Unasur y la autonomía uruguaya
El 30 de mayo el presidente Luis Lacalle Pou viajará a Brasil, invitado por su par Luis Inácio (Lula) da Silva para una suerte de “retiro” con otros presidentes de la región. La idea, según trascendió, es discutir mejores formas de integración regional. Lula intenta reflotar la Unasur, aquel organismo que reunía a presidentes de Sudamérica y que, más allá de cual fue su intención original, terminó cumpliendo un rol nefasto: el de glorificar la figura de Hugo Chávez que con mano dura violó derechos humanos en su país, cercenó las libertades, hundió la economía venezolana y con ella, el bienestar de la población.
Por eso, la idea de reflotar aquel club de amigos presidentes, debe ser tomada con pinzas.
Una cosa es un organismo regional donde están representados los estados como tales y otra cosa es una barra de compinches que entienden que solo el presidente es la suma del Estado, al mejor estilo de Luis XIV.
Eso llevó a que una camarilla de presidentes usara la vieja Unasur para cubrirse las espaldas entre sí, con indiferencia y desprecio a las instituciones de sus países y a sus pueblos.
Si bien Brasil tuvo la iniciativa en la creación de Unasur, al final el organismo fue coptado por Chavez que lo usó para su gloria personal y para sus turbios manejos.
Reflotar Unasur debería implicar, desde el punto de vista uruguayo, algo tan distinto a aquello, algo tan por encima de las ambiciones personales de sus presidentes, que ya no sería reflotarlo, sino pensar algo nuevo; tanto que ni siquiera debería llamarse Unasur, para dejar de lado sus connotaciones negativas.
Habrá quienes se entusiasmen con la idea de Lula, en el sentido de recrear la vieja práctica. Podría suceder, por ejemplo, con el presidente Gustavo Petro de Colombia que organizó una cumbre con delegaciones latinoamericanas, de Estados Unidos y de Europa para buscar el dialogo entre oposición y gobierno en Venezuela. Un plan más que termina legitimando y prolongando la dictadura chavista en manos de Nicolas Maduro.
Fue una cumbre con excluídos. Petro flechó la cancha y evitó la presencia de gobiernos que en su franca postura respecto a las dictaduras regionales, pudieran estropearle la fiesta.
Uno de esos excluidos fue Uruguay. Todo el mundo sabe que ni Lacalle Pou ni su gobierno, tienen reparos para opinar sobre regímenes despóticos. Lacalle hasta le ganó una discusión, hace un par de años, al presidente-dictador cubano Díaz-canel.
Para evitar papelones, Petro optó por excluir a Uruguay y a otros países. Lo llamativo fue que ni la delegación norteamericana ni las europeas preguntaron en voz alta porqué no estaban los excluídos, entre ellos el que según The Economist ocupa el lugar número 11 en el mundo y el primero en toda América (sur y norte) como país más democrático.
Importa marcar esto, porque en ese clima turbio es que se discutirá el reflotamiento de la Unasur. Uruguay lo debe tener bien claro y llevar su posición muy estudiada y sin fisuras.
Uruguay tiene puntos de encuentro con Lula y algunas discrepancias. Ahora coinciden en la búsqueda de un acuerdo comercial con China. En el pasado, con un Mercosur que no acompañaba, Uruguay se lanzó por su cuenta a buscarlo. Ahora Brasil sí quiere que finalmente se haga el acuerdo con todo el Mercosur.
Lula pretende tener un fuerte protagonismo
Uruguay tiene puntos de encuentro con Lula y algunas discrepancias. Ahora coinciden en la búsqueda de un acuerdo comercial con China.
en la escena internacional y ahí sí surgen diferencias como la de su postura ante el conflicto en Ucrania. Sin duda todos quieren la paz, pero no de la misma forma. Hay un agresor, Rusia, que inició la conquista a otro país. Sin embargo, Lula no lo ve así. Entiende que no hay que fijarse en quien es el agresor a la hora de negociar la paz. Con lo cual ya antes de empezar, le está dando varias millas de ventaja al villano y no al agredido.
Uruguay no puede avalar de ningunamanera esa postura.
Reflotar además otro organismo regional, que se suma a los muchos (excesivos) ya existentes, implica un costo. Uruguay deberá incluir en su Presupuesto una partida para ese organismo, una más a las muchas que ya paga.
¿Tiene sentido hacerlo para un organismo marcado con sospechas de origen? ¿Un organismo que, de replicarse como en el pasado, terminará limitando la necesaria autonomía uruguaya en su manera de entender la realidad regional e internacional?
Es importante que Uruguay cuide sus relaciones con Brasil, sin duda, pero sin avalar iniciativas que afecten esa autonomía.