando la siembra directa y muchas otras tecnologías que vimos en Argentina pero que luego adaptamos al modelo productivo nacional. Teníamos la vocación de crecer y repito que el concepto de lo familiar nos atrajo mucho. Nuestra empresa lo empezó a desarrollar de una forma diferente a lo que se solía hacer en nuestro país.
—En ese momento, ¿tú ya eras productor agrícola?
—Sí, con mi señora éramos productores. Yo me recibí de ingeniero agrónomo, trabajé un tiempo en una empresa familiar con un sueldo y un porcentaje si el resultado era bueno y me fui abriendo a mis propios negocios luego. Ya para 2002 o 2003 estábamos con un modelo bien agrícola y productivista y nos iba bien. Una ventaja fue que yo ya conocía mucho el modelo argentino, de donde aprendí mucho.
—¿Cuál fue el foco con el que se abrió la empresa y cómo ha sido el proceso hasta lo que es hoy?
—La empresa no es tan diferente a lo que es hoy, porque la vocación de producir alimento, energía y servicios para todo el mundo es igual. Creo que la cabeza de exportación sigue siendo el corazón de la misma. La evolución acompañó procesos de la economía y es como la vida: hay momentos donde hay oportunidades para crecer y uno ve si los aprovecha o no. Si se hace a un ritmo alto, es interesante pero dejás de lado en parte la precisión o la perfección, pero a veces crecer paga y eso nos pasó en los primeros años. Nosotros llegamos a hacer 95.000 hectáreas entre cultivos de invierno y verano en el año. Fundamentalmente las rotaciones estaban basadas en la soja y el trigo. Hoy el área es menor pero está complementada por una ganadería fuerte, con una sinergia entre cadenas de valor, a la cual por ejemplo agregamos ahora la planta de raciones en el noreste en la zona de Caraguatá. Entre medio tuvimos una etapa más volcada a los servicios, pero a mí me encanta la agricultura y volvimos a esa visión productivista. La empresa, con el paso de los años, refleja ese balance.
—¿Cuál ha sido la mayor fortaleza para adaptarse a los diferentes tiempos?
—Probablemente un profundo pragmatismo y convencimiento de que para estar en este negocio de commodities hay que ser campeón mundial de costo bajo
En este negocio hay que ser pragmático y un campeón mundial del costo bajo por tonelada.
por tonelada. Conceptos de este tipo siempre han estado muy presentes en la empresa. La visión debe ser de que se trabaja en conjunto con el entorno, es decir, entendiendo lo que sucede alrededor. Si la economía del país sufre grandes cambios, hay que entenderlos. Con pragmatismo me refiero a leer lo que sucede y seguir tu rumbo pero adaptándolo a la realidad. A veces uno se encapricha en que las cosas solo son de una forma. Veamos el tipo de cambio por ejemplo, yo ya llevo como 3 oleadas donde le pega y la gente piensa que eso no puede seguir así y que va a cambiar rápido porque el país se va a caer a un precipicio... Y en verdad probablemente ese precipicio existe, pero demora mucho más de lo que uno piensa. Si no se aprende a trabajar en ese ambiente hostil del negocio capaz no se llega al otro lado. Buscamos leer mucho lo que sucede en el entorno del país y el contexto internacional, ver las tecnologías disponibles y buscar un buen coctel para la empresa, entendiendo y aceptando la realidad.
—Usted tiene muchos años en la agricultura. En medio de una sequía tan terrible como esta, ¿cuál es la manera correcta de atravesarla?
—Es difícil. Es duro pero es parte de la realidad más lógica: en la producción a cielo abierto puede llover o no. Tiene que estar en los análisis de riesgo, tiene que ayudarnos a tener mejores herramientas ahora. Ayudarnos a estar más diversificado, o quizás no. Pueden haber modelos que sean menos diversificados pero más asegurados... Es un tema típico de negocio. La variable de clima y precios influye en este negocio, y no te digo que no la tengan los demás, pero acá están sobre expresados y lo que queda es la estadística, probabilidad y posterior manejo del riesgo. La diversificación geográfica en Uruguay funciona bastante bien a pesar de lo chico del país. Siempre hay algún beneficio en alguna zona, claramente el este y noreste este año, por ejemplo. Hay que aprender, pero entiendo que si te agarra mal, a veces es difícil pensar con cabeza abierta y claridad a futuro cuando estás complicado.
—¿Cuáles me diría que son los principales desafíos de la agricultura a futuro?
—Que los temas ambientales no se transformen en barreras para arancelarias pienso que es uno de los temas a prestar atención, aunque da la impresión que Uruguay, dentro de los países de la región, es el que tiene la mejor condición por no tener selva y los problemas que suceden en Brasil. Para las oportunidades en Uruguay puramente, está todo el tema del encalado. Puede resolver muchos de los problemas de productividad de nuestros campos, y es algo que venimos viendo hace años. Baja la importación de fertilizantes y eso tendrá un impacto fuerte. Hace años que lo mencionamos, mostramos. Otro riesgo que veo es que no se vuelva a una agricultura de laboreo. No quiere decir que en situaciones no tengas que hacerlo, pero veo una cierta dependencia de que se vuelven a resolver temas con una movida de tierra, y para mi Uruguay sin siembra directa sale de la agricultura...
— ¿Cómo sueña el ADP del futuro?
—Veo una empresa compacta, potente en su planteo de negocios, en su foco. La veo muy enfocada en la parte de la cadena de valor que está. Probablemente tenga mucho más impacto comercial por el lado de las semillas y la propuesta de genética que seguiremos incrementando. Y capaz, agregar a la cadena de valor algún eslabón industrial que nos permita salir al mercado externo directamente con algún producto. En eso estamos... Pero más que nada imagino una empresa muy agrícola, focalizada y potente. Imagino un ADP coherente con estos 20 años anteriores.