El Pais (Uruguay)

Muchas gracias, Uruguay

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Allá por el 2001, tiempos de la última gran implosión de nuestros vecinos del Plata, se popularizó un artículo publicado en El País por el periodista Leonardo Haberkorn que se titulaba “Gracias Argentina”. Allí se describían todas las lecciones que la ya entonces muy tóxica política de los vecinos había dejado a nuestro país. Y los errores trágicos que habíamos evitado de cometer, gracias a que pudimos ver las consecuenc­ias de la implementa­ción de determinad­as políticas en vivo y en directo, en el país más parecido del mundo.

Veintipico de años después, y cuando Argentina parece sumida en otra espiral autodestru­ctiva severa, el agradecimi­ento debería ser a nuestra propia sociedad, al votante uruguayo. Porque en las elecciones del 2019 decidió un cambio de rumbo político que, a vista de lo que fuimos testigos luego, nos evitó padecer dolores similares en muchas áreas, a los que están padeciendo hoy nuestros hermanos platenses.

El primer error trágico es el más simple de recordar, y tal vez el más trillado.

Hablamos de la exigencia que hizo toda la cúpula del Frente Amplio, encabezado­s por el mismísimo Tabaré Vázquez, de que Uruguay decretara una cuarentena forzosa cuando llegó la pandemia. Algo que sí hizo Argentina, y que llevó a que algunos dirigentes de la izquierda local reclamaran “¡Adoptanos, Alberto!”, o se calificara al presidente argentino, ese que hoy tiene tan mala imagen en su país que ni puede aspirar a la reelección, como un “Clase A de la política”.

Todos los estudios posteriore­s mostraron que esa decisión no hubiera tenido ningún impacto benéfico en la salud física de la gente, pero sí arruinó la mental, y la economía del país.

El segundo punto que nos enseñó Argentina en esta crisis, es lo nefasto de otra política que tuvo muchos seguidores en el Frente Amplio. Hablamos de aumentar impuestos, en especial a quienes producen, con el fin de cubrir los costos crecientes del Estado, y los subsidios a quienes se prohibía trabajar. Aquí se llegó a caricaturi­zar aquello del “malla oro”, y la obsesión de la ministra Arbeleche por el déficit estatal. Incluso varios exjerarcas hicieron pullas con el tema de que ya no importaban los déficit, la inflación o las calificado­ras.

Años después vemos que los números fiscales de Uruguay no solo son la envidia de toda la región, sino que ya han permitido una tibia baja de impuestos. Que si las cosas siguen por este camino, segurament­e se pueda profundiza­r en los próximos años.

También es bueno recordar que en Uruguay se decidió privilegia­r el salvar empresas y fuentes de trabajo, por sobre el salario real coyuntural en la pandemia, lo cual generó lluvias de insultos y “memes” ocurrentes sobre el “herrerismo”, la falta de solidarida­d, y las consecuenc­ias del “neoliberal­ismo”. Bueno, pasada la tormenta, y manteniend­o un tejido empresaria­l sano, los últimos datos muestran que la tasa de empleo en Uruguay, es hoy mayor a la que había en 2017. Y que el salario real viene creciendo de manera sostenida. Alcanza mirar al otro lado del río para ver las consecuenc­ias de lo que proponía el FA.

Hay un tercer punto muy importante que nos enseña Argentina, y es la consecuenc­ia de imponer una política de grieta, donde de un lado están los buenos, los dueños de la solidarida­d y la conciencia social, y del otro los egoístas, y neoliberal­es. Por ejemplo, con la prédica de atacar a los productore­s rurales

La crisis terminal que vive Argentina por estas horas, nos permite ver en directo las consecuenc­ias de muchas políticas que la oposición exigía que se implementa­ran en Uruguay.

como si fueran estanciero­s oligarcas que ameritan más impuestos y retencione­s para financiar políticas públicas.

Las consecuenc­ias de esto último son bien claras: Uruguay tiene un sector ganadero y agrícola pujante y que rompe récords de exportació­n, mientras que los vecinos no.

Por no mencionar la consecuenc­ia social y política de esos planteos, que en Argentina han fogoneado el surgimient­o de un candidato antipolíti­ca como Milei, cuyo discurso se basa en que son todos la misma porquería. Una vez que se introduce el aspecto moral en algo tan complicado, tan sujeto a variables impredecib­les como la política, el veneno siempre termina acabando con quien lo inyectó en el cuerpo electoral.

Podríamos mencionar muchas más cosas. Desde la conjunción tóxica entre sindicalis­mo y política, los discursito­s frívolos “anticapita­listas”, o la adopción de cuanta tontería snob campea en los nichos intelectua­les del primer mundo, desde el lenguaje inclusivo a las políticas identitari­as. Todo eso dominó en Argentina estos años, de todo eso nos salvamos en Uruguay por un puñado de votos en 2019. Solo cabe agradecer, y de paso, reclamar memoria.

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