El Pais (Uruguay)

Como productor rural, un gran maratonist­a...

Trabaja en campaña, es corredor y comparó la montaña más dura con la seca: “la esperanza siempre está intacta”

- MANUELA GARCÍA PINTOS

Ricardo Rocha es productor agropecuar­io dedicado desde hace casi 30 años a la cría ovina y vacuna. Tiene 52 años, tres hijos independie­ntes y un hobbie particular: se define como un corredor amateur, pese a que ha corrido más de 100 kilómetros, de día y de noche, a 4.500 metros de altura y hasta las 24 horas del día.

Se los voy a presentar en sus dos facetas, ambas llevadas a cabo de muy buena forma, dado que, en 2018 recibió el Premio Morosoli de Plata a la Producción Agropecuar­ia, un reconocimi­ento que se entrega en la ciudad de Minas. Lo otro lo cuento un poco más abajo…

Por un lado, desde hace unos 20 años está radicado en la zona de Paso del Parque del Caimán, al este del departamen­to de Salto.

Allí arrienda un establecim­iento que se llama Capataz Viejo, un campo de basalto superficia­l de índice Coneat 50, es decir, un campo duro de piedra.

En el tema ovinos, se dedica a la producción de lana fina. En estos 30 años logró un lote muy fino, con muy buenas caracterís­ticas. Eso llevó a que, un par de años atrás, su establecim­iento lograse el precio máximo en la historia de Uruguay alcanzado por un kilo de lana: vendida a US$ 15,63 con una finura de 15,1 micras.

También participa de algunos proyectos. Por ejemplo, junto a cuatro productore­s más ingresó al FPTA del Instituto Nacional de Investigac­ión Agropecuar­ia (INIA) y el Consorcio Regional de Innovación de Lana Ultrafina (Crilu) en donde fueron probando algunas tecnología­s y adoptando las que mejor se adaptaban a su predio, aumentando producción y, por lo tanto, también los ingresos.

En vacunos, se dedica a la cría de la raza Aberdeen Angus y alguna cruza y vende los terneros al destete.

EL MARATONIST­A. Ahora vamos a la otra cara de está moneda, la cual aclaró que no la toma ni la quiere transmitir como una hazaña, sino más bien como su estilo de vida.

Se define como un corredor amateur, pese a que ha corrido más de 100 kilómetros, de día y de noche, a 4.500 metros de altura, las 24 horas del día.

Lo cierto es que empezó de a poquito, en 2006. Comenzó corriendo carreras de calle de 5 kms, luego pasó a 10 y ya nunca más paró. A los dos o tres años de su inicio, pasó a la media maratón.

Entrena en el campo, en caminos de tierra, junto a su hermano Fernando y no tienen un instructor, más que la motivación de uno al otro.

“Soy productor rural y vivo en el campo en el predio y, a veces, cuando queda algún rato libre a la tarde salimos a correr”, comentó.

Cuando empezó a aumentar los kilómetros se les cruzó en la cabeza, a él y a su compañero de aventuras, correr una maratón que son 42 kilómetros.

“Era un poco más exigente de lo que estábamos haciendo. Nos bajamos entrenamie­ntos por Internet y empezamos. Lo único que no podemos respetar son las comidas, se come lo que hay en el campo nomás… No hacemos nada raro”, comentó Rocha.

Lo cumplieron y se fueron a Río de Janeiro a correr su primera maratón de 42 kms y, de paso, también incursiona­ron en la carrera de montaña.

Hicieron dos veces el cruce de los Andes, que son carreras de 100 kms, pero en tres etapas: una fue en Bariloche, en Argentina; y otra en Pucón, en Chile. En

Perú, también participar­on de “Los Andes Race”, en Cusco, en donde corrieron 30 kms a 4.500 metros de altura. “La altura nos mató”, confesó.

De ahí, en 2017, saltaron a la maratón de Nueva York, una de las seis más grandes del mundo, y comenzaron a soñar con poder correrlas todas. En 2018 lo hicieron Chicago, en 2019 en Berlín y la cuenta hubiera seguido, pero vino la pandemia del covid-19.

Sin embargo, para no perder la costumbre nunca dejaron de entrenar y el año pasado, en octubre, corrieron en Londres.

Con esto, solo les quedaban dos carreras para cumplir el sueño… que ya lo alcanzaron, porque en marzo corrieron en Tokio y hace dos semanas en Boston, una carrera cuyo pase se obtiene mediante una clasificac­ión. Allí les otorgaron la “Six Majors”, una medalla especial por haber completado las seis maratones más grandes del mundo.

“Sé de otros 10 uruguayos que lo han conseguido, pero ninguno es del interior. Así que seríamos los primeros que lo logramos del Interior”, contó. ¡Salto nomá!

Acá no termina todo… El año pasado corrieron una carrera de montaña, la más importante del mundo: el Ultra Trail de Montblanc, en los Alpes suizos. Se trata de una carrera de 100 kms; son 24 horas sin parar, día y noche.

“Esa sí que estuvo muy, muy dura, pero lo logramos”, confesó.

También corrieron 56 kms en la montaña de Los Pirineos, en España.

¿Qué más queda? Es lo que nos preguntamo­s todos… pues una maratón en cada continente: ese es el próximo objetivo de los hermanos.

Ricardo sostuvo que, al igual que una maratón, el campo es “una cosa lenta y de largo plazo”: hay años buenos y otros más complicado­s, “pero nunca hay que decaer”. “En una carrera pasa algo similar; hay momentos en los que te preguntas qué haces ahí, pero cuando se logra el objetivo la satisfacci­ón es total”, aseguró.

A la seca de este verano -de las más fuertes y generaliza­das que ha azotado al país- la comparó con su carrera más difícil: la de 100 kms de montaña en Mont Blanc.

“El cansancio, el agotamient­o, la esperanza de llegar y que finalice la carrera fue la misma sensación que vivimos con la seca: te agota mentalment­e, te obliga a hacer cosas diferentes para sobrelleva­rla con la esperanza siempre intacta de que la lluvia llegue pronto…”, cerró.

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