Canciones hechas para sanar y transformarse
Maca Mona Mu se presenta este domingo en Sala Lazaroff
Desde niña la música representó una manera de expresarse. “Inventaba” canciones, pero en aquel entonces no las compartía con nadie, las guardaba en su intimidad. A los 14 años fue a su primer clase de canto y — pese al nerviosismo y la voz que le “temblequeaba”— sintió que allí empezaba un camino de exploración y creatividad. De ahí en adelante pasó por varios proyectos musicales, incluyendo la banda de rock Mamá Mona, hasta que en 2013 decidió seguir su camino solista. Nace en ese entonces Maca Mona Mu, el proyecto musical de la argentina Macarena Muñoz, que desembarca en Sala Lazaroff este domingo a las 19.00. Entradas a la venta por Tickantel a 500 pesos.
El nombre es una mezcla de su “nombre del DNI” con el animal que representa, según su fecha de nacimiento, en el calendario maya: el mono. “Remite a la niña interna que juega y, aunque crezca, sigue cuidando este espíritu lúdico. Me pasa eso con la música, por eso puse el ‘Mona’ en el medio, para no olvidarme de que todo esto arrancó como un juego, como una curiosidad, como un puente de conexión con algo más”, cuenta en charla vía Zoom con El País, desde su casa en el barrio de Nuñez, en Buenos Aires.
Los nombres nunca son casualidad en el trabajo de Muñoz. Muy vinculada a la botánica, sus discos tienen una clara referencia al ciclo de las plantas y, admite, son su “disparador creativo”.
Semillas, marca el principio de su proyecto como Maca Mona Mu. Lo lanzó en 2013 y trae 13 canciones donde presenta una suerte de oda a la paciencia y al darse cuenta del tiempo presente. “Semillas me hizo encontrarme con un montón de partes mías que tenían que ver con la ansiedad. Eso de querer que la semilla crezca cuando querés y no cuando es el tiempo”, cuenta.
Hace cuatro años floreció aquella semilla plantada en 2013 y Muñoz lanzó dos discos en pocos meses.
Primero Bambú, editado de manera independiente y separado en tres partes que juntas totalizan 18 canciones. Cuenta con invitadas como Hilda Lizarazu y Paula Neder, y también con la participación del cantautor uruguayo Mocchi. El segundo álbum lanzado aquel año fue Kalanchoe, fruto de haber quedado seleccionada en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires; fue nominado a los Premios Gardel en la categoría mejor álbum pop alternativo.
“Observar la naturaleza siempre nos proporciona alguna enseñanza y a veces cuando vivimos en las ciudades nos olvidamos de esto que es tan sencillo”, dice la cancionista que lanzó KELP, su cuarto disco, el año pasado. El nombre remite a un alga que vive en las profundidades del océano.
“Son un pulmón muy importante en el planeta y es algo invisible, está en lo profundo, y a la vez tiene eso de dejarse sostener en el agua, no tiene una estructura, entonces toda la producción la llevé a ese lado del desarmarse, desajustarse”, cuenta quien empieza el disco cuestionando: “¿En que voy a gastar los años?”.
Con el corazón puesto en las canciones y una voz versátil que pasea entre la suavidad y la potencia, no es la primera vez que tocará en Uruguay pero siente como si así fuera, por el momento en que atraviesa ahora como artista.
Espera, dice con una sonrisa, proporcionar un “antidomingo” al público uruguayo, el que considera amoroso y entregado.